Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

En la Estación de Atocha hubo una una checa SÍ O SÍ. Hay 150 folios sobre el caso en la CG.
ya, si he puesto yo el enlace.
si solo has encontrado eso entre las decenas de declaraciones...

llámalo checa o comisaria, la función era la vigilancia de la retaguardia en un momento que el enemigo venia desde sevilla arrasando a su paso y la quinta columna era un peligro real.
 
En el ABC se incluye todo tipo de asesinos, asaltantes de prisiones, fusilamientos de la Almudena, no sólo chequistas, aunque la portada diga eso (el caso es que Carmena quería poner calles a asesinos de dentro y fuera de la checa, que era donde se asesinaba más). No sólo había chequsitas propiamente dicho asesinando. Se necesitaba mucha mano de obra criminal para tanto asesinato.

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Los 335 «chequistas» a los que Carmena incluirá en el memorial del cementerio de La Almudena
ABC reproduce el listado de nombres de fusilados del franquismo que homenajeará en el camposanto, cotejado con el trabajo de uno de los investigadores pagados por el Consistorio
ABC@abc_madridMADRIDActualizado:20/02/2018 13:00hNOTICIAS RELACIONADAS

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  1. La checa del Cinema Europa
    Checa del Cinema Europa, en 1939
    Checa del Cinema Europa, en 1939 - ARCHIVO DE ABC
    Las últimas investigaciones sobre las checas de Madrid computan un total de 345 en la capital, de las que 120 no estaban inventariadas en la Causa General. El estudio dirigido por Alfonso Bullón de Mendoza muestra un mapa salpicado de centros de detención, torturas y asesinatos en el que había cuatro checas por kilómetro cuadrado. La mayor concentración estaba en los barrios de Centro, Palacio, Latina y Universidad, y en el extrarradio, en Vallecas y Pueblo Nuevo.
    La checa anarquista del Cinema Europa, en Bravo Murillo, dirigida por el delincuente común Felipe Sandoval, conocido como « Doctor Muñiz», fue según los historiadores una de las más crueles en los primeros meses de la contienda. A ella se atribuye el asalto a la guandoca Modelo –el 22 de agosto de 1936–, tras el que fueron asesinados Melquiades Álvarez, José Martínez Velasco, Manuel Rico Avello, Fernando Primo de Rivera, José María Albiñana y Julio Ruiz de Alda, entre otros destacados presos políticos.
    Según el cotejo realizado con el riguroso estudio la relación que figura en el libro «Los Fusilamientos de La Almudena» –de Manuel García Muñoz, uno de los expertos contratados por el Ayuntamiento para la elaboración del informe– Carmena honrará una veintena de nombres de sus componentes. Uno de los más destacados en este homenaje es Santiago Aliques Bermúdez, pintor, que formó el grupo de defensa de la checa. Se le atribuyen cientos de asesinatos de hombres y mujeres. Participó en la saca de la guandoca de Ventas, que terminó con los asesinatos del cementerio de Aravaca. Fue fusilado en 1941 en La Almudena.
    Asimismo serán homenajeados Brígido, Gregorio y Juan Gómez Barba, señalados por el propio Felipe Sandoval como los que le acompañaron en el asesinato de un matrimonio de Retiro en la carretera de Fuencarral. También será recordado Antonio Prieto Blázquez, fusilado el 6 de mayo de 1943. Con Sandoval, a Prieto se le atribuye el asesinato en un hotelito de Ciudad Lineal del bibliotecario Florián Ruiz Egea. Según el relato de algunos historiadores, le sacaron de su casa bajo engaño diciendo que les acompañara para ir a valorar una biblioteca incautada. Hoy Ruiz Egea da nombre a una biblioteca pública de Cuatro Caminos. Según last mismas fuentes, Prieto también intervino en el secuestro y asesinato del Barón de Bochgrave, cónsul de Bélgica que ayudaba a repatriarse a brigadistas internacionales desertores de sus unidades.
    Otros miembros de la checa de Sandoval que serán reconocidos son Pablo González Cubillo, de la CNT, que asaltó la guandoca Modelo; Félix González Díez, que también fue miembro del comité de Fuencarral; Juan Gutiérrez Villegas, acusado de llevar a los detenidos a la checa; y Antonio Martínez Rojas, carpintero, asaltante de la Modelo; Enrique Merino del Ojo, chófer, acusado de asesinar al obispo de Sigüenza; Isaac Sánchez Guimaray, albañil, que formaba parte de los piquetes de ejecución; Pedro Sanz Labanda, contable de la checa; Antonio y Narciso Segura Germán, que participaron en los asesinatos del cuartel de la Montaña; Higinio Viela Lafuente; Cristóbal Villar Galán, mozo de tren; Saturnino Andrés Alba; Ramón Ayuso García, miembro de los grupos de ejecución; Máximo Belloso Barbado, asaltante de la guandoca Modelo; Miguel Cantalapiedra Martín; y Alberto Chenel de la Cal. Todos sus nombres están vinculados a labores organizativas y ejecutivas en la checa del Cinema Europa, según los datos recogidos por García Muñoz.
 
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ya, si he puesto yo el enlace.
si solo has encontrado eso entre las decenas de declaraciones...

llámalo checa o comisaria, la función era la vigilancia de la retaguardia en un momento que el enemigo venia desde sevilla arrasando a su paso y la quinta columna era un peligro real.

Se llama checa. Tu idílica comisaría se contradice con el listado de 1823 asesinatos en ellas (el 93% antes de acabara 1936) que tiene Sauquillo. Si lo llamas comisaría tienes que añadir "estalinista".
 
