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Madmaxista
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Creo que uno de los mayores obstáculos que se encuentra en el regreso a casa es compatibilizar Fe y razón. El que no tiene fe, normalmente alardea de ser una persona racional y sería la propia razón la que le impide abrirse a la Fe. El que rompe con ese axioma o ley fundamental del mundo moderno, se encuentra abriendo una puerta con todos los miedos del mundo porque acostumbrado a escuchar que la Fe es cosa de fanáticos y de débiles mentales, estaría asumiendo en su persona muchas cosas que ha detestado en otros o que le han procurado momentos de maliciosa burla.
Pero una cosa es decirse racional y otra comportarse según la razón, y tengo para mí que la inmensa mayoría de los que utilizan la razón como coartada en contra de la Fe, realmente viven una racionalidad acomodada, dormida, contