"Almudena es un nombre de chotis". Sobre "Malena es un nombre de tango", de Almudena Grandes

M. Priede

Será en Octubre
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14 Sep 2011
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Mi progenitora, eso no es una crítica. ¡Sesenta y cuatro páginas!

No le falta al respeto como persona en ningún momento, pero sí como escritora.

1- "Por otro lado, la ilustración de la cubierta, horrenda, de pésimo gusto, prometía a los lectores vernáculos, incultos y pensionistas, entre los cuales no me alineo, que en aquellos centenares de resmas iban a encontrarse con otra Lulú, dicharachera y pilinguiaguda. ¡Qué tristeza!

2-La “abrumadoramente hermosa”, a la que Malena, más adelante, hablando con el abuelo, califica de “muy guapa”, es una pobre mujer adulta que lleva entontecida desde los tres años, como un vegetal, cayéndosele la baba y vomitando la mitad de las papillas que le dan. Es imposible que sea guapa.

3-Aquí, su contundencia empieza a dar signos de vitalidad y -¡por fin!- nos encontramos con “fruta”, “mala leche”, “cabrón”, “ropa interior”, “fruta” otra vez, “me cabreé”, “qué narices” y otros sonoros términos, heraldos tal vez del más encendido léxico que está deseando emplear. Lo malo es que lo pone en boca de la abuela, que ha descrito como muy finolis, aficionada a las misas, las novenas y el rosario vesperal, y en cuyos labios no pegan ni con cuchara de goma.

4-La tía monja le cuenta a Malena, en la capilla, la historia de Santa Agueda y no puede hablar, cada vez que se refiere a ellos, de pechos; tiene que decir todas la veces berzas. Seis veces. La niña, contagiada, le suplica: “tú no te cortes las berzas”. Es grotesco. Sobre todo cuando la monja saca las suyas de bajo la burda estameña del hábito y las pone encima del altar, para hacer una demostración e ilustrar el cuento. Tengo la impresión de que la autora ha llegado al convencimiento de que es precisamente por este tipo de chorradas por lo que le pagan y por lo que tiene éxito. Y lo malo es que quizá sea verdad.

5- “títulos emitidos por una prestigiosa universidad de remeros británicos”. Lo que se dice un chiste a lo Marías

6-Lo que ya he dicho: que la autora habla por la protagonista y que ésta se expresa igual, piensa igual, siente igual, opina igual con siete años que con doce, veintidós o treinta. Aún le queda un año para terminar el bachillerato y, siendo, como es, pésima estudiante, pasa revista a todas las monarquías europeas, al comunismo y al ateísmo.

7- Págs . 128 ant, y ss.- Sigue sorprendiendo -es decir, sorprende todavía más- la elefantíaca memoria de Malena, quien, pasados los años, reproduce una conversación de unas veinticinco páginas, palabra por palabra, toses y tacos incluidos.

8- Inquiero: Vamos a ver, Juan Palomo [crítico literario, creo que del ABC], si tú consideras ésta una gran novela, ¿qué considerarías Tous les hommes sont mortels, de Simone de Beauvoir? Si Almudena Grandes es una gran escritora, ¿qué crees tú que fue Virginia Woolf? Arrodíllate, Palomo. Reconoce que no estamos ni ante Almudena Lessing ni ante Doris Grandes. ¡Ya está bien de mentir, hombre!

9- “Me había enamorado como una auténtica bestia”. Frase completamente aliteraria, impropia de quien pretende gustar a Palomo, que no comunica nada.

10-“Yo era una tía cojonuda”. Pues enhorabuena, no todos podemos decir lo mismo, pero, ¡qué le voy a hacer!, a mí este tipo de gracias no me hacen gracia.

11- Y, en medio de tanta “literatura” de secano, frases como ésta: “la verdad me partió por el eje”. Ni un camión cisterna diría semejante cosa.

12- “Comprendí que su crisis, de la clase que fuera, había pasado”. Malena, a los quince años, se muestra como una psicóloga tan aguda, que el lector experimenta un fuerte deseo de pedirle hora.

13-Al final del capítulo, el lector se queda con la duda -razonable- de si Malena ha sido simplemente besada o plenamente desvirtuada.

- “Pedro [...] la estaba metiendo prisa". Para una mujer que, pretendiendo pasar por escritora, sea laista no sé si hay indulgencia plenaria.

- Y todo ello: “antes de que mi sujetador cayera al suelo como un cadáver de trapo”. Lo que pasa por emborracharse con vinos malos. ¡Qué manía de buscar para todo una comparación aborigen y descapotable!

- Y así, Malena mira a Nené “con la característica sonrisa que algunos dioses condescendientes reservan para su eventual tropiezo con los groseros mortales”. Se ve que Almudena frecuenta el Olimpo y sus costumbres.

- Y, ya puesta: “me sentía tan grande como el cedro del jardín, y tan invulnerable como la roca verde...” Y, a todo esto, de lo que se trata es de comprar unos pantalones en Alemania.

- Malena intenta “reunir la punta de mi pulgar con las de los otros dedos” de la mano que tiene en torno al miembro viril fernandiano y no lo consigue. Digo yo: o mano pequeña o un auténtico penélope. Pág. 194.- “habría hecho llorar a una piedra”. Id.- Fernando instruye a Malena sobre lo que es una platano. Todo correcto, hasta que surge el problema de que el condón es de fabricación nacional. Pág. 195-196.- Malena reconoce que, con anterioridad, sólo ha amado con un tío, Marciano (aclaremos: Marciano de nombre, pero terrestre de nacimiento), y que el acontecimiento tuvo lugar “en el agro extremeño” Lo que ya dijimos al principio: la inexperta quinceañera Malena, la noche de su desvirgamiento en el agro, se comporta como una experimentada cocotte en pensamientos, palabras, obras y omisiones. Un verdadero dechado de cualidades eróticas. Era lo que esperábamos todos desde su nacimiento literario de la mano de Almudena Grandes. Al editor, parece ser que le pareció mucho esperar hacerlo durante doscientas páginas. Entre los lectores, ha habido de todo. Pulvis coronat opus, sentenció alguno de ellos. Pero no es verdad; sólo llevamos un tercio del libro. Para juzgar esta anticuada novela, lo suficiente.

- Un párrafo digno de atención: “Eché a andar despacio por la calle Velázquez, y no la dejé hasta la esquina con Ayala. Entonces torcí a la izquierda, crucé la Castellana, y subí por Marqués de Riscal hasta encontrarme con Santa Engracia. Doblé la esquina, esta vez a la derecha, y seguí andando hasta Iglesia.” Periplo digno, ciertamente, de que lo hubiese narrado Robert Louis Stevenson. A mí, el momento en que atraviesa la Castellana me recuerda las tormentas y consiguientes naufragios en los atolones de La resaca. ¿Y qué decir de cuando se encuentra con Santa Engracia? Sobrecogedor No me extraña que el concejal de urbanismo le enviara a la autora un plano de Madrid chapado en oro.

- La actitud de la enfermera es tan increible como un ectoplasma campeón de ping-pong en las olimpiadas de Albacete. La cantidad de párrafos que dedica Malena a las difíciles menstruaciones de su hermana presuponen la errónea creencia de que eso pueda interesarle a alguien.

- Los gloriosos antecedentes progres de la parlanchina dama [la abuela de la protagonista] no fueron únicamente políticos. Precisamente conoció al abuelo “una noche de juerga en el Gijón... Yo bailaba el charlestón medio desnuda encima de una mesa y él se acercó a mirarme”. Me sobrecojo. En España, donde hasta las pilinguis son decentes y devotas de algún santo, esto de bailar en pelota sobre una mesa del café Gijón tiene mucho mérito.

- ¿Dónde se habrá documentado Almudena para transmitirnos esta imagen del Madrid de los años veinte, tan distinta a la del Madrid “absurdo, brillante y hambriento” de Valle Inclán? [Era ] “un sitio, nos dice, bastante parecido a París o Londres”. El lector corriente y cariacontecido duda. El crítico acompasado se estremece y especula. ¿Madrid ciudad alegre y confiada? ¿Madrid ville lumiére? ¿Unos cuantos catetos compitiendo con el grupo de Bloomsbury? ¡Cristo de Medinaceli, santo y milagroso como el que más! ¿Y ese pestazo histórico a sacristía, covacha, casa de socorro, comisaría y guardia de prevención? ¿De do procede?

QUÉ MALDAD: es imposible que García Viñó confunda decimoctavo con dieciochoavo:

- Que no lea esto don Jesús Aguirre, dieciochoavo Duque de Alba, porque fallece de envidia.

- La abuela empieza a contar la historia de su generación y la que la antecediera. El lector guerrillero y pacifista palidece. Cuando llegue a Melquisedech, piensa nostágico, yo ya no estaré en este mundo. Id.- “Siempre a favor del voto femenino”. No esperábamos menos de tus ancestros, Almudena. Id.- “Así que bailaste con las berzas al aire”. Por favor, Almudena, no nos obligues a pensar en las berzas colgantes de Babilonia.

- Ahora que la abuela ha dejado de bailar el charlestón y de enseñar las berzas, y se limita a hablar, se percibe claramente que lo hace como Malena a todas las edades y como la progenitora de Malena. De hecho, siempre es Grandes la que habla. Y a la misma edad: la edad del pavo. Nota: Si recordamos a aquella tía monja, Magda, que puso las berzas sobre el altar, y tenemos en cuenta que vamos exactamente por la mitad del libro, llegaremos a la conclusión de que la importancia del factor berzas era muy grande para la familia Alcántara. Id.- Todo en este libro son sorpresas y suspenses. El futuro abuelo no busca a su futura esposa, después de aquella memorable noche, por sus berzas, ni por sus pezones que, subrepticiamente, el muy pícaro ha rozado, ni por su ojo ciego, sino porque conoce “su pasión por la Edad Media, que siempre le había parecido el segmento más interesante de la historia de España”.

- “siempre he sentido un poco de lástima por los hombres que se esfuerzan en comportarse como caballeros”. Lo anotamos, Almudena. Si alguna vez coincidimos, no nos comportaremos como caballeros, sino como lo que somos.

MAÑANA SIGO, que me estoy riendo un montón.


Continúo:


-Ahora le toca el turno al abuelo Jaime, el conocido ácrata. Según vamos viendo, a golpe de antepasado, Almudena va rellenando su novela. Pág. 261.- “El abuelo era propietario de su cuerpo”.

-El abuelo “decía muchísimos tacos [...] y refranes rarísimos, muy brutos, pero divertidos, siempre de sesso”. Un precursor

- “Tenía una memoria de elefante”. ¿Dónde he leido yo esta expresión?

-Malena sigue dando pie, con sus intervenciones de actriz secundaria, a que la abuela siga perorando mediante párrafos de media página. Es un recurso de principiante sin mucho porvenir

- La abuela tuvo hemorragias, la abuela vomitaba, la abuela tuvo que guardar reposo, etc., etc. ¡Ya está bien, Almudena! ¿A quién crees que le interesa todo esto? Pero, por lo visto, se trata de un prurito irreprimible. Si es así, satisfazlo fuera de la narración: coge las difíciles menstruaciones de Reina, el desvirgamiento rural de Malena y los achaques de la abuela embarazada y escribe una trilogía tocoginecológica, con recetas, consejos y lista de fármacos incorporada, que te prometo no leer.

- Quede claro que los viejos no celebraron nunca la Nochebuena, pero sí la Nochevieja. Lo contrario nos hubiese escandalizado. Como nos escandaliza, a fuer de modernos consecuentes, que les pusieran Reyes a los niños. ¡Qué barbaridad! Almudena comprende el desaguisado ideológico y obliga a la vieja a excusarse: “ya ves tú, qué absurdo, en el fondo era menso, porque no éramos creyentes...” La que es estulta y absurda es esta explicación vergonzante, que ofende la inteligencia del lector hispano, partidario de los magos y de sus roscos, sea creyente, sea de la rama lagarterana, bética, de secano o carmelita descalza.

-
-¿A dónde pretendes llevar al lector respetable, Almudena? Observo que llevas muchas páginas presumiendo de familia pobre pero honrada, cuando te has llevado antes más de doscientas haciéndolo de niña bien, con mansión en un barrio de alta burguesía, colegio de monjas, fincas en el agro y antepasados conquistadores... ¿En qué quedamos?

-Pero me revienta las taleguillas la progresía, sida intelectual de este país de pijosdalgos.. Y Almudena Grandes es una progre que dice, no lo que piensa o siente, sino lo que cree que la va a dejar bien ante los otros progres

-“En las fotos estoy guapa, realmente guapa...” Como Almudena Torres, como Cebrián, Gala y Marías, Maruja Grandes se muestra muchas veces, a través del texto, satisfecha de haberse conocido y de caminar consigo misma, del brazo, por la vida.

- Confunde escuchar con oir, también como los otros cuatro.

- Reflexiona a la puerta de la iglesia, bajo “una tormenta de gotas de arroz [que] tiñó de blanco el cielo bajo mi cabeza”. Y concluye: “la has cagado, tía, ahora sí que la has cagado”

- “reemplazó la botella vacía por otra llena antes de llenar...”

- “Porfirio bebió en solitario”.

- No es de extrañar que, después de las gratificantes experiencias habidas en el agro con su primo, Malena caiga de lleno en la jododependencia. Por eso, a falta de otro más joven, ahora quiere acostarse con su tío. Apuesto el brazo que no perdí en Lepanto a que lo consigue.

-Al parecer, asesores, críticos, profesores, académicos y lectores pasaron sobre ella sin darse cuenta del peligro que entrañaba.

-Una buena noticia, que alegra al lector elocuente y avispado: a Almudena/Malena le gustan mucho las mollejas. Pero... primer contratiempo serio: a su flamante marido le dan ardor de estomago. Pág. 312-313.- En dos medias páginas, resuelve Almudena el contencioso de las mollejas, que a Malena le sirve para llegar a una conclusión: no debe una acostarse con un hombre al que no le gustan las mollejas.

-Hasta el final del párrafo -dos medias páginas-, instructiva conversación sobre corrimientos, corridas, corridos y corredurías impetuosas o furtivas. Pág. 316.- Una de las cosas que Malena tiene que reprocharle a Santiago es que no gritase “¡Hala, Madrid!” mientras se corría.

- El silencio de Santiago “me devolvió las palabras del Fernando más heroico, el más adorable, el más duro y el más dulce”. Los fallos novelísticos de este cariz que comete Almudena Grandes son numerosos. Ha descrito prolijamente, en su momento, sus encuentros con Fernando, y el lector no ha captado, no ha podido captar, que éste fuera heroico, adorable, duro ni dulce. A menos que se considere heroico, adorable y dulce conducir una moto y hablar de platanos, y duro decir “no jorobes” cuando está precisamente en ello.

-
-“Los ojos como platos”. De verdad, Almudena, una escritora no debe emplear expresiones como ésta. Ni como ésta -id.-: “dejó una propina descomunal, una cantidad astronómica”. Esto es antiliteratura.

