Carta abierta de una catalan a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado

Stormtrooper

Madmaxista
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Creo que es de debida lectura.

Se trata de una carta abierta de un ciudadano catalán a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y sinceramente, creo que es para el principal y para que la gente de este foro se tome cinco minutos para leerlo.

No lo he escrito yo, pero tras leerlo solo podía compartirlo con todos ustedes.







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Carta abierta a los miembros de Policía Nacional, Guardia Civil y otros servidores del orden público que aún se mantengan fieles a sus juramentos constitucionales.

Soy un ciudadano de Cataluña que vive con estupor, indignación y tristeza los acontecimientos que se vienen sucediendo en esta tierra durante los últimos días. Vivimos tiempos de una fluidez vertiginosa en lo que se refiere a como recibimos y analizamos la información y las imágenes de lo que acontece a nuestro al rededor. Cualquier instántanea fuera de contexto o cualquier mensaje breve e ingenioso resulta más potente y eficaz que una reflexión o argumentación pausada sobre el asunto. Hace tiempo que determinados sectores ideológicos se dieron cuenta de ello, de manera que tienen ganada la guerra de la opinión pública simplemente con movilizar lemas, fotografías, viñetas y trending topics que se suceden con tanta rapidez que nadie tiene tiempo de analizarlos o de cuestionarlos, porque antes de que se les haya podido dar una respuesta racional, son sustituidos por otros nuevos, dejando ya una huella emocional que no puede ser rectificada por argumentos.

En el ejemplo que nos ocupa, difundir la imagen de una anciana o de un niño sangrando, difundir que hay un hombre en silla de ruedas o que a una joven inocente le han partido los dedos uno a uno mientras le tocaban las berzas y se reían de ella, constituye un elemento tan potente a la hora de configurar una opinión pública, que poco importa que su falsedad sea demostrada en los siguientes días, porque el mecanismo emocional ya ha sido puesto en marcha, las voluntades ya han sido captadas para la causa requerida y la mayoría de la masa ya no está interesada en la refutación de un bulo que, después de causar el efecto emocional requerido, ya ha sido enterrado y superado por nuevas y vertiginosas mentiras que tampoco tendrán tiempo de ser rebatidas y contrargumentadas.

Quiero decir con esto que a nadie le importa ya la discusión de si las acciones del 1-O fueron proporcionales o brutales, porque el veredicto jovenlandesal de los bienpensantes ya está establecido y resulta inamovible. Las imágenes y los bulos han desaparecido, y si acaso queda algo, es la imagen en bucle de los 4 o 5 sucesos más impactantes en los que un pobre ciudadano en vaqueros resulta empujado o arrastrado por un monstruo descomunal con casco. Todo esto repetido una y otra vez, una y otra vez, hasta que el ciudadano medio, que generalmente va por la vida en vaqueros, no es descomunal y carece de casco, acaba por empatizar definitivamente con aquel de los dos que más se le parece.

Con todo este flujo de trampas emocionales debidamente manejado, poca gente se va a molestar en reflexionar sobre el contexto y las imágenes de lo que estamos viendo, sobre todo bajo la amenaza de que el mero hecho de reflexionar en lugar de condenar taxativamente te convierte de inmediato en un fascista que justifica la violencia policial sobre personas inocentes. De manera que a nadie se le ocurre analizar como puede ser que un centenar de brutales actuaciones policiales contra miles y miles de personas se salda con solo dos hospitalizados, uno de ellos por un infarto. No señor, lo que hay para la opinión pública son cerca de mil heridos, entendiendo por heridos, el que se asustó mucho al verles a ustedes, la que se rompió una uña arañándoles el casco, el que se llevó un cardenal en el brazo cuando ustedes lo levantaron del suelo y en definitiva, todos aquellos que se creyeron que iban al parque de atracciones y que resistencia pacífica es empujar muy fuerte contra un grupo de policías pensando que no se van a caer al suelo o que ustedes no les van apartar de alguna manera.

Antes de continuar, me gustaría hacerles una recomendación saludable: vigilen su alimentación y apúntense ustedes a un gimnasio, porque si después de una acción tan desmedida y brutal como la que se les achaca, que al parecer deja cerca de mil heridos, sólo hay dos que realmente requieren ingreso hospitalario, ciertamente están ustedes muy faltos de músculo y proteína.