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Luego me dices que yo enredo ... En la Estación de Atocha hubo una una checa SÍ O SÍ. Hay 150 folios sobre el caso en la CG.

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Es una checa, como el mismo incorrezto demostró, aunque en la Causa General no se hallaran pruebas de asesinatos en ella. Pero además dice incorrezto que era una comisaría normal y corriente para los viajeros, si había alguno. Después, esa visión idílica la quiere elevar a todas las checas, comisarías según él, donde lo normal en las más civilizadas del mundo es que asesinen a más de, al menos, 1800 personas, en una ciudad mucho más pequeña de lo que es ahora y en pocos meses.
 
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Se llama checa. Tu idílica comisaría se contradice con el listado de 1823 asesinatos en ellas (el 93% antes de acabara 1936) que tiene Sauquillo. Si lo llamas comisaría tienes que añadir "estalinista".
para cuando acabó el 36 el gobierno ya habia retomado el poder y habia pasado el peligro inminente de perder Madrid.

lo que no lo puedes llamar es checa, en la epoca se conocian por comisaria, radio, ateneo, circulo...

el cine europa no era estalinista, era cuartel de milicias confederales. con calabozos, claro. en las memorias de lister, que tenia el cuartel enfrente, hay alguna divertida historia sobre sus diferencias.

sobre sandoval, os podeis leer el honor de las injurias.
su tortura y fin está escrita por guzmán,
 
para cuando acabó el 36 el gobierno ya habia retomado el poder y habia pasado el peligro inminente de perder Madrid.

lo que no lo puedes llamar es checa, en la epoca se conocian por comisaria, radio, ateneo, circulo...

el cine europa no era estalinista, era cuartel de milicias confederales. con calabozos, claro. en las memorias de lister, que tenia el cuartel enfrente, hay alguna divertida historia sobre sus diferencias.

sobre sandoval, os podeis leer el honor de las injurias.
su tortura y fin está escrita por guzmán,
La furia criminal que se desató en julio, con las tropas nacionales cerca o no, fue atroz. No tiene justificación -por mucho que quieras justificar asesinatos y torturas a millares- liarse a asesinar y hacer daño a todos los que no pensaran como tú (nunca mejor dicho), que no habían hecho nada pero, como sospechosos de no se sabe qué en la mayoría de los casos (realmente por repruebo), los liquidasen por miles.

Pero, además, las matanzas y asesinatos perpetrados por los gente de izquierdas no cesaron, desgraciadamente, a finales de 1936 en Madrid: Por ejemplo:


Guerra en Madrid: El carnicero de Usera y los crímenes del Túnel de la fin

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Fotografía inédita de Casimiro Durán / CG
El nombre de Casimiro Durán no suele aparecer en las investigaciones históricas relacionadas con los asesinatos perpetrados por el bando republicano durante Guerra Civil Española. A diferencia de otros personajes mucho más mediáticos, la historia del capitán Durán no se ha analizado lo suficiente y sus andanzas en el frente de Madrid se han olvidado de un plumazo. Después de casi 80 años de la finalización del conflicto, muchas familias siguen reclamando justicia por los sucesos del Túnel de la fin, sucesos en los que este individuo estuvo directamente relacionado.
Nacido el 04 de marzo de 1905, Casimiro Durán Muñoz se crió durante toda su infancia en la mínúscula localidad de Boadilla de la Sierra en la provincia de Ávila. Hasta los quince años ayudó a sus padres trabajando como jornalero hasta que decidió abandonar el campo y desplazarse hasta Madrid donde se especializó en otros quehaceres. Hasta el inicio de la Guerra Civil trabajó en varias sastrerías de la capital especializándose en todo lo relacionado con los nuevos sistemas de planchado que estaban llegando a España desde Reino Unido y Estados Unidos. En el año 33 consiguió sin lugar a dudas su mejor empleo después de entrar a trabajar en la sastrería Flomar, uno de los gigantes de la confección madrileña que años más tarde se convertiría en un gran imperio de la costura y el planchado. En esta década de los treinta, coincidiendo con la proclamación de la II República, fue cuando se afilió al Partido Comunista participando muy activamente en mítines, manifestaciones e incluso en algún enfrentamiento armado con grupos de falangistas.
Pese a sus ideales y su actividad política, hemos podido averiguar que en la sastrería Flomar, situada en plena Gran Vía, nunca se caracterizó por expresar airadamente su manera de pensar. Sin embargo, uno de los socios de este negocio reconoció en la Causa General que antes de la guerra Durán acudía con frecuencia a la Casa del Pueblo.
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Dos miembros de la 36 Brigada Mixta (AGA)

Su trayectoria como agente de Policía
Empezada la Guerra Civi,l Durán participó en los enfrentamientos armados de la capital, intentando sofocar el levantamiento militar en los cuarteles de Campamento. Después, y a petición del Partido Comunista, se incorporó a las Milicias de Retaguardia donde participó en numerosas detenciones y registros domiciliarios en busca de “derechistas encubiertos”. Entre las viviendas que registró en esta nueva faceta como ‘improvisado policía’ destaca la de Víctor Blasco Oller, su antiguo jefe en la sastrería Flomar. ¿El motivo del registro? Durán lo consideraba un burgués que posiblemente tenía algo que ocultar en su casa. No encontró nada.
Tras suprimirse las Milicias de Retaguardia por la cantidad de asesinatos que se produjeron en Madrid entre el verano y el otoño de 1936, Casimiro Durán fue enviado directamente al frente de batalla. Al ser un hombre de confianza dentro del Partido Comunista y sabiendo leer y escribir fue destinado como oficial a la 36 Brigada Mixta que se encontraba en toda la zona de Usera. Allí, en especial en 1937, se combatió con una especial dureza aunque a Durán no se le veía demasiado en primera línea de frente. Lo suyo era la guerra secreta. Los enfrentamientos ocultos que poco tienen que ver con el choque cuerpo a cuerpo. Mientras que otros milicianos trataban de frenar las ofensivas franquistas y combatían en Usera casa por casa defendiendo cada milímetro de terreno, Durán se dedicaba a “cazar fascistas” dentro de sus propias filas. Primero se centró en sus propios hombres, sobre todo aquellos que no tenían un espíritu obrero como tal. Después confraternizó con aquellos que podían convertirse en desertores haciéndose pasar al igual que ellos por desafecto para posteriormente detenerles y llevarles ante un pelotón de fusilamiento.
Aunque Durán no participaba directamente en los combates con los franquistas, solía moverse por las trincheras del emplazamiento elevado del Zofio como pez en el agua. La línea de fortificaciones dentro de los mismos edificios de Usera solía ser un escenario idóneo, sobre todo por la noche, para que los desertores intentaran pasarse al enemigo. El oficial comunista casi siempre se adelantaba a sus planes y justo antes de abandonar la zona republicana terminaban siendo arrestados y ajusticiados casi al instante.
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Zona centro de Madrid. Gran Vía /AGA

El plan más ambicioso
Sin embargo, por lo que pasó verdaderamente a a la historia Casimiro Durán durante la Guerra Civil fue por haber diseñado una “ambiciosa” operación para acabar de un plumazo con casi un centenar de enemigos de la República que se escondían en varias embajadas extranjeras en Madrid. Para llevar a cabo su cometido, no sería de extrañar que contara con el permiso y la autorización de Justo López de la Fuente, el mayor comunista que se encontraba al mando de los regimientos 141 y 144 y que en los años sesenta sería detenido por la Policía de Franco. Como había hecho con los desertores de la 36 Brigada Mixta, el capitán Durán se hizo pasar de nuevo por una persona de derechas para ganarse la confianza de varios individuos partidarios de los nacionales que se encontraban escondidos en varias legaciones diplomáticas. En esta ocasión no lo hizo solo sino que confeccionó todo un equipo de colaboradores que le ayudaron a tramar este plan buscando al mismo tiempo una vía para lucrarse. El objetivo era engañar a un gran número de derechistas, especialmente de clase alta, y hacerles creer que él podía llevarles a la zona franquista a través de un túnel bajo tierra de Usera que sólo él y unos pocos sabía donde estaban. Todo era una farsa. Su verdadero propósito era robarles todas sus pertenencias y ejecutarles sin piedad alguna.
La mano derecha de Casimiro Durán en su despiadada misión era otro capitán comunista apellidado Cabrera. En realidad este otro oficial aprovechó su amistad con un famoso novillero que se encontraba hospedado en una pensión del centro de Madrid (C/ Ventura de la Vega) para acercarse a varios personas de derechas que se encontraban hospedadas allí. La pensión era propiedad de Nicolasa Sánchez Pindado, una mujer de carácter abierto que confraternizaba con sus huéspedes por afinidad ideológica. En poco tiempo, Cabrera se había ganado la confianza de la señora y de varios sacerdotes que se encontraban allí escondidos. Fue en ese instante cuando Durán entró en escena.
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Gregorio Caballero, ayudante de Durán /CG
Durante varias semanas Casimiro Durán se dejó ver por la pensión comentando a todos sus residentes que él podía hacerles llegar a zona nacional a través de un tunel secreto ubicado junto al frente de Usera. Muy pronto, las intenciones de Durán y Cabrera se difundieron por casi todas las embajadas de Madrid donde se escondían cientos de religiosos, militares, falangistas y aristócratas. Los desafectos de la capital ya habían picado en el anzuelo y un gran número de los refugiados se pusieron en contacto con los oficiales comunistas para que estos les intentaran llevar hasta ese túnel y acceder a zona nacional.
Los macabros asesinatos
Entre los días 18 de octubre de y 13 de noviembre de 1937 este grupo de militares de la 36º Brigada Mixta organizaron hasta ocho falsas expediciones hasta zona nacional. La primera tuvo lugar durante la noche del día 18 de octubre. Pasadas las dos de la madrugada, un coche con las insignias del Partido Comunista conducido por el capitán Durán paró justo delante de la Embajada de Paraguay. Un hombre de unos 30 años salió del edificio con el rostro cubierto y se subió al coche a toda prisa. Antes de que el coche se pusiera en marcha, el hombre entregó un reloj de oro y un anillo a Durán: era el precio que debía pagar para ser trasladado a la ‘supuesta otra’ zona. En menos de treinta minutos el vehículo llegó hasta las inmediaciones del frente de batalla de Usera deteniéndose junto a un pequeño hotel situado en el número cuatro de la calle Alfonso Olivares. Nada más bajar del coche fue encañonado a punta de fúsil por otro militar comunista llamado Juan Ruiz Llamas, por un soldado catalán llamado Víctor y por otro individuo de procedencia rumana. En la misma calle le comunicaron que estaba detenido acusado de alta traición después de golpearle con la culata del fusil en la cabeza.
Aquel hombre de unos 30 años fue la primera víctima del túnel de la muerta, tal y como relató uno de los colaboradores más cercanos de Durán tras ser detenido por la Policía franquista después de la guerra. Esta es parte de su declaración policial:
“Un día el declarante vio a este individuo siendo golpeados con palos y vergajos por Juan Ruiz Llamas y Joaquín de la Huerta mientras que le decían que todos los fascistas debían morir. Esta persona sangraba abundantemente. Estuvo detenido en la calle Alfonso Olivares durante veinte días. Fue asesinado a tiros finalmentepor los fusiles de los militares comunistas Gregorio Caballero, Francisco Román Sánchez, Antonio Torres y José Domingo Garzón. Fue enterrado en una gran fosa que hay en la casa. Antes de echar su cuerpo allí, el soldado rumano le robó los zapatos”
Tras esta primera expedición, Durán decidió ser más ambicioso ya que necesitaba que el número de personas que formaban parte de estos viaje fuera más numeroso. Al día siguiente Dionisio Celestino Martín Sánchez y dos personas más que estaban en la embajada de Paraguay también corrieron la misma suerte.
El día 22 de octubre se produjo la siguiente expedición de la que formaba parte Serafín Sánchez Pindado, familiar de la propietaria de la pensión que era capellán del Hispital General. Fue asesinado nada más llegar a la calle Alfonso Olivares en una especie de cueva que había en su interior que se convirtió durante varias semanas en guandoca improvisada.
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Chalet de Usera en el que se cometían los asesinatos /CG

La confirmación de la trampa
De acuerdo con la declaración de Judith Sánchez en la Causa General, cuyo novio también fue asesinado en el Tunel de la fin de Usera, la expedición del 31 de octubre fue más numerosa que las anteriores:
“La expedición la componían ocho ingenieros refugiados en la embajada de Noruega, el novio de la dicente, Francisco Tejero del Barrio y un joven llamado Horacio Martínez Alonso, empleado de banca y secretario particular de Melquiades Álvarez. Todos fueron recogidos por Durán y su enlace y de todos se recibieron noticias de estar prestos para traspasar las líneas del frente”
Sin embargo, ninguno de los miembros de esta expedición pudieron llegar hasta zona nacional. Cuando Judith llegó hasta territorio franquista comprobó que ni su novio ni ninguno de sus compañeros de viaje habían conseguido llegar hasta el otro lado. A mediados de noviembre de 1937, las autoridades franquistas alertaron por radio a los derechistas escondidos en Madrid y el General Queipo de Llano les pidió prudencia asegurando que los “gente de izquierdas estaban engañando a gente de bien”.
Durante casi un mes Casimiro Durán dirigió las expediciones de estos falsos evadidos hasta el barrio de Usera. La última expedición fue la más numerosa (unas veinte personas) y sabemos que formaban parte de ellas dos mujeres, una de avanzada edad y otra de unos veinte años. Las veinte personas fueron asesinadas en el interior de una trinchera próxima al chalet de Alfonso Olivares. Según la declaración de un miembro de la 36 Brigada Mixta, “todos perecieron el mismo día en el que llegaron hasta Usera y en esta ocasión no fueron maltratados”.
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Pared en la que Manuel Toll realizó su escrito / Internet
Después de confirmarles a las víctimas que habían sido engañados, los asesinos solían “pelearse” por bien quién protagonizaba las ejecuciones. El sumario al que fueron sometidos varios miembros de esta brigada comunista tras la guerra asevera que Durán no solía participar en las ejecuciones en sí, “ese trabajo sucio es cosa de otros”, decía otro de sus colaboradores detenidos tras la guerra.
Uno de los casos más espeluznantes de los que se vivieron en el Tunel de la fin de Usera tiene nombre propio y es el de Manuel Toll Messía, uno de los jóvenes que al igual que otros sesenta fueron engañados por los hombres de Durán. Manuel, consciente del engaño al que había sido sometido y tras permanecer preso algunos días en el interior de la cueva del chalet de Alfonso Olivares escribió con la hebilla de su cinturón en un trozo de pared de yeso: “Me han preparado una encerrado y traído a esta casa con otros quince más. Espero nos fusilarán. Cúmplase la voluntad de Dios. Manuel Toll Messía, calle Carbonero y Sol 4 de Madrid”. El muro original se encuentra en la actualidad en una cripta del convento-colegio de las religiosas Teatinas de la Inmaculada Concepción.
Bien entrado el año 1938 la 36º Brigada Mixta fue destinada a otro punto de España. Al estabilizarse más o menos el frente de Madrid sabemos que los miembros de sus batallones participaron en los combates del Ebro y defendieron Castellón hasta que cayó prácticamente en manos de las tropas de Franco. Casimiro Durán, que estaba casado y era padre de dos niños pequeños, terminó abandonando España junto a su familia exiliándose en Francia, al menos durante varios años. La última noticia que pudo recabar la justicia franquista de él fue que una persona le vio en septiembre de 1938 en Valencia, siete antes de que terminara la contienda. Nunca más se ha vuelto a saber nada de él.
Al menos tres milicianos que participaron directa o indirectamente en los asesinatos del Túnel de la fin de Usera fueron ejecutados por la justicia de Franco. Como antes se ha dicho, Justo López de la Fuente, jefe de la 36º Brigada Mixta fue detenido en los años sesenta en España acusado de entrar en nuestro país de una manera ilegal para encargarse de la propaganda del PCEde manera clandestina. Fue enjuiciado también por los crímenes del Túnel de Usera y condenado a una pena de prisión aunque moriría en la guandoca de Soria en 1967 víctima de un cáncer.
Las autopsias de las víctimas del Túnel de la fin
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Mano de una víctima /CG
En varios sumarios de la Causa General hemos podido encontrar las autopsias que hicieron dos doctores de reconocido prestigio a los cuerpos encontrados por las tropas franquistas junto a la calle Alfonso Olivares. Se trataba de las víctimas de Casimiro Durán y sus hombres: en total eran 67 cadáveres más otros restos humanos pertenecientes a otros individuos. Algunos de los informes de las autopsias son demasiado elocuentes y reflejan el padecimiento que tuvieron que soportar estos hombres y mujeres. Estos son dos ejemplos significativos de los 67 informes que se redactaron en la Escuela de Medicina Legal.
Cuerpo A “Cadaver de un hombre de edad media, entre 40 y 45 años. Talla entre 1,70 y 1,75. En el cadáver se encontraron unas gafas de celuloide. En un trozo de camiseta de aprecian manchas de lo que puede ser sangre. Los restos de este cadáver estaban desarticulados pudiéndose observar una fractura craneal al parecer producida por disparos de arma de fuego”.
Cuerpo B “Cadaver de sesso masculino de entre 35 y 40 años. Talla aproximada 1,62 centímetros. Se recogieron pelos de pubis y restos del cuero cabelludo. Conserva en su cuello una cuerda en forma de lazo”.

No todas las autopsias que se llevaron a cabo pudieron llegar a buen puerto. Casi el cincuenta por ciento de las mismas determinaron el nombre y el apellido de los asesinados. El otro cincuenta por ciento de los cuerpos estaban en tan mal estado que no pudieron comprobar su verdadera identidad.
Entre los 67 asesinados en el Tunel de la fin podemos destacar algunos nombres ilustres, muchos de ellos vinculados con la aristocracia madrileña. Se encontraban entre otros: el marqués de Fontalba y su hijo Pepe Hoces y Cubas (20 años), dos hijos del Marqués de Urquijo, el marqués de Peramán (Fernando Díaz de Mendoza), los cinco hermanos Méndez y González Valdés, el señor Navarrete, hermano del Director del Banco Español de Crédito, el fiscal del Tribunal de Casación de Cataliña (González Prieto), el presidente de lo Civil de la Audiencia Territorial de Madrid o el canónigo de la Catedral de Málaga.
 
y volvemos a repetir post, ahora el tunel de la fin de useracomo ya dije, la historia de la embajada de siam es mucho mas peliculera.
Era por ponerte un ejemplo rápido, hombre, y no comprobé nada.No quito ninguno de los dos porque son artículos, autores, diferentes.
 
Última edición:
El asesinato de una niña de 3 años y otras ‘heroicidades’ revolucionarias
Juan E. Pflüger
/ 07 marzo, 2016
La barbaridad de la represión en la retaguardia republicana durante la Guerra Civil tuvo dos momentos en los que la brutalidad se mostró de manera más descarnada. En los primeros momentos de la contienda, cuando la limpieza contra los “derechistas” se convirtió en la prioridad de los milicianos ; y en las horas anteriores a la toma de una población por parte de las tropas nacionales, cuando se pretendía “limpiar el pueblo” de “fascistas”, aunque en la mayoría de los casos nada tenían que ver las víctimas con la política.

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Unos de los más macabros sucesos de esta segunda modalidad tuvo lugar en el pueblo de Granja de Torrehermosa (Badajoz) con el asesinato, junto a toda su familia, de la niña María de las Nieves de la Gala Durán de dos años, según el registro municipal, tres según la causa general. El asesinato de la familia De la Gala tuvo lugar el 24 de septiembre de 1936, dos días después las tropas nacionales, enviadas por el general Queipo de Llano, tomaron la localidad.
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La brutalidad de los criminales marxistas había dejado abandonados los cuerpos de 14 personas asesinadas en el patio de la vivienda de esta familia de propietarios, entre ellos el de María de la Nieves, la ya mencionada niña de tres años; el de Rosario, prima de la anterior y de 10 años; y el de Encarna, de seis años, la hija de una de las criadas de confianza de la casa, que también fue fusilada.
El caso de María de las Nieves, casi un bebé cuando fue asesinada golpeando su cabeza contra la pared de la casa hasta causarle la fin, ha sido manipulado por la propaganda de la izquierda. En la documentación que utilizan diversas asociaciones de la Memoria Histórica esta familia figura como víctimas del franquismo después de que un reportaje de Televisión Española realizado en 1987 y que lleva por título “España en guerra” así lo reflejara.
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Sin embargo la situación fue muy diferente: el patriarca de la familia era Don Sebastián de la Gala Ortiz de 78 años, que tenía dos hijos que fueron asesinados durante las primeras semanas de la guerra llamados Francisco y Felipe. Fueron las primeras víctimas de las matanzas cometidas por los milicianos en el pueblo donde acabarían muriendo casi 100 personas. De ellas casi cuarenta fueron traídas desde el municipio de Fuenteovejuna para que los asesinaran los milicianos granjeños, con demostrada falta de humanidad para dedicarse a estos crímenes.

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Cuando la izquierda justifica los desmanes cometidos en el mundo rural español contra los “señoritos” se cuidan mucho de dejar claro que lo hacían los explotados por la injusticia social secular, que quienes apretaban el gatillo eran miembros de familias que llevaban siglos trabajando por una miseria. En casos como el de Granja de Torrehermosa esto queda totalmente desmentido ya que entre los cabecillas de estos bárbaros criminales, que no dudaron en dar de baja de la suscripción de la vida a tres niñas de 3, 6 y 10 años, se encontraban el dueño de una de las tabernas, el farmacéutico y un maestro nacional del vecino municipio de Azuaga al que se apodaba “el extranjero”.
 
Comunistas contra anarquistas, una guerra civil dentro de otra
Juan E. Pflüger
/ 04 marzo, 2016
“¡Manteneos firmes, la España Nacional está con vosotros! De toda la canalla roja, la FAI es la única fuerza española auténtica”, decía en mayo de 1937 el general Queipo de Llano en una de sus famosas alocuciones radiofónica. Tenía claro el militar que había protagonizado el alzamiento en Andalucía que cuanto menos unidad hubiera en las filas del enemigo, menos capacidad para el esfuerzo bélico tendrían. Los sucesos ocurridos entre los días 3 y 8 de mayo de 1937 en Cataluña, sobre todo en Barcelona, hacía concebir esperanzas de una guerra más corta.

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El 3 de mayo 200 policías se presentaron en la central de teléfonos de Barcelona para hacerse cargo, en nombre del Gobierno, de la gestión del servicio que, en virtud de un bando de colectivizaciones, dependía hasta entonces de los anarquistas. Lo que importaba era hacerse con el servicio de censuras que se encontraba en la segunda planta. Tenía importancia porque era el departamento desde el que se escuchaban las conversaciones con Barcelona y permitía detectar a los enemigos emboscados.
Hasta ese momento los anarquistas habían hecho uso de esa posibilidad de escucha para protagonizar una represión contundente contra los derechistas que eran escuchados cuando hacían alguna afirmación contrarrevolucionaria,un descuido que le costaba la vida y terminaba con su cadáver abandonado en una cuneta. El Gobierno quería hacerse cargo de ese servicio para ponerlo en manos de los servicios de espionaje y aplicar su utilidad al esfuerzo bélico.
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Tras varios tiroteos, los anarquistas fueron desalojados por unidades de la Guardia Nacional Republicana y milicianos comunistas que se sumaron al ataque contra los anarquistas. A partir de ese momento comunistas, por un lado, y anarquistas, por otros, se repartieron la ciudad y empezaron una guerra que causó más de mil muertos y en torno a 1.500 heridos.
Los anarquistas tomaron desde el principio la iniciativa, la zona de la ciudad que controlaron, al oeste de La Rambla, se llenó de barricadas y atacaron a cuanto representante del comunismo y del Ejecutivo catalán encontraban a su paso. La CNT, el POUM, las Juventudes Libertarias o la Asociación de Amigos de Durruti fueron muy contundentes. Además de los ataques contra las milicias del PSUC, abiertamente comunistas, centraron su actuación en los atentados contra autoridades. El más importante fue el asesinato de Antonio Sesé el día 5 de mayo, día en el que iba a tomar posesión de su cargo como consejero de la Generalidad. Sufrió una emboscada organizada por dos docenas de miembros de la CNT contra los que nada pudieron hacer los cuatro escoltas que le acompañaban, que también murieron en la refriega.
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Los días siguientes, 6 y 7 de mayo, los enfrentamientos se extendieron por varios municipios catalanes: Tarragona, Tortosa, Vich y Reus son escenarios de enfrentamientos entre ambos bandos, anarquistas y comunistas, que se saldan con varios centenares de muertos.

La situación era, por entonces, tan complicada que la 26 División Anarquista, anteriormente conocida como la Columna Durruti, se acuarteló en Barbastro para trasladarse a Barcelona a apoyar a sus correligionarios contra los comunistas. Finalmente el día 7 de mayo dos columnas de guardias de asalto formadas por 5.000 hombres llegan desde Madrid y Valencia a Barcelona. Sus órdenes son claras: desarmar a los anarquistas para reestablecer el orden.
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A partir de ese momento, el PSUC y el PCE, con el beneplácito del PSOE y la UGT iniciaron una campaña de depuración contra los anarquistas. Los libertarios eran detenidos y ejecutados, si tenían suerte. Si no la tenían sufrían torturas espantosas. Así cayeron Andrés Nin, el líder del POUM, que fue torturado y asesinado haciéndose desaparecer su cadáver para que no se estableciera una investigación como asesinado, sino como desaparecidos.
Otro caso llamativo fue el de dos anarquistas italianos: Camilo Berneri y Francesco Barbieri. Habían venido para hacer labor periodística para varios medios anarquistas internacionales. Habían criticado muy duramente la imposición estalinista en el Gobierno del Frente Popular. Les costó caro. Fueron secuestrados por comunistas y, ayudados por varios Mossos d’Esquadrafueron asesinados y sus cuerpos abandonados junto al edificio de la Generalidad.
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Llamativo es también lo que les ocurrió a los 12 jóvenes miembros de las Juventudes Libertarias del barrio de Sant Andreu que fueron rodeados por numerosos comunistas cuando se dirigían al centro de Barcelona. Los detuvieron y fueron llevados al cuartel Voroshilov –que era el cuartel general militar del Partido Comunista en Barcelona- donde fueron torturados hasta morir. Los cuerpos fueron encontrados en una fosa con los claros signos de haber sido torturados con saña.

Son solamente algunos ejemplos. La purga de los comunistas contra los anarquistas en Cataluña y Valencia continuaron durante toda la Guerra Civil, prácticamente hasta el final de la contienda.
 
Una de esas historias que se taparon con paletadas de cal y con silencios, con muchos silencios
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Una pequeña historia de lo que es un viernes neցro. Ocurrió la madrugada del viernes 26 de mayo de 1944. Ese día, después de notificarles la sentencia y llevarles un capellán por si querían quedar bien con Dios, sacaron de la Prisión Provincial de Sevilla a 4 hombres para ejecutarlos tras haber sido condenados a la pena de fin en consejo de guerra. Era un día como tantos otros. Los llevaron al Cementerio de San Fernando y pararon junto a su tapia derecha, con la rutina de siempre. Las camionetas, y el coche donde había venido el juez y el médico, encendían los faros enfocando la tapia y formando un tétrico semicírculo de luz que ya era muy conocido por los sevillanos que a esa hora transitaban por las inmediaciones.
Hacía varios años que el gobernador militar había decidido que no se interrumpiera el tráfico peatonal ni rodado mientras se realizaban las ejecuciones. Así no se molestaba a nadie en su camino y, además, servía de recordatorio público de la justicia de la Nueva España.
Bajaron entonces a los condenados del camión, amarrados con alambres unos a otros, y los colocaron en la tapia. Igual no os importa saber quiénes eran, pero os diré que eran muy jóvenes y también os diré sus nombres: Rafael Fernández Ávila, de 21 años, de Constantina; Bernabé Granado Fernández, de 20 años y de Herrera; Francisco Jiménez Navarro, de 21, y Antonio Jiménez Palma, de 27, ambos vecinos de Morón de la Frontera, aunque Antonio había nacido en Algodonales.
No sabemos si gritaban, lloraban o estaban en silencio. Nunca hay crónicas de la forma en que se muere bajo las dictaduras. Como decía Hannah Arendt, los Estados totalitarios se limitan a hacer desaparecer a sus enemigos en el silencio del anonimato. Eran las 6 de la mañana cuando el oficial que mandaba el piquete, el teniente Antonio Ruperto Navarro, dio la orden de abrir fuego. Primero cayeron al suelo 2 cuerpos y después los otros 2, lo que a juicio del oficial denotaba que no se había hecho bien la descarga. Habría que corregirlo para la siguiente vez.
Por cierto, estaba de visita en Sevilla Millán Astray y había ido a ver la Macarena y al Cristo de la Buena fin, ya que era hermano de las dos cofradías. También el día antes había visto salir a la hermandad del Rocío de Triana desde el balcón de la casa del Nene. Este hombre, tan amigo de Franco, conocía bien eso de los enterados de las penas de fin. Una vez estuvo con él 2 horas mientras Franco no paraba de firmar, en uno de esos días que se acumulaba el trabajo de “purificación”.
Al acabar la sesión, Millán Astray estaba que no cabía de emoción al ver a su colega de la Legión ejerciendo como caudillo por la gracia de Dios. Dejemos que lo cuente él: “Nadie, ninguno que no haya cometido crimen y el crimen haya sido probado plenamente en los autos y en el juicio, ha sido condenado. Ante la menor duda, la pena se ha conmutado o se ha mandado en consulta al alto Tribunal Militar. Al terminar aquellas 2 horas tan intensas de mi vida, me permití con todo el respeto que guardo al Jefe del Estado, decirle: mi general, perdón por mi atrevimiento, pero como español y como soldado, he de manifestarle mi admiración al contemplar cómo administras la Justicia y cómo se manifiesta tu corazón tan generoso, tan cristiano y tan español”.
Pero sigamos. Cuando los cuerpos se desplomaron, el médico se acercó a ellos. Era el capitán José Antonio Rufo Moya, bético de pro, que uno a uno fue tomando el pulso a los fusilados. En uno de ellos notó algo pues, retirándose un poco, ordenó que le dispararan de nuevo. Y así se hizo. Se acercó de nuevo el médico y, tras reconocerlo otra vez, “interesó que le dieran un segundo tiro de gracia”. Tras la nueva descarga, por fin, confirmó la defunción de los 4 y el oficial al mando del piquete dio órdenes para que los soldados se marcharan todos al cuartel menos 2 de ellos y un cabo que se quedaron de custodia hasta el enterramiento, ordenándose entonces a los sepultureros que se encontraban cerca esperando, que recogieran los cuerpos y los echaran en una camioneta de Sanidad Militar que estaba preparada para introducirlos en el cementerio y llevarlos a la fosa común.
El médico y el oficial se marcharon a sus asuntos y, quizá, a comentar las novedades del día. Los sepultureros le pidieron a uno de los chóferes unos alicates para cortar los alambres de los fusilados y poderlos introducir en la camioneta con más comodidad. Entonces, se percataron de que uno de los fusilados, el mismo al que habían disparado 2 tiros de gracia, movía los ojos. Inmediatamente, y como el médico ya se había ido, se lo advirtieron al juez, el comandante Francisco Cáceres Velasco. Los cuerpos estaban caídos en una cuneta junto a la tapia, con la cabeza en el fondo mirando hacia arriba, y el juez ordenó a un guardia de los que formaban la escolta que disparase sobre el que movía los ojos. Dos disparos, en el vientre y en el pecho, dejaron zanjado el asunto y los enterradores echaron el cuerpo en la camioneta junto a los otros tres. Al entrar en el cementerio, se detuvieron un momento para que el capellán bendijera los cuerpos y continuaron hacia la fosa común, con la compañía de uno de los guardias de la escolta.
Al llegar a la fosa, sacaron los cuerpos, y al colocar en el suelo el segundo de ellos, el mismo que había recibido ya 4 disparos de gracia más el fusilamiento, se incorporó un poco, diciendo: “por Dios o por caridad, acabadme de dar de baja de la suscripción de la vida que estoy sufriendo mucho”. “Fue tal la impresión que a todos los presentes produjo tal hecho, que de momento huyeron del lugar”. Entonces, el sepulturero, Manuel Gallego, le dijo al guardia que le disparase, pero este estaba tan nervioso que no era capaz de hacer ningún movimiento, pidiéndole entonces el arma para hacerlo él mismo, “y habiéndola recibido en posición de fuego, disparó sobre la cabeza del repetido ejecutado que había hablado y considerándolo ya cadáver, procedieron al enterramiento de los cuatro”.
Cuando llegó un poco más tarde el administrador del cementerio, el sr. Casas, y el capellán le contó lo que había sucedido, se fue a la oficina y escribió un parte al alcalde, que le dio cuenta al gobernador y este al auditor, que determinó abrir unas diligencias que instruyó el teniente coronel Ildefonso Pacheco Quintanilla y que se cerraron sin responsabilidad. Diligencias que, afortunadamente, aún se conservan en el archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla, para vergüenza de aquel viernes neցro.
 