-Dice Malena que el feo “era un indivíduo excepcionalmente brillante y lo sabía”. El que no lo sabe, ciertamente, es el lector, pues únicamente le ha “oído” decir chuminadas plastiformes y comportarse como un majadero comarcal. Id.- Sus principales virtudes, según Malena, son: “una elocuencia pasmosa, una lucidez demoledora, una corrosiva actitud para el sarcasmo”. Se ve que lo mira con buenos ojos. El lector, pese a moverse en zig-zag y calentar motores, sigue viéndolo como un fulastre desmarcado, que no dice más que tonterías.

-- “Eres un tío muy interesante”, piropea Malena al feo. El lector se pregunta: ¿por qué lo dirá?

-Por lo que se ve, Malena, de cuya vida se hace cuestión en este libro, se pasa todo el tiempo de holganzas y jolideis, sólo pensando en amar.

-Malena se considera la única mujer a la que no le había atraído nunca otra mujer. Tampoco le atrae ningún hombre. A ella sólo le atraían “las pala- bras que sabían decirme ciertos hombres, y sus platanos”

-Nota: Almudena Grandes, Antonio Gala, Maruja Torres, Javier Marías, Muñoz Molina carecen por completo de sentido poético -sin el cual no hay artista literario-, de sentido del misterio. Ignoran lo que es un símbolo y lo que es un valor estético. De las novelas que han leído -que algunas habrán leído- sólo han captado lo anecdótico. Por eso creen que novelar es ponerse a contar cosas. ¡Y son los que triunfan, lanzados por los editores y apoyados por los medios, en este país donde el que no es costumbrista es porque está en coma! La página 358 es tan representativa del libro entero, que merecería haber sido impresa en tonalidad canela. Seguro que García Berlanga, Cela, Conte, Muñoz Suay y doña Beatriz de Moura la tienen enmarcada

-Le repos du guerriére, una de las novelas eróticas mejores y más profundas que se haya escrito nunca. Ni una sola vez contiene las palabras platano o amar, ni ninguna otra de ésas que hacen parecer las novelas de Almudena Grandes tratados de urología escritos en bastuence.

-Me pregunto si hay algo en la vida de Malena que Almudena no considere lo suficientemente importante como para dejarlo consignado para la posteridad. Yo, por lo menos, no quisiera haber dejado de saber que consiguió un crédito hipotecario en una oficina bancaria que los ofrecía “a un interés inferior en un cuarto de punto al que los ofertaba la sucursal de al lado”. Id.- “me pateé todos los pisos en alquiler”. Id.- Detalles del piso que, por fin, encuentra Malena. Dada la zona -General Díaz Porlier esquina a Lista- no nos extraña que, líneas después, nos informe, naturalmente con frase hecha, de que aparcó de milagro

-(...) y me encontré con una nota escrita a mano sobre la puerta de la nevera”. De lo que dice a continuación vamos a deducir que la nota no está escrita directamente sobre la blanca cha- pa, como sugiere la redacción almudenentarra, puesto que necesita un artefacto adherente para soste- nerse allí. Pero sigamos: como Malena es listísima, “cuando retiré el imán, ya había reconocido la letra de mi marido”, ¿Qué quiere decir esto? Pues que la letra podría haber sido también de uno de los siete enanitos que convivían con los recién casados.

-Almudena Grandes no posee el arte de novelar. Ella, como Maruja Torres, Antonio Gala, Muñoz Molina y Javier Marías, cree que novelar es ponerse a contar cosas. Me pregunto si algún crítico español sabe que la novela es una forma particular del arte literario, que participa, con unas características propias, de “lo poético”, en el sentido que Emil Staiger daba a esta expresión. Y si, por consiguiente, sabe distinguir una novela de lo que no lo es, aunque tenga su apariencia.

-Primer informe sobre lo que más nos importa saber: “***ábamos cada vez menos”. Almudena Grandes no solamente es costumbrista; lo es de la manera más obsoleta, mostrenca y tarugada que se puede ser: mediante la (no)técnica del que Andrés Bosch llamaba “realismo de al pan pan y al vino vino”, sino que en la modalidad de “al amar amar y a la platano platano”. Como creo haber seña- lado, esta escritora ignora totalmente la importancia estética de la insinuación y/o la sugerencia.

-Yo no sé quién fue el general Díaz Porlier, pero sí sé que la calle que tiene dedicada en Madrid será glorificada por los dos recuerdos/homenajes que figurarán en sendas placas sobre las fachadas de otros tantos inmuebles. En una dirá: “Aquí vivió Miguel García Posada, el crítico más aburrido desde la Edad Media”.Y, en la otra: “Aquí ***ó dos veces, en abril de 1986, Malena, el inmortal personaje de Almudena Grandes, que se quedó preñada por no haber funcionado la gravitación universal. El que estaba debajo no la olvida”.

- “yo siempre la había encontrado básicamente anodina” Lo subrayado, como otras introducciones de pata señaladas con anterioridad, constituye una señal de la degradación que está sufriendo la lengua. Como dice mi amigo José Real, cualquier indio colombiano maneja una más rica y pura que la oficinesca de Almudena Grandes, Javier Marías, Maruja Torres, Guelbenzu, Molina Foix, etc., que parece que hayan aprendido (intentado aprender) a escribir en la Caja Rural de Pringuezorra de Enmedio.
 
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-Ahora le toca el turno al abuelo Jaime, el conocido ácrata. Según vamos viendo, a golpe de antepasado, Almudena va rellenando su novela. Pág. 261.- “El abuelo era propietario de su cuerpo”.

-El abuelo “decía muchísimos tacos [...] y refranes rarísimos, muy brutos, pero divertidos, siempre de sesso”. Un precursor

- “Tenía una memoria de elefante”. ¿Dónde he leido yo esta expresión?

-Malena sigue dando pie, con sus intervenciones de actriz secundaria, a que la abuela siga perorando mediante párrafos de media página. Es un recurso de principiante sin mucho porvenir

- La abuela tuvo hemorragias, la abuela vomitaba, la abuela tuvo que guardar reposo, etc., etc. ¡Ya está bien, Almudena! ¿A quién crees que le interesa todo esto? Pero, por lo visto, se trata de un prurito irreprimible. Si es así, satisfazlo fuera de la narración: coge las difíciles menstruaciones de Reina, el desvirgamiento rural de Malena y los achaques de la abuela embarazada y escribe una trilogía tocoginecológica, con recetas, consejos y lista de fármacos incorporada, que te prometo no leer.

- Quede claro que los viejos no celebraron nunca la Nochebuena, pero sí la Nochevieja. Lo contrario nos hubiese escandalizado. Como nos escandaliza, a fuer de modernos consecuentes, que les pusieran Reyes a los niños. ¡Qué barbaridad! Almudena comprende el desaguisado ideológico y obliga a la vieja a excusarse: “ya ves tú, qué absurdo, en el fondo era menso, porque no éramos creyentes...” La que es estulta y absurda es esta explicación vergonzante, que ofende la inteligencia del lector hispano, partidario de los magos y de sus roscos, sea creyente, sea de la rama lagarterana, bética, de secano o carmelita descalza.

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-¿A dónde pretendes llevar al lector respetable, Almudena? Observo que llevas muchas páginas presumiendo de familia pobre pero honrada, cuando te has llevado antes más de doscientas haciéndolo de niña bien, con mansión en un barrio de alta burguesía, colegio de monjas, fincas en el agro y antepasados conquistadores... ¿En qué quedamos?

-Pero me revienta las taleguillas la progresía, sida intelectual de este país de pijosdalgos.. Y Almudena Grandes es una progre que dice, no lo que piensa o siente, sino lo que cree que la va a dejar bien ante los otros progres

-“En las fotos estoy guapa, realmente guapa...” Como Almudena Torres, como Cebrián, Gala y Marías, Maruja Grandes se muestra muchas veces, a través del texto, satisfecha de haberse conocido y de caminar consigo misma, del brazo, por la vida.

- Confunde escuchar con oir, también como los otros cuatro.

- Reflexiona a la puerta de la iglesia, bajo “una tormenta de gotas de arroz [que] tiñó de blanco el cielo bajo mi cabeza”. Y concluye: “la has cagado, tía, ahora sí que la has cagado”

- “reemplazó la botella vacía por otra llena antes de llenar...”

- “Porfirio bebió en solitario”.

- No es de extrañar que, después de las gratificantes experiencias habidas en el agro con su primo, Malena caiga de lleno en la jododependencia. Por eso, a falta de otro más joven, ahora quiere acostarse con su tío. Apuesto el brazo que no perdí en Lepanto a que lo consigue.

-Al parecer, asesores, críticos, profesores, académicos y lectores pasaron sobre ella sin darse cuenta del peligro que entrañaba.

-Una buena noticia, que alegra al lector elocuente y avispado: a Almudena/Malena le gustan mucho las mollejas. Pero... primer contratiempo serio: a su flamante marido le dan ardor de estomago. Pág. 312-313.- En dos medias páginas, resuelve Almudena el contencioso de las mollejas, que a Malena le sirve para llegar a una conclusión: no debe una acostarse con un hombre al que no le gustan las mollejas.

-Hasta el final del párrafo -dos medias páginas-, instructiva conversación sobre corrimientos, corridas, corridos y corredurías impetuosas o furtivas. Pág. 316.- Una de las cosas que Malena tiene que reprocharle a Santiago es que no gritase “¡Hala, Madrid!” mientras se corría.

- El silencio de Santiago “me devolvió las palabras del Fernando más heroico, el más adorable, el más duro y el más dulce”. Los fallos novelísticos de este cariz que comete Almudena Grandes son numerosos. Ha descrito prolijamente, en su momento, sus encuentros con Fernando, y el lector no ha captado, no ha podido captar, que éste fuera heroico, adorable, duro ni dulce. A menos que se considere heroico, adorable y dulce conducir una moto y hablar de platanos, y duro decir “no jorobes” cuando está precisamente en ello.

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-“Los ojos como platos”. De verdad, Almudena, una escritora no debe emplear expresiones como ésta. Ni como ésta -id.-: “dejó una propina descomunal, una cantidad astronómica”. Esto es antiliteratura.

-Dice Malena que el feo “era un indivíduo excepcionalmente brillante y lo sabía”. El que no lo sabe, ciertamente, es el lector, pues únicamente le ha “oído” decir chuminadas plastiformes y comportarse como un majadero comarcal. Id.- Sus principales virtudes, según Malena, son: “una elocuencia pasmosa, una lucidez demoledora, una corrosiva actitud para el sarcasmo”. Se ve que lo mira con buenos ojos. El lector, pese a moverse en zig-zag y calentar motores, sigue viéndolo como un fulastre desmarcado, que no dice más que tonterías.

-- “Eres un tío muy interesante”, piropea Malena al feo. El lector se pregunta: ¿por qué lo dirá?

-Por lo que se ve, Malena, de cuya vida se hace cuestión en este libro, se pasa todo el tiempo de holganzas y jolideis, sólo pensando en amar.

-Malena se considera la única mujer a la que no le había atraído nunca otra mujer. Tampoco le atrae ningún hombre. A ella sólo le atraían “las pala- bras que sabían decirme ciertos hombres, y sus platanos”

-Nota: Almudena Grandes, Antonio Gala, Maruja Torres, Javier Marías, Muñoz Molina carecen por completo de sentido poético -sin el cual no hay artista literario-, de sentido del misterio. Ignoran lo que es un símbolo y lo que es un valor estético. De las novelas que han leído -que algunas habrán leído- sólo han captado lo anecdótico. Por eso creen que novelar es ponerse a contar cosas. ¡Y son los que triunfan, lanzados por los editores y apoyados por los medios, en este país donde el que no es costumbrista es porque está en coma! La página 358 es tan representativa del libro entero, que merecería haber sido impresa en tonalidad canela. Seguro que García Berlanga, Cela, Conte, Muñoz Suay y doña Beatriz de Moura la tienen enmarcada

-Le repos du guerriére, una de las novelas eróticas mejores y más profundas que se haya escrito nunca. Ni una sola vez contiene las palabras platano o amar, ni ninguna otra de ésas que hacen parecer las novelas de Almudena Grandes tratados de urología escritos en bastuence.

-Me pregunto si hay algo en la vida de Malena que Almudena no considere lo suficientemente importante como para dejarlo consignado para la posteridad. Yo, por lo menos, no quisiera haber dejado de saber que consiguió un crédito hipotecario en una oficina bancaria que los ofrecía “a un interés inferior en un cuarto de punto al que los ofertaba la sucursal de al lado”. Id.- “me pateé todos los pisos en alquiler”. Id.- Detalles del piso que, por fin, encuentra Malena. Dada la zona -General Díaz Porlier esquina a Lista- no nos extraña que, líneas después, nos informe, naturalmente con frase hecha, de que aparcó de milagro

-(...) y me encontré con una nota escrita a mano sobre la puerta de la nevera”. De lo que dice a continuación vamos a deducir que la nota no está escrita directamente sobre la blanca cha- pa, como sugiere la redacción almudenentarra, puesto que necesita un artefacto adherente para soste- nerse allí. Pero sigamos: como Malena es listísima, “cuando retiré el imán, ya había reconocido la letra de mi marido”, ¿Qué quiere decir esto? Pues que la letra podría haber sido también de uno de los siete enanitos que convivían con los recién casados.

-Almudena Grandes no posee el arte de no- velar. Ella, como Maruja Torres, Antonio Gala, Muñoz Molina y Javier Marías, cree que novelar es po- nerse a contar cosas. Me pregunto si algún crítico español sabe que la novela es una forma particular del arte literario, que participa, con unas características propias, de “lo poético”, en el sentido que Emil Staiger daba a esta expresión. Y si, por consiguiente, sabe distinguir una novela de lo que no lo es, aunque tenga su apariencia.

-Primer informe sobre lo que más nos importa saber: “***ábamos cada vez menos”. Almudena Grandes no solamente es costumbrista; lo es de la manera más obsoleta, mostrenca y tarugada que se puede ser: mediante la (no)técnica del que Andrés Bosch llamaba “realismo de al pan pan y al vino vino”, sino que en la modalidad de “al amar amar y a la platano platano”. Como creo haber seña- lado, esta escritora ignora totalmente la importancia estética de la insinuación y/o la sugerencia.

-Yo no sé quién fue el general Díaz Porlier, pero sí sé que la calle que tiene dedicada en Madrid será glorificada por los dos recuerdos/homenajes que figurarán en sendas placas sobre las fachadas de otros tantos inmuebles. En una dirá: “Aquí vivió Miguel García Posada, el crítico más aburrido desde la Edad Media”.Y, en la otra: “Aquí ***ó dos veces, en abril de 1986, Malena, el inmortal personaje de Almudena Grandes, que se quedó preñada por no haber funcionado la gravitación universal. El que estaba debajo no la olvida”.

- “yo siempre la había encontrado básicamente anodina” Lo subrayado, como otras introducciones de pata señaladas con anterioridad, constituye una señal de la degradación que está sufriendo la lengua. Como dice mi amigo José Real, cualquier indio colombiano maneja una más rica y pura que la oficinesca de Almudena Grandes, Javier Marías, Maruja Torres, Guelbenzu, Molina Foix, etc., que parece que hayan aprendido (intentado aprender) a escribir en la Caja Rural de Pringuezorra de Enmedio.
 
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