Bromas a parte, porque no anda el tema para frivolidades, y aún a riesgo de ser considerado un fascista, quiero decirles que de toda la lamentable situación que se está viviendo en Cataluña, la de ustedes es la única que hasta el momento me hace llegar al borde de las lágrimas. Es verdad que quienes aquí vivimos estamos a punto de quedar secuestrados bajo un régimen autocrático y racista que se pasa las leyes y los derechos por el forro del tercer ojo, es cierto que ahora mismo tenemos en el aire la forma de vida que hemos construido durante tantos y tantos años, nuestros bienes, nuestros trabajos, nuestros derechos, nuestra seguridad económica y jurídica. No es poca cosa toda esa para romper a llorar también de desconsuelo, pero que quieren, uno también es un esteta, y hay imágenes que por literarias y recurrentes, me despiertan una suerte de melancolía histórica y sentimental.

Y es que ustedes, los policías enviados a Cataluña para salvaguardar nuestros derechos, los de todos, me parecen ya la encarnación contemporánea del viejo Alatriste de Reverte, soldado malpagado al servicio de España, al que se le manda mal y tarde a cumplir misiones imposibles, y al que luego se le olvida y abandona después de la derrota. Y me permito citarles un diálogo de esta novela:

-No queda sino batirnos
-¿Batirnos contra quién, don Francisco?
-Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia [...] Que es como decir contra España, y contra todo»

Y eso es exactamente lo que hacen ustedes, batirse por nosotros, pero también contra nosotros, que les requerimos y les repudiamos al mismo tiempo porque no queremos salir retratados con ustedes en la foto.

Reconozco y acepto mi vergüenza y mi parte de culpa en el asunto. Las últimas elecciones dicen que en Cataluña hay cerca de dos millones de constitucionalistas y otro millón que vaya usted a saber lo que piensan, donde están y lo que esperan de la situación, supongo que estarán viendo telecinco. Y yo me pregunto ¿dónde estamos esos dos millones de constitucionalistas por los que ustedes han venido aquí a batirse y a ser insultados por un salario que perfectamente se podrían ganar en la tranquilidad de una oficina? La pregunta es una pregunta retórica, yo sé perfectamente donde estamos: escondidos en casa, mandándonos wathsap de indignación y de miedo mientras los otros toman las calles y le hacen ver al mundo que su mitad es el pueblo de Cataluña entero con el sacrosanto derecho a decidir lo que les salga de los santos güevos, siempre con el consentimiento de su policía, la suya, que es la policía enrollada, que es como decir la “no policía”, la que antepone la paga y el bienquedar ante sus superiores y sus ciudadanos al molesto y mal visto deber de hacer cumplir las leyes.

Si señores, aquí estamos como conejos, callados y amedrentados. Los primeros días, antes de “la movida”, aún hubo valientes que les mandaban a ustedes flores y les aplaudían. Ahora, todos en casa, callados y mirando para otro lado, cuando, quizá me equivoque, pero deberíamos estar a su lado, rodeando las comisarías y los hoteles para demostrarles nuestra gratitud y evitar que sean otros los que les hagan ver que no son bienvenidos a esta tierra. Ya digo que quizá no sería buena idea, supongo que nos jugaríamos la boca, y para eso están ustedes, para jugarse la boca por nosotros mientras nos quedamos en casita mandándonos wathsaps de indignación.

Quizá por ello sea la situación de ustedes y no la de nosotros, los ciudadanos de a pie, la que me produzca tanta impotencia y tantas ganas de llorar. Porque en cierto modo, nosotros hemos tolerado esto durante décadas, no hemos sabido reaccionar ni defendernos frente al monstruo que la escuela, los medios y la clase política nacionalista estaba fabricando a nuestro al rededor. ¿Pero ustedes que culpa han tenido de ello? Ustedes juraron un cargo que les ha traído aquí, al ojo ciego del mundo, lejos de sus familias, para defender los derechos y libertades constitucionales y las leyes de una ciudadanía que no sabe ni en que consisten esos derechos y mucho menos tiene la más remota idea de como se defienden. Curiosamente los únicos que saben en que consiste su trabajo, el de ustedes, son los independentistas, y por eso han sabido poner todos los mecanismos necesarios para destruir su imagen y anularles, para que no ejerzan sus funciones y les dejen las manos libres a fin de consumar su golpe de estado.

Hay un principio que dice que la Ley sin fuerza no es Ley, pero es que la palabra fuerza queda tan antiestética que nadie quiere retratarse junto a ella. Podemos hacer las leyes más justas y más honradas del mundo, pero si en última instancia no hay nadie que pueda garantizar su cumplimiento a aquellos que las ignoran, esas leyes no valen ni el papel en el que están escritas. Naturalmente, esto es muy impopular, la gente, el ciudadano, es honrado siempre por naturaleza, es el Pueblo, así con mayúsculas, con derecho a todo y sin el deber de nada, de manera que si una ley no le gusta, j****, pues no la cumple y punto, sólo faltaba que a uno le vayan a obligar por la fuerza a hacer lo que no quiere.

Y bajo ese principio de buenismo es bajo el que aquellas personas que el otro día tomaron los colegios electorales eran unas bellísimas personas inocentes que sólo querían ejercer su derecho y su libertad al voto. Es cierto que lo estaban haciendo en los colegios electorales de todos, los que durante todos estos años han servido para que unos y otros, de distintas ideologías, conformemos las mayorías y las minorías que nos tienen que gobernar. Esos santos varones y mujeres que, sin duda, pasarán al martirologio de la República Catalana, estaban usurpando de manera unilateral el derecho al sufragio universal de todos sus conciudadanos, y además con la intención de liquidar con ello el resto de sus derechos constitucionales. Oigan, llámenme fascista, pero a mí me parece que esas personas estaban cometiendo un delito mucho más grave que robar una gallina, porque nos estaban robando los derechos y libertades a todos los que no pensamos como ellos.

Y no estoy diciendo que fueran malas personas. No, si cada uno cree en lo que cree, y yo no tengo la menor intención de que nadie se sienta español, catalán o europeo, oye que cada uno haga con sus sentimientos lo que le dé la gana. ¿Pero que futuro nos espera en una república en que los que tienen un sentimiento determinado poseen en exclusiva los derechos políticos frente a los que no piensan o sienten como ellos? ¿A que les suena eso? Pues sí. Y si además tienes un tractor o un traje de bomberos, todavía tienes más puntos en el carnet de ciudadano. Acojonante.

La culpa, realmente fue de quien les puso allí, una autoridad pública que les dijo que no pasaba nada, que eso era un referendum legal en contra de lo que decía otra autoridad pública, y que si llegaban los representantes de la autoridad pública, que se cogieran muy fuerte del bracito y que cantaran els segadors, que no les iba a pasar nada. No me extraña que los pobres anduvieran tan confusos al verles llegar a ustedes, después de pasar una noche encantadora con los Mossos, tan majos ellos. “¿Pero cómo, que tengo que cumplir la ley?, pues no me da la gana”, no sé como no fueron ustedes más comprensivos ante un acto de ciudadanía tan libérrimo que abre una esperanzadora interpretación de las libertades según la cual, un ciudadano y un policia tienen perfecto derecho a picotear entre las leyes y las disposiciones judiciales eligiendo aquellas que desean o no desean cumplir.

Y esto, finalmente, me lleva a hablar de sus excompañeros, los mossos de esquadra. Ese cuerpo ejemplar y leal a su pueblo, o por lo menos a la mitad de él, esos funcionarios políticos con el estómago agradecido que juraron defender la Constitución de aquella manera y sólo mientras conviniera. Y ojo, no hablo de casos individuales, hablo de sus mandos políticos y del cuerpo como conjunto, que mossos avergonzados los habrá y razones tienen para sentir vergüenza.

Todavía recuerdo cuando en Cataluña los mossos eran poco más que una policía de cercanía, con todo el respeto a la policía municipal que hace un trabajo necesario y excelente. Pero aquellos eran los tiempos en que cada vez que había un lío relativamente rellenito, los mossos daban un paso al lado y les llamaban a ustedes, policía nacional y guardia civil para que se entendieran con él. No les critico, eran sus competencias, que llegaban entonces hasta ahí, pero que poco se acuerda la gente de la ejemplar labor que hicieron ustedes en Cataluña durante años hasta que se elevó a los mossos a la categoría de policía integral. Como tampoco se acuerdan de lo traumático que resultó el relevo. Recuerdo como se hablaba en la calle y en los medios de su ineptitud, de la facilidad con la que los mossos tiraban en las intervenciones de porra, cuando no de pistola, porque les faltaba oficio, porque no estaban acostumbrados, o, porque... que c***, porque se asustaban en cuanto alguien se ponía farruco y no sabían gestionar la cuestión de otro modo. Hubo muchas quejas en aquel entonces, y durante mucho tiempo después sobre la brutalidad de los mossos, las palizas en las comisarías, el famoso “kubotán”, la entrada a sangre y porra contra los indignados... en fin, ¿quien se acuerda ahora de eso? ¡¡¡SON LA POLICÍA DEL PUEBLO!!! Dios, mío, pobre gente, que inocentes los que se queden aquí si se piensan que los mossos van a hacer cumplir las leyes de la nueva república catalana con una sonrisa.

