Antes del Estado, existió el Gobierno de los fuertes sobre los débiles, de los decididos sobre los pasivos. El Gobierno cambiaba de manos con frecuencia, en función de las circunstancias y necesidades. Por ejemplo: Un rey godo no podía perder una batalla porque era inmediatamente asesinado y sustituido. Las falacias de aquellos tiempos eran el honor y la nobleza ejemplar. Aún así, el ser humano mantenía sus valores esenciales: inteligencia, valentía, fortaleza y sentido tribal o cívico.
Después, los cobardes usureros cambiaron las reglas del juego. El músculo y el filo de la espada se trocaron en la maquinación para la estafa y el oro. Para tomar el poder semejante horda de minusválidos humanos era necesario el Estado, el nuevo dios. Y ellos serían sus sacerdotes desde las altas jerarquías de la fe.: gobernantes, banqueros, jueces... admitiendo a los grandes industriales que se hacen ricos al amor de la guerra. Sus valores esenciales cambian: inteligencia, cobardía, debilidad y sentido sectario (su etnia dominando al resto).
La Teoría del Contrato Social de Rousseau no hizo sino legitimar la usurpación de ese poder falsario, endeble, afeminado, mediante una nueva forma del Derecho, el político. La ‘Voluntad General’ del pueblo es falsa, ficción política, no existe en modo alguno. Rousseau comprende enseguida que su idea es imposible y que solamente podía darse en una provincia pequeña, sin gobierno ejecutivo, donde se ejerciese la democracia directa asamblearia o con sufragio permanente.
La verdad que se oculta tras el humo del contrato social es que la única Soberanía Político-Económica constante es de los grupos de poder fáctico que existen en toda sociedad. Una vez legitimado el Estado, una vez la depredación y el expolio han sido santificados, el pueblo supuesto firmante del inexistente contrato social es esclavizado y humillado hasta la fin. Véase España, cuyo último "contrato social" se firmó en el 78.
La Teoría del Contrato Social ha sido desmontada hasta la molienda de sus menores partes por diversos pensadores con inteligencia, sentido común y desinterés como para hacer la luz en las obtusas mentes del paisanaje. Finalmente, el mejor resumen es éste:
"El Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente, y posea lo que posea, lo ha robado. Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ese mordedor. Falsas son incluso sus entrañas. Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos; Estado, al lugar en que todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos; Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos se llama la vida".
Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche.