Se disiparon miedos absurdos a andar de noche o al violador desconocido que espera en un portal. Lejos de la imagen de señoras enfadadas mil veces representada por la ideología dominante con su bálsamo de olvido,
las feministas me hicieron más sabia y más feliz.
Empecé a probar mis
nuevos poderes.
Sal a la calle, levanta la cabeza, camina como quieras y si te encuentras un grupo de hombres ociosos en disposición de autoafirmarse,
míralos de frente como diciendo «dime algo si tienes narices» (los piropeadores huelen el miedo). ¡Ah! y todo ello con una sonrisa; hasta contoneándote: «¡Hola, buenas tardes!». No falla.
Es como un sortilegio. Cuanto más feminista soy menos me piropean, más segura ando por la calle y más tiempo hace que ningún hombre me intimida. Y, es evidente,
estoy más buena que nunca.
Teresa Rodríguez es Diputada de Podemos-Andalucía y docente.
Cada vez me piropean menos | espana | EL MUNDO