Checas en la Guerra Civil, la represión soviética para exterminar a sospechosos
Juan E. Pflüger
/ 23 febrero, 2016
Las checas que se instalaron en la retaguardia republicana desde el mismo momento de iniciarse la Guerra Civil eran cárceles controladas por los partidos del Frente Popular en las que miles de “enemigos” fueron torturados y asesinados sin ningún tipo de garantías. Toma su nombre de la policía política creada en los primeros momentos de la revolución soviética –la Chrezvichàinaia Komissia (Comisión Extraordinaria)- que sembró el terror durante la represión soviética en la URSS, el país que los frentepopulistas tomaron como ejemplo desde las elecciones de febrero de 1936.

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Desde que se produjo el reparto de armas a las milicias de los partidos políticos de izquierda,una decisión tomada el 19 de julio de 1936 por el jefe de Gobierno José Giral, los elementos radicales que conformaban estos grupos, en lugar de emplearlos en el frente para frenar el avance de las tropas de Franco los emplearon para dar rienda suelta a su afán de venganzay a sus más bajos instintos.
Una vez armados, en Madrid, Valencia, Barcelona,… hasta en pueblos de pequeño tamaño, se incautaron de locales e instalaron cárceles a las que pronto empezaron a denominar como checas. En ellas empezaron a instalar los más salvajes métodos de tortura –asesorados por los soviéticos que llevaban en España desde antes del comienzo de la guerra- y se lanzaron a detener a toda aquella persona que fuera considerada contrarrevolucionaria. En esas cárceles entraban religiosos, burgueses, falangistas, empresarios, periodistas,… pero también quienes eran denunciados por querellas personales y viejos litigios.
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Las checas eran muy variadas en cuanto a sus instalaciones, pero las más activas y con mayor capacidad, sobre todo las que estaban en Madrid, Barcelona y Valencia, instalaron diversos sistemas de tortura. En ellas se realizaban tormentos que iban desde las palizas a las electrocuciones, pasando por las celdas de hielo, campanas de calor, los ruidos estridentes o las luces fijas. En algunas existía una habitación llamada la carnicería, donde se amputaban en vivo miembros para obtener confesiones. Eran frecuentes las celdas que para debilitar la voluntad del detenido le impedían el descanso. Para ello se incluían elementos como catres inclinados que les impedían dormir o suelos con ladrillos en arista que imposibilitaba el apoyo de los pies o tumbarse en él.
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En otras ocasiones las celdas tenían los techos a alturas muy bajas para evitar que los detenidos pudieran incorporarse. Otra práctica habitual era que los carceleros despertasen a los recluidos cada hora para que perdieran la noción del tiempo.
Entre torturas, palizas y acoso, los milicianos responsables de los centros solían hacer juicios ficticios o fusilamientos simulados para que los “contrarrevolucionarios” padecieran ansiedad permanente durante su cautiverio. Cuando los centros se encontraban saturados de detenidos, sin juicio ni causa legal alguna, eran sacados de madrugada y fusilados en las afueras de algunas de las ciudades o poblaciones en las que se encontraban.

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Desde la historiografía marxista se ha pretendido justificar el terror como una respuesta descontrolada de los más radicales dentro de los partidos que conformaban el Frente Popular. Cuando leemos que tres meses después del inicio de la guerra las Checas dejaron de funcionar porque el Gobierno frentepopulista acabó con la represión indiscriminada, estamos ante dos falsedades. La primera es que si bien se desautorizó el uso de estas cárceles a los dirigentes de las milicias de los partidos políticos, pasaron a ser gestionadas por el Servicio de Información Militar (SIM) que era la agencia de espionaje y seguridad del bando republicano. La segunda es que los dirigentes de los partidos del Frente Popular conocieron desde el principio la existencia de estos centros y, lejos de tomar alguna medida para cerrarlos, permitieron que estuvieran gestionados por hombres de toda su confianza. Es más, las checas no pertenecían solamente a los partidos más radicales, comunistas, socialistas y anarquistas, sino que los más “moderados” como Izquierda Republicana o los partidos catalanistas tenían sus propios centros de exterminio.
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En Madrid destacaron por su actividad criminal y represora varias checas: Fomento (luego de Bellas Artes), la de la Escuadrilla del Amanecer que tenía su sede en la Dirección General de Seguridad ¿Incontroladas y al margen del poder republicano?, la de Marqués de Riscal, la de Narváez, la de San Bernardo, la de Ferraz, la de la CNT en el Ateneo Libertario,…. Y así hasta un centenar de estos centros.
En el caso de Valencia fueron tristemente conocidas algunas como la de Santa Úrsula, la de Sorní, la de Grabador Esteve o la de la calle de los Carniceros. Igualmente, en Barcelona, destacaron: la de Vallmajor (conocida como Preventorio D), la de La Tamarita, la del seminario, la de la calle Zaragoza o la de San Elías.

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Algunos de estos centros sirvieron para depurar –entiéndase hacer daño y asesinar- a compañeros de profesión con los que no se coincidía ideológicamente. Un caso especialmente cruel fue el de la checa del Cuartel de Espartero, sede de la Guardia Nacional Republicana, donde fueron torturados y asesinados cientos de Guardias Civiles considerados próximos a las tesis de los sublevados.
 
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