Cuento mi experiencia:
Nos casamos a los 26 años.
Tenemos 12 años de matrimonio feliz, tranquilo y sin cambios drásticos, una vida placida, despreocupada y totalmente hedonista. El tema de los hijos está descartado, a ella no le gustan, y yo más de 30 min. con mis sobrinos no aguanto, aparte que somos profundamente egoístas.
Un día, cuando ya pensábamos que era imposible, se me queda preñada (imprudencia)... ella valora abortar, yo aún sin ser creyente, estoy en contra pues entiendo que eso marcaría un antes y un después en nuestra (hasta ahora) fantástica relación... iluso de mi, la llevo al ginecólogo para que le ponga el latido de la alubia en dolby sorround.
Un parto horrible, se les queda media placenta dentro y por poco me la dan el pasaporte...
Pero lo peor empezó después... Si en algún momento he querido divorciarme fueron las semanas siguientes al parto... Menuda fruta loca de cosa...
El nano crece, montaña rusa de emociones... el acondroplásico se convierte en el centro de nuestra vida, muy por delante de nosotros mismos, tanto como pareja, como especialmente individuos... hemos pasado de ser las estrellas de rock, a los managers.
Las amistades cambian, ya no tienes el mismo rollo, prácticamente no tienes otro tema de conversación que el nano, por contra la relación con la familia cercana, padre/progenitora/hermanos (con hijos) se enriquece enormemente... las reuniones familiares pasan de ser un pesado trámite a disfrutarlas genuinamente.
Cambian totalmente las preferencias, y la vida en pareja... ya no tenemos fines de semana vagueando en la intimidad, raro es que hablemos por hablar, en cierta manera nos hemos distanciado, cada uno tiene un rol diferente. Por contra la vida en casa, los tres, es mucho más rica, hay verdadero amor, sacrificio diario, hemos pasado de pareja a familia.
Personalmente te revuelve por dentro, revives toda tu fruta infancia, mil cosas que creías superadas vuelven a estar presentes, y te vuelves mucho más humilde a la par que te creces antes las responsabilidades.
Es todo una profunda evolución ante el cambio de paradigma vital.
¿Merece la pena? Pues que narices voy a decir, matarlo ya no es una opción, y ahora no lo cambio por nada, no entendería la vida sin el.
¿Merece la pena hacer una maratón? ¿Merece la pena llegar a la madurez? ¿Merece la pena cuidar de tus padres ancianos? ¿Merece la pena hipotecarte por décadas para tener tu propia casa? ¿Merece la pena labrarte tu futuro?... pues no creo que sea una buena pregunta... quizás lo mejor es preguntarse:
¿Merece la pena vivir sin ser padre? Sí, es una vida de grandísima progenitora y si no tienes instinto paternal casi diría que es la mejor en muchos sentidos... pero no es completa, es como dar la vuelta al mundo sin salir del Queen Elizabeth, te lo pasas bien, disfrutas y sí en teoría has dado la vuelta al mundo... pero la realidad es que no has salido del puñetero barco.