Si hay una cosa que me revienta sobremanera es la típica frasecita emitida por el ignorante de turno: “Es que como en España no se vive en ningún sitio”. La frase es lisa y llanamente un acto de fe para autoconvencernos de algo que en el fondo de nuestros corazones sabemos que no es cierto.
Esta frase casi siempre viene de alguien poco viajado que cree que el hecho de que tengamos jamón serrano y café fuerte hace que este país sea el mejor de este mísero planeta.
Yo, por mucho que miro y miro, no encuentro casi nada positivo de este país (que conste que me estoy autocensurando para no añadir adjetivos).
Pasemos al análisis. Analicemos algo tan sencillo y básico como la vivienda. No me voy ha extender porque ya hable en su día, pero os puedo garantizar que cuando en otros países se empeñan de por vida es para tener una casa en condiciones con infinitos metros cuadrados, y en un lugar con una calidad de vida que está, de lejos, a años luz de la calidad de vida que tiene uno en Madrid. Por ejemplo, en Holanda, que es un país con una densidad de población horrorosa, tienen casas (y cerveza, dicho sea de paso) más baratas en valor absoluto que en España (probablemente el país europeo con la densidad de población más baja) a pesar de que sus sueldos son mucho más elevados. Aquí los jóvenes viven con sus padres los mejores años de su vida, y su cosa de sueldo lo gastan en copas a un ritmo cerca del alcoholismo y en las letras del coche donde, con suerte, aman con alguien en un polvo mal hecho.
Los empleos en este país son precarios y mal pagados, sobre todo si requieren cierta labor intelectual. Hay gente que firma contratos por meses. En cualquier otro país occidental no se da semejante injusticia.
Es absolutamente imposible mejorar o subir en la escala social a través de tu trabajo. Pero siempre puedes trabajar en la construcción y cobrar una pasta (incluso como albañil) que será en neցro, naturalmente.
Aquí los únicos que prosperan son los inmorales, los macho cabríoes, los me gusta la fruta, los explotadores, los corruptos, los mafiosos y en general todo tipo de gente sin el más mínimo escrúpulo. No es de extrañar que las mafias del Este se estén instalando en la Costa del Sol, pues aquí encuentran el ecosistema adecuado.
Hemos llegado al tal nivel de inmoralidad que admiramos al rico, al bien posicionado, sin importarnos como ha llegado a obtener esa riqueza. Sé de uno que exhibe su BMW de 120000 euros cuando todo el mundo sabe que el dinero con el que levantó su negocio proviene de un robo.
Si no eres así, encima te señalan con el dedo y dicen que eres simple, un bobo. En algún momento se dijo eso de “afeminado el último” y desde entonces ahí estamos. El nivel de corrupción que, por ejemplo, hemos alcanzado en los ayuntamientos es inaudito. Me contaron de un alcalde que se simuló el robo de un ordenador del ayuntamiento (disquetes incluidos, todos sabemos lo bien que se venden en el mercado neցro) para eliminar la información sobre su corrupción y lo consiguió. Otro, cada vez que le solicitan declarar urbanizable un terreno, pide 100 millones de las antiguas pesetas (demasiado para su cabeza la conversión al euro), que además y naturalmente recibe sin ningún problema. ¿Adonde creías que iba el dinero de tu hipoteca?
Aquí hay millones de personas que todos los días, desde que se despiertan hasta que se duermen, sólo piensan en como hacerse ricos por el atajo más corto y pícaro posible. Los negocios honestos no existen. Si quieres abrir uno más vale que tengas amigos o compinches repartiditos por todas las esferas, porque de otro modo nunca saldrás adelante. Aquí los méritos no importan, sólo importan de quien eres hijo o a quien conoces. Nos dijeron que si estudiábamos y trabajamos duro llegaríamos a donde quisiéramos. Bien que nos han engañado.
La productividad de este puñetero país es la más baja de Europa porque aquí no producimos casi nada. Los únicos negocios que hay, además de la construcción (todavía no pueden crear un bloque de viviendas en China y exportarlo aquí), son los relativos a los servicios, concretamente hostelería y restauración. Dentro de un tiempo todos seremos por fin camareros en algún hotel de una costa ya completamente destruida.
De nuestros políticos mejor no hablar, merecerían ser eliminados de la vida pública para siempre. Lo único que les importa es su autoperpetuación en el poder. Si para eso hay que destruir el país no importa, lo harán. Que excrecencias jovenlandesales como Acebes y Zaplana estén todavía en la escena política es simplemente impresentable. Que levantes una piedra y que aparezca un nancy nacionalista armado de todo tipo de argumentos mitológicos queriéndolos hacer pasar por argumentos históricos para así defender unos supuestos derechos de una raza elegida es de pena. Qué ardor de estomago me dan!
Que la iglesia católica quiera ser un partido más es penoso. No entiendo que tanta gente crea en tamaña tontería como es la religión. ¿Es que nadie se da cuenta que desde su invención sólo ha servido para derramar sangre por todo el orbe? Y lo que más me joroba es que cuando los creyentes se mueren no les queda consciencia que les permita darse cuenta de que toda su vida estuvieron equivocados. No gozarán de ni siquiera un maldito infierno eterno.
Los sindicatos hace tiempo que virtualmente desaparecieron. Supongo que todo empezó cuando los más vagos, inútiles e inmorales se apuntaban a los comités de empresa.
La ciencia no existe (a pesar de lo que algunos egomaníacos del CSIC y de las universidades creen), no se financia, y lo que es peor, a nadie parece importarle. Efectivamente, inventan ellos.
La vida intelectual no existe. Los concursos literarios están amañados y las películas se producen sólo si reciben la subvención del amiguete político. Pero da igual, porque todos vemos películas norteamericanas dobladas, pues naturalmente ninguno sabemos idiomas.
La música que aquí se hace es simplemente una cosa que fenómenos como Bisbal demuestran. Todos los músicos y similares simplemente parasitan el sistema a través de las sociedades de autores como la SGAE.
Dejo la guinda para el final. Lo peor de España son los españoles. Unos seres zafios, ignorantes e incultos que degluten programas de chismes, cotilleos, realities y sucesos con pasmosa insaciabilidad. Somos de lo más vulgar, y aunque el mundo se hunda lo único importante será el partido de fútbol del otro día o el último Barcelona-Madrid. Unos brutos que creemos tener el derecho a fumar donde nos plazca y repartir cáncer por doquier. Somos unos energúmenos que no tenemos ninguna educación, que conducimos como brutos prehomínidos y que hemos perdido toda norma de urbanidad.
España no es una progenitora, sino una madrastra de las de cuento de hadas y encima no lo vemos. Un país que decimos que es nuestra patria y que cada día con nuestro esfuerzo hundimos más y más en la más profunda miseria jovenlandesal.