El miércoles Stian Jenssen, jefe de gabinete del secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, se vio obligado a rectificar tras el revuelo que habían causado sus declaraciones de horas antes a u…
slavyangrad.es
Territorio sin paz
18/08/2023
El miércoles Stian Jenssen, jefe de gabinete del secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, se vio obligado a rectificar tras el revuelo que habían causado sus declaraciones de horas antes a un medio noruego. En ellas, Jenssen abría la posibilidad a un acuerdo de la
OTAN por territorio, según el cual Ucrania obtendría el acceso a la OTAN de forma inmediata, aunque no con sus fronteras de 1991 como exige, sino cediendo los territorios perdidos a Rusia. Aunque en sus declaraciones no queda ninguna duda de que se trata de la opinión personal de una persona que ni siquiera se encuentra en la cadena de toma de decisiones, la propuesta ha provocado la ira de los representantes ucranianos. Al margen de si Rusia aceptaría esa propuesta -la presencia de la OTAN en un país tan importante como Ucrania es una línea roja que Moscú solo podría aceptar militar y políticamente derrotada-, el Gobierno de Ucrania no ha tardado en iniciar una campaña para negar esa posibilidad.
Ayer, Dmitro Kuleba insistía en los objetivos de Ucrania: la recuperación de las fronteras internacionalmente reconocidas, es decir, incluyendo la península de Crimea. La recuperación de los territorios es la prioridad absoluta para Kiev que, consciente de que sus avances en el frente no son los esperados, reconfigura su mensaje para exigir más de sus socios, algo que representantes como Mijailo Podolyak hacen a diario en sus mensajes publicados en las redes sociales y reproducidos en forma de noticia en gran parte de la prensa occidental. Ucrania exige misiles de crucero ATACMS y Taurus para conseguir su derecho -aparentemente natural- de recuperar sus territorios. Lo hace resignándose ya a admitir que no contará con los preciados F-16 estadounidenses ni en otoño ni en invierno, una conclusión lógica teniendo en cuenta que, pese a los continuos anuncios de Oleksiy Reznikov del inicio de la instrucción de pilotos ucranianos en su manejo, esta no ha comenzado aún. Es más, ayer volvía a anunciarse que el inicio se acerca. Sin embargo, a juzgar por lo publicado en
The New York Times, esa carencia no debe desmoralizar a Ucrania, ya que según una serie de
expertos a los que ha consultado, Ucrania puede derrotar a Rusia sin ellos. Uno de esos expertos consultados es Philip Breedlove, cuya correspondencia de los últimos años ha dejado más que clara su intención de buscar una guerra en el frente oriental y hace mucho tiempo que actúa como lobista en busca de unos intereses concretos que como un observador militar.
En cualquier caso, se extiende la opinión de que la actual ofensiva no será la definitiva, como parecían esperar Mijailo Podolyak, Josep Borrell o Antony Blinken, y según
The Wall Street Journal se trabaja ya sobre la campaña del año que viene. Tanto para los países del este de Europa, que están ganando presencia desplazando el eje de poder París-Berlín hacia uno centrado en Varsovia, como para Estados Unidos, Ucrania continúa siendo una herramienta estratégica para lograr sus objetivos, entre los que la subordinación de la UE a la OTAN parece el principal. De ahí que, pese a la decepción que está suponiendo la actual ofensiva y a las voces que comienzan a dudar del éxito, el discurso continúa siendo el de asistencia militar y financiera a Kiev hasta la victoria final.
La definición de victoria ha sido una de las grandes preguntas de la guerra. Durante los primeros meses de la guerra rusoucraniana, cuando se planificaban las primeras ofensivas en Járkov y Jersón, extremos del frente que, por su posición geográfica eran más vulnerables para Rusia, el discurso oficial ucraniano y occidental apuntaba al retorno a la situación anterior al 24 de febrero de 2022, es decir, la recuperación de los territorios del sur y el mantenimiento del frente de Donbass según las fronteras de los acuerdos de Minsk. La renuncia de Ucrania y sus socios, cuyos intereses se alineaban a la perfección, a la negociación y la opción de la guerra como única herramienta posible para resolver el conflicto con Rusia concentraron los esfuerzos en la vía militar y amplió los objetivos a la recuperación de la integridad territorial del país según sus fronteras de 1991.
Para ello, Ucrania decía necesitar únicamente el material adecuado, con lo que comenzó un largo proceso que aún continúa en el que Kiev demanda más armamento cada vez más pesado y añade exigencias a su definición de victoria. Ucrania no esconde ya que su objetivo es destruir a Rusia en busca de un cambio de régimen que, dependiendo del día, se producirá por la incipiente guerra civil que solo ven Budanov, Podolyak y sus acérrimos seguidores, o por la derrota militar en Ucrania.
