Gracias a los dos, a Luisito y a Rockefeller, por haberme enseñado tanto de cosas que ignoraba. Leyendo los argumentos de uno y de otro: estamos más capitalizados que antes porque mira que llevamos recursos gastados en infraestructuras y demás inversiones; o estamos descapitalizados porque a precios de mercado el todopoderoso e imprevisible Dios Mercado, como Yehová, no nos lo valora más que en poca cosa; me parece oir los argumentos del paisano que quiere vender su coche usado, aunque todavía en muy buen uso y dentro del plazo de garantía, y pretende un precio digno, y los del tratante de coches usados que le dice que su coche no vale nada y que el mercado no se lo valora más que en una cosa. Y esa garantía que aún tiene está falseando el mercado y no vale nada. Ahora es cuando entiendo bien el sentido del conocido video CATASTROIKA, o de cómo se malbaratan los bienes públicos (y de paso muchos bienes privados).
CATASTROIKA
Los liberales de la escuela luisista (no creo que los liberales austriacos fetén lleguen a tales extremos) tienen argumentos de tratante. Son la personificación de quienes, en la fase inmediatamente posterior al crack capitalista, se ocupan de valorar todos los bienes del país, tanto los superproducidos como los producidos en condiciones normales, para cobrarse en especie la destrucción de capital necesaria para poder comenzar otro nuevo ciclo de acumulación de capital.
El mercado, un mercado libre y funcional no es todopoderoso. El mercado es solo una herramienta y en este asunto, el mercado, como herramienta, es solo un instrumento de medida, como un termómetro clínico.
Un termómetro ayuda a los médicos a conocer si el enfermo tiene o no fiebre o a seguir la evolución de la fiebre pero no es el termómetro quien decide si el enfermo tiene fiebre ni tampoco el termómetro puede condenar al enfermo a la fiebre.
Manipular el termómetro para que la fiebre se mantenga oculta no hace desaparecer la fiebre.
Pongamos como ejemplo un mercado de apuestas en un campeonato de tenis. Las "variables ocultas", la parte de la realidad que deseamos conocer, en este caso, es la probabilidad de cada jugador de ganar el campeonato. Si organizamos un mercado libre de apuestas en el que los jugadores, compren y vendan libremente las apuestas a precios determinados por la oferta y la demanda, las apuestas alcanzarán ciertos precios relativos que son la mejor medida disponible de la probabilidad de cada jugador de ganar ese campeonato.
Los apostantes, el mercado, no decide quien gana el campeonato sino que solo trata de adivinarlo y esta adivinación colectiva, en la que se incentiva con beneficios la exactitud y se penaliza con pérdidas los errores de apreciación, es la mejor estimación disponible sobre ese futuro desconocido.
Este mismo mecanismo permite también obtener la mejor estimación posible del riesgo de una sequía, de la magnitud de una epidemia, de la probabilidad de éxito en el desarrollo de un nuevo antibiótico o de las necesidades de trigo el próximo otoño.
En las economías modernas, desarrolladas, basadas en el capital (aunque sean economías comunistas) es crucial determinar con exquisita precisión el valor de las cosas porque las economías desarrolladas son "economías marginales".
En estas economías, los procesos productivos, que son muy complejos, son transformaciones que crean una cantidad marginal de valor económico. Cada proceso productivo consume, y hace que desaparezcan el mundo, capital físico, trabajo y materias por valor de 99 y crean con ese consumo, nuevos bienes por valor de 100.
Si se comete un pequeño error en la valoración de las cosas, es muy fácil que un proceso productivo como el anterior, de deslice hasta ser uno en el que el consumo de recursos por valor 99 produzca bienes que tienen un valor de solo 96.
Si el primer proceso creaba 1 unidad de valor económico, algo que podemos ver como que ese proceso resolvía un problema económico de la sociedad, el segundo proceso destruye 3 unidades de valor, o crea 3 nuevos problemas que la sociedad no tenía.
Físicamente, mirados a ojo, estos dos procesos son indistinguibles, los dos tienen pinta de ser fábricas que producen bienes pero mientras que uno de ellos saca progresivamente de la pobreza a una sociedad, el otro lo hunde en la pobreza.
Como el valor creado por los procesos productivos es una pequeña diferencia marginal entre el valor de los bienes consumidos y el valor de los bienes producidos por el proceso productivo, si no se dispone de un instrumento de medida del valor económico de alta precisión, no es posible distinguir si un proceso está creando o destruyendo riqueza, si un proceso es realmente productivo o es solo un consumidor parásito disfrazado de productor.
