Y es que, según Huerta de Soto, todos los problemas financieros y económicos de hoy son resultado, de una u otra forma, de la aprobación de esa concreta medida legislativa. En esencia, la Ley de Peel exigía un coeficiente de caja del 100% en oro a los bancos privados, pero tan sólo respecto a la emisión del papel moneda (patrón oro), olvidándose de aplicar el mismo requisito a los depósitos (vea aquí el vídeo explicativo de Huerta de Soto). Dicho olvido ha posibilitado el desarrollo y extensión de la denominada reserva fraccionaria, un sistema por el cual las entidades financieras están legitimadas para prestar los depósitos a la vista de sus clientes, expandiendo así el crédito.
Así, por ejemplo, cuando un alguien deposita 100 euros en una cuenta a la vista (cuenta corriente), su dinero, en realidad, se esfuma ya que, automáticamente, la entidad está autorizada legalmente por el gobierno para prestar hasta el 98% de esa cantidad. Esos 98 euros son, a su vez, depositados en otra cuenta y, nuevamente prestados a otro cliente con tal de reservar el 2% (coeficiente de caja), y así sucesivamente en un proceso que puede repetirse hasta 50 veces, aumentando de forma exponencial la oferta monetaria.
A pesar de lo cuál menos del 1% de la oferta monetaria acaba estando en forma de saldos en cuentas a la vista. Y es que las cuentas a la vista, o cuentas corrientes no están ni nunca han estado pensadas para que los ahorradores depositen en ellas su ahorro.
Los ahorradores, los particulares o institucionales, como fondos de pensiones, de inversión o seguros no tienen sus patrimonios en "cuentas corrientes"
Y los depósitos bancarios, son y siempre han sido inversiones basadas en prestar el dinero al banco a un cierto interés, lo que hace que no puedan estar respaldadas por reservas.
El que el "experimento mental" de la "multiplicación exponencial del dinero" en las cuentas corrientes tenga sentido para alguien demuestra que ese alguien ni sabe de economía ni jamás logrará saber de economía porque ese experimento no tiene sentido económico.
Para que el concepto "oferta económica" tenga sentido debe interactuar con una cierta "demanda económica".
El el absurdo experimento de la multiplicación exponencial, los bancos parecen prestar al público el dinero depositado en cuentas corrientes (que de todos modos es una parte infinitesimal del balance financiero) y el público, al parecer, solicita prestado dinero para, a continuación, ¿depositar ese dinero en cuentas corrientes?
Y ese dinero depositado en cuentas corrientes, ¿volverá a ser prestado a otros clientes para que lo depositen en otras cuentas corrientes?
Es obvio que todo esto es absurdo: si esta expansión monetaria (fantasiosa) llegase a 10.000 millones (imaginemos) tendríamos en una esquina del ring a "la banca" y como contraparte "al público"
"La banca" tendría prestados "al público" 10.000 millones por los que cobraría "al público" un interés del 5% o 500 millones al año pero, a su vez, "el público" tendría depositados en cuentas en los bancos esos 10.000 millones por lo que cobraría a "la banca" un interés del 0% o cero euros.
O, dicho en otras palabras, el "público" se habría prestado a sí mismo 10.000 millones en un negocio chapuceramente concebido en el que "el público", como prestamista, recibiría un interés anual de cero euros y "el público", como deudor, pagaría 500 millones de intereses a la banca, cuyo único papel en toda esta ensalada mental parece ser el de proporcionar ese bolígrafo unido a la mesa con una cadenita con el que se firman los prestamos / depósitos.
Para llamarse a sí mismo liberal, el socialista radical Huerta de Soto tiene un concepto más bien pobre del público.
En ninguna economía racional, nadie en su sano juicio deja dinero en situación de rentabilidad 0%, lo que hace que los saldos totales de las cuentas a la vista sea esencialmente cero.
Las burbujas no están hechas de dinero sino de deuda. La mal llamada "expansión monetaria" durante una explosión inflacionaria es una expansión de crédito y de deuda que nada tiene que ver con la reserva fraccionaria.
La Ley Peel no fue un acto de liberalización sino un acto de aumento del intervencionismo y de la regulación estatal de la economía y lo sorprendente es que el "liberal" Huerta de Soto esta Ley le parece el origen de todos los males no porque fuera intervencionista sino porque no fue lo suficientemente intervencionista.
Esto empezando a sospechar que el gañanismo de los austríacos iguala al de los keynesianos.