Con la recuperación de las fronteras de 1991 y el cambio de régimen en Rusia como definición de victoria, era de esperar que la ira de los representantes ucranianos no se demorara al escuchar la opinión del jefe de gabinete de Jens Stoltenberg, que incluso en su rectificación ha querido dejar abierta la posibilidad del
palo y la zanahoria: ofrecer a Kiev la entrada en la OTAN como un país más pequeño, sin sus territorios perdidos. “No digo que deba ser así, pero podría ser una solución”, afirmó ayer. La realidad es que Ucrania se enfrenta a una dificultad cada vez mayor para mantener su discurso de victoria, no solo porque continúa añadiendo objetivos, sino porque sus avances en el frente no son los esperados por quienes están financiando la guerra. La captura del destruido Urozhainoe, una localidad de mil habitantes según el último censo, no ha impresionado siquiera a los propagandistas y cada vez son más las voces que ven inviable la derrota completa rusa. Ayer, el copresidente del Caucus Ucraniano del Congreso de Estados Unidos, firme defensor de la asistencia militar a Ucrania, se mostraba decepcionado con la ofensiva. “Seré sincero: ha fracasado”, afirmó de forma excesivamente tajante, al menos a juzgar por la opinión de Antony Blinken, que hace unos días ponía sus esperanzas en la introducción de las brigadas entrenadas en el extranjero. Según afirma esta semana
Forbes, esas reservas han entrado ya en juego, una apuesta arriesgada para Ucrania, ya que, si Rusia consigue derrotar a esas tropas y sostener el frente, las tropas de Kiev podrían quedar exhaustas y expuestas de la misma forma que les ocurriera el año pasado a las rusas.
La ausencia de grandes victorias en el frente y las crecientes dudas de sus socios sobre su capacidad de derrotar a Rusia, que parecen haber llegado incluso hasta el círculo de Jens Stoltenberg, no es motivo para un cambio de rumbo. “Ucrania necesitará más armas de sus aliados occidentales hasta que logre derrotar a las fuerzas rusas y expulsarlas de su territorio”, afirmó ayer Dmitro Kuleba, completamente ajeno a cualquier argumento contrario. Es más, Kuleba se ha mostrado abiertamente hostil a toda propuesta de paz que fuera más allá del
plan de paz de Zelensky -la exigencia de la capitulación unilateral de Rusia- y se ha propuesto emplear “todos los medios dentro de los límites del derecho internacional y la legislación penal para acallar la resonancia de esas voces”.
De forma mucho menos diplomática, Mijailo Podolyak comenzó hace ya mucho tiempo a realizar esa labor a base de calificar a cualquier persona que osara realizar una propuesta de paz de cómplice de
los criminales rusos. Ayer fue el turno de Nikolas Sarkozy. El expresidente francés se desmarcó del discurso oficial poniendo en duda la victoria de Ucrania, reconociendo el carácter ruso de Crimea y cuestionando incluso que Ucrania deba ser miembro, no solo de la OTAN, sino incluso de la Unión Europea, una lista demasiado larga de agravios para no obtener una respuesta inmediata. Retorciendo grotescamente la mediación del entonces jefe de Estado de Francia para lograr el alto el fuego entre Rusia y Georgia durante la
guerra olímpica, el asesor de la Oficina del Presidente escribió que “en 2023, es inadmisible repetir la
experiencia Sarkozy, que deliberadamente participó en la conspiración criminal para la captura rusa de territorios ucranianos y la consiguiente organización de un genocidio y guerra a gran escala”.
En su
análisis geopolítico, Podolyak añade que “fue ese estímulo por parte de los líderes occidentales a los planes criminales de pilinguin de tomar tierras extranjeras en 2008 y especialmente en 2014 lo que contribuyó al inicio de la agresión a gran escala en Europa y el asesinato masivo de ucranianos”. Y acusando a Sarkozy de “complicidad directa en crímenes de largos años”, añadía un detalle importante que ha pasado desapercibido. Podolyak rechaza la fórmula
tierra por paz, una postura coherente para el país que rechazó la fórmula tierra y paz para recuperar los territorios de Donbass cumpliendo ciertas condiciones, e insistió en que “no hay
nuevos territorios de Rusia, ni derechos rusos a ningún referéndum, ni peculiaridades lingüísticas ni culturales”. Ucrania, que lleva nueve años trabajando para eliminar la lengua rusa y la cultura común a los dos países en favor de la lengua ucraniana y una visión francamente opresora de qué es Ucrania y cuáles son su lengua, cultura y política, no solo aspira a recuperar los territorios perdidos en Crimea y en Donbass, sino que espera hacerlo precisamente para imponer esa visión sobre la población. Para ser capaz de imponer ese castigo sobre una población que ha elegido la opción contraria, Ucrania está dispuesta a exigir a sus socios que financien su guerra y su Estado de forma indefinida y continuará calificando de criminal a cualquier persona que ose desviarse de ese camino de
paz construido a partir de la agresión contra quienes en 2014 rechazaron el irregular cambio de gobierno y el autoritario rumbo político de la Ucrania post-Maidan.