El libre mercado, basándose en esta determinación implacable y ciega del valor producido, erradica continuamente a estos falsos productores que solo son consumidores parásitos. Puede ver un ejemplo en la quiebra de Kodak, hasta hace poco una de las grandes corporaciones del Dow Jones. Si la fotografía digital hace que la producción de emulsiones fotográficas de convierta en una forma de destrucción de riqueza, el mercado destruye a las productoras de emulsiones fotográficas y recupera, reutiliza sus recursos para construir nuevos procesos productivos.
En un esquema económico en el que el Estado tiene poder coactivo, en el que mediante el uso del Estado pueden anularse las "decisiones" del mercado, sea un crony capitalism o la economía de la URSS, los agentes bien conectados con el poder político utilizan su influencia para sabotear el proceso de regeneración y desparasitación del mercado.
Empresas, sectores y actividades que hace años dejaron de ser productivas, o que no lo fueron nunca, permanecen y se acumulan en la economía porque grupos de interés utilizan la coacción del Estado para librar a sus empresas de la implacable guadaña del mercado.
Con el tiempo, y una vez desactivado el mecanismo de supresión de las actividades improductivas del mercado, algo similar a un sistema inmunitario que elimina células tumorales, lo que era un tejido marginalmente productivo se convierte en un mecanismo marginalmente improductivo y luego en un mecanismo severamente improductivo.
La máquina que debería crear riqueza para la sociedad, y crear riqueza significa resolver las necesidades y problemas económicos de la sociedad, termina convirtiéndose en un gigantesco parásito que obtiene y consume riqueza de esa sociedad empobreciéndola.
Lo que debería ser una fuente de soluciones para la sociedad se convierte con el tiempo en una fuente de problemas.
Como la creación o destrucción de valor es marginal, un tejido "productivo" parásito, formado por consumidores ilegítimos disfrazados de productores, y no por genuinos productores, puede ser indistinguible a la vista de un tejido productivo genuino.
Lo mismo ocurre con cualquier "inversión", que es un proceso productivo en el que se produce un "activo" o bien de capital. Producir cierta linea de tran de alta velocidad, o cierto hospital comarcal, o un nuevo aeropuerto, puede tener un coste, requerir el consumo de bienes reales por valor de 100 millones. En este proceso la sociedad se empobrece en esos 100 millones porque capital real por valor de 100 millones es destruido (consumido)
Si el hospital o aeropuerto, como bienes de capital, tienen un valor de 105 millones, el proceso habrá creado 5 millones de nuevo valor económico, si el hospital o aeropuerto tienen, como activos, como fuentes de soluciones sociales, un valor de 90 millones, 10 millones de capital real habrán sido destruidos y la sociedad habrá sido empobrecida.
El gráfico keynesiano oficial del inventario de capital real, mostrará la aparición de un nuevo hospital sobrevalorado y de unos recursos consumidos en su producción infravalorados y hará aparecer como creación de capital real algo que ha sido la destrucción de capital.
El proceso de inversión, de producción de nuevos activos, es también marginal. Si se determina con gran precisión el valor de los recursos consumidos y el valor del activo creado, el proceso de inversión consumirá 100 unidades de recursos para crear un activo con un valor 102.
Si se cometen errores, aunque sean pequeños, el proceso de inversión consumirá recursos por valor de 100 unidades para crear un "activo" de valor 95, con un empobrecimiento social de valor 5 unidades.
En una economía masívamente intervenida por el poder coactivo del Estado, no solo se cometen esos pequeños errores en la creación de activos, en la inversión, sino que esos "errores" son masivos. Y lo son porque la función de utilidad en la inversión, el algoritmo, no trata de crear valor sino que trata de crear ingresos, facturación a las compañías bien conectadas con el poder, que construyen esos activos.
Como la facturación de las empresas amigas depende de los costes, lo que se maximiza en estos falsos procesos de inversión, no es el valor creado para la sociedad, sino el costo implicado en la inversión. Un proceso de "inversión" guiado por el principio de que los costes sean lo mayores posibles, obviamente, garantiza que el proceso de "inversión" destruirá valor y empobrecerá a la sociedad.
Cuando una Gran Depresión aflora en la economía, la simple vista puede decirnos que el mundo está plagado de activos, de capital real, de fábricas, centrales eléctricas, carreteras, almacenes y fábricas.
Sin embargo, y aunque la vista nos dice que el mundo está repleto de instrumentos para la creación de riqueza y para la solución de los problemas económicos de la gente, lo cierto es que la pobreza aflora y se adueña de la sociedad.
Los keynesianos de la religión económica oficial encuentran esto paradójico: el que haya tanta pobreza y a la vez una sobrecapacidad de producción tan elevada, y lo achacan y tratan inútilmente de resolverlo mediante sortilegios monetarios, como se ve, por ejemplo, en el título de este hilo.