Por contarles una anécdota, en aquel entonces, conocía a dos guardias civiles que aun servían en mi localidad y que, sorpréndase, estaban estudiando oposiciones para mosso. En realidad ellos eran guardia civiles de vocación y sentían verdadera pasión por el cuerpo, pero desgraciadamente tenían un terrible vicio: comían y querían dar de comer a sus familias, y con el sueldo de Guardia Civil apenas les llegaba, de manera que pretendían ingresar en los mossos para sobrevivir con un sueldo más digno. Sí, a mí esto también me da ganas de llorar. Hace tiempo que no se nada de ellos, e ignoro si al final consiguieron su propósito de entrar al cuerpo de Mossos, pero si de verdad lo hicieron, no me imagino la vergüenza y la indignación que estarán sufriendo en estos momentos bajo ese uniforme.

Y otra anécdota, la última, relacionada con la Guardia Civil y mi localidad, una pequeña localidad de unos 25.000 habitantes. En ella, hace unos años, un guardia civil perdió la vida en el atraco a una joyería. Era un chico joven nacido en la localidad, tan catalán y tan de aquí como el que más. El pleno municipal quiso hacerle un homenaje y ponerle una calle, ¿ya saben lo que pasó verdad?, pues eso, que Esquerra Republicana se opuso tajantemente porque era Guardia Civil, la cosa se quedó en un reconocimiento, los padres se quedaron sin hijo, el hijo sin calle y el pueblo sin memoria. Eso es lo que hay.

En fin, mis queridos “alatristes”, ya me disculparán el enooorme e infumable ladrillazo, que no es otra cosa que un ejercicio de liberar los demonios en medio de tanta injusticia y tanta tristeza como me rodea. Gracias por haber venido a este rincón perdido de España. Ustedes son lo más digno de todo este absurdo teatro. Ustedes son el instrumento eficaz que el Estado de Derecho tenía en su mano para hacer cumplir las leyes y devolver la igualdad, la libertad y los derechos a TODOS los ciudadanos de Cataluña, y no sólo a una parte. En lugar de eso, les mandaron mal y tarde, confiando en que una policía política haría el trabajo de una policía judicial de verdad. Les hicieron salir a última hora a cumplir una misión imposible, algo que ustedes hicieron con la mayor dignidad y la mayor proporcionalidad posible: dos hospitalizados, uno de un infarto, en medio de una auténtica locura campal con miles y miles de personas rodeándoles, ya les digo yo que en cualquier intervención de los Mossos a la puerta de una discoteca, hay más hospitalizados que en las decenas y decenas de intervenciones que hicieron ustedes el uno de octubre.

Y después de cumplir órdenes dignamente, les han confinado en hoteles y en barcos, donde son hostigados, insultados y, lo que a mí me resulta más sangrante “custodiados” por los mismos excompañeros que les dejaron a los pies de los caballos el día de marras. Aunque, perdónenme la frivolidad, a quienes están protegiendo no es a ustedes, si no a la pandilla de fanáticos y analfabetos que les insultan desde la puerta, porque si este fuera un país serio, la mayoría de esa gente dormiría en los calabozos, y en lugar de eso: cero detenidos desde el 1 de octubre. Qué pacífico e idílico resulta todo cuando no hay policía de verdad en la calle y miles de exaltados cortan carreteras, pinchan ruedas, acosan e insultan a los policías de verdad, rodean y amenazan las sedes de partidos políticos , inclumplen las leyes y las órdenes judiciales, asedian los tribunales de justicia, cercan a la policía judicial cuando está actuando, impiden el libre movimiento de los cuerpos de seguridad del estado, les apedrean, les muerden y les tiran sillas... y el resultado son cero detenidos a disposición judicial. ¡j**** que gran idea! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? La culpa de los delitos es de ustedes, los policías, si no se detuviera a nadie, no habría delitos, ni delincuencia, ni cárceles y todo sería la mar de pacífico.

Bueno, mis queridos amigos, aquí lo dejo. Tengo la amarga sensación de que la clase política española nos va a dejar aquí sólos, en manos de esta gente tan buena y tan pacífica que está protagonizando un golpe de estado ejemplar. Ustedes son a día de hoy el último lazo que nos une al que siempre ha sido y será nuestro país. Me avergüenza verles acosados y acuartelados, sin órdenes operativas de ningún tipo. ¿A que les trajeron, a retirar unas docenas de urnas? Pues nada, cuando les digan que tienen que volverse, vuélvanse con la cabeza bien alta, porque sirvieron fielmente a su juramento, con proporcionalidad y eficacia, y no hicieron más simplemente porque no les dejaron. Muchas gracias y cuando salgan de aquí, cuiden de lo que queda de España, sus ciudadanos les necesitan aunque no sepan agradecérselo.


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