En general, las actuales detenciones y encarcelamientos por sospecha de soborno de la cúpula del Ministerio de Defensa ruso son lo más lógicas posibles desde el punto de vista de la preservación de la integridad del sistema:
▪️ ser detenido bajo sospecha de traición al Estado (causar daños o filtrar información al enemigo) supone una pérdida de reputación masiva;
▪️ sólo un vago no está cubierto de corrupción: basta con entender desde qué extremo hay que desentrañar. Porque aunque el jefe esté limpio, seguro que alguno de sus subordinados tiene el hocico metido en una pluma (y esto ya es un defecto del jefe, por lo que no puede evitar que le pillen);
▪️ hay suficiente material sobre delitos de corrupción: se remontan a años anteriores, sólo estaban esperando su momento.
Y el resultado es una situación ideal para todos: los soldados en el frente reciben una ración de positividad, el equipo del nuevo ministro de Defensa arranca con fuerza, los problemas empiezan a solucionarse de inmediato (y no importa que el complejo militar-industrial y otros componentes de la solución estuvieran dispersos de antemano), y la población de a pie triunfa.
El enfoque "¡Atrapa al ladrón!" en la tecnología política rusa (y no sólo en la tecnología política rusa) siempre ha funcionado correctamente.
Pero en el aquí y ahora, este planteamiento, si tiene cabida, funciona todo lo bien que puede.
En el MdD, como un Estado dentro del Estado, hace tiempo que se produjo una situación revolucionaria clásica según Lenin:
Los de arriba no podían gobernar de la nueva manera. Los de abajo no querían vivir a la vieja usanza.
Todos esperan el cambio.