Desde el ingenuo candor que caracteriza a los keynesianos, ven que el mundo es capaz de producir cantidades ingentes de riqueza y bienes económicos, hasta el punto de padecer un severo problema de sobrecapacidad de producción, pero la máquina esta extrañamente detenida porque el mundo no tiene dinero suficiente como para comprar la riqueza que el mundo produce (Los keynesianos ignoran, nunca han entendido, la Ley de Say).
¿Se imagina usted que exista en la galaxia el planeta Kriptón, en el que los kriptonitas son capaces de crear y crean ingentes cantidades de riqueza y a la vez los kriptonitas son extremadamente pobres porque los kriptonitas no tienen dinero suficiente para comprar la riqueza que los kriptonitas crean? En la cabeza de un keynesiano caben cosas como esta: la sociedad de Kriptón sería extremadamente rica y extremadamente pobre a la vez porque el Banco Central de Kriptón no imprime suficientes rectángulos de papel verde.
No hay tal paradoja en una economía que padece una Gran Depresión mientras disfruta de una ingente capitalización hasta padecer una sobrecapacidad de producción, las paradojas no existen en economía.
Lo que ocurre, simplemente, es que ese ingente tejido productivo que ven nuestros ojos es solo un simulacro, un simulacro de tejido productivo con una productividad negativa.
Lo que aparentan ser fábricas, carreteras, hospitales o centrales eléctricas solo son consumidores gigantes de recursos disfrazados de productores de recursos. Son pasivos disfrazados de activos.
Cuando funcionan, y fingen producir, no crean un flujo de recursos que entregan a la sociedad sino que son parásitos que funcionan succionando un flujo de recursos de la sociedad a la que parasitan económicamente.
Cuando la sociedad deja de proporcionarles ese flujo de riqueza que permite vivir a estos parásitos la máquina en su conjunto se detiene, de forma inexplicable para los keynesianos del régimen.
¿Ha oído la letanía de que el crédito debe "volver a fluir" para que la economía pueda volver a funcionar?
Lo que piden es que el crédito, el ahorro real vuelva a fluir desde la sociedad hasta esas empresas paradas pero, en una economía funcional, las empresas, el tejido productivo genuino, son fuentes no sumideros de de ahorro real. La sociedad debe obtener capital, recursos, ahorro real de las empresas y no las empresas vivir consumiendo el capital, el ahorro, los recursos que obtengan de la sociedad.
¿Ha oído la letanía de que el Estado debe gastar para estimular a la economía y hacer que el tejido productivo vuelva a funcionar?
Si el Estado extrae recursos, capital real de la sociedad y lo inyecta en ese tejido productivo, el tejido productivo cobrará vida milagrosamente y funcionará de nuevo un tiempo, pero solo mientras consume esos recursos que el Estado después de expropiarlos a la sociedad les arroje.
Es un tejido productivo simulado, que no produce nuevos recursos para la sociedad sino que consume los recursos de la sociedad que el Estado les entregue. Cada una de esas falsas empresas, consumidores parásitos que fingen ser productores, nacidas y crecidas a la sombra del subsidio, el mercado cautivo, la legislación proteccionista, la regulación estatal de precios, las prebendas del BOE, las manipulaciones de precios del Banco Central, el crédito humo, producirá para la sociedad 100 cajas de antibióticos pero solo si previamente la sociedad les entrega 120 cajas de antibióticos.
No son productores que creen antibióticos con los que la sociedad pueda curar a los enfermos sino consumidores parásitos de antibióticos que saquean, a través del poder coactivo del Estado, los antibióticos que los enfermos necesitan.
¿Le suena lo de "Es imprescindible que la sociedad recapitalice el sistema financiero con 130.000 millones para que el sistema financiero pueda proporcionar a la sociedad crédito, que es la sangre de la economía, por valor de 24.000 millones"? Pues es un resumen de la situación.
Crear un desastre de esta magnitud, y tan beneficioso para quienes están conectados con la bota coactiva de Estado, requiere silenciar la voz del mercado, impedir que el mercad pueda expresar libremente el valor económico que estima para cada cosa, desde una manzana, hasta un bono soberano, pasando por los balances bancarios o la electricidad fotovoltáica y por eso la voz del mercado es sistemáticamente borrada.
Pero recuerde, manipular el termómetro para que no indique fiebre no suprime la fiebre en el enfermo ni, mucho más importante, la enfermedad que produce esa fiebre. Desoír el grito de socorro del enfermo, que es la fiebre, no salvará al enfermo.