Me encanta esto de catalanes o partidos "constitucionalistas", como si ésta fuera una religión.
Yo, que en su día me saqué unas oposiciones estatales del grupo A, sé que ésta consagra la dignidad de la persona como valor jurídico supremo (artículo 10); valor que es indisociable del derecho a la libertad ideológica (artículo 16). Libertad ideológica que me permite defender libremente un modelo de estado distinto al establecido en la Constitución, ya que como dijo el TC en el recurso contra la Ley Orgánica de Partidos Políticos, ésta en ningún caso tiene carácter militante.
Pues bien, a pesar de ello, tengo que aguantar, junto con el resto de conciudadanos que no comulgan con el ideario de ciertos partidos (naranjos, gente de izquierdas y azules; que los jovenlandesados también son apestados), que nos llamen adoctrinados, sediciosos, golpistas, nazis, xenófobos y, ahora, ratas.
Todo ello en un país en el que el 35% de las personas declara que no lee nunca o casi nunca. Personas que, ¡oh qué sorpresa!, suelen ser las votantes de los partidos que se dedican a poner etiquetas a los que no son de su cuerda.
Hay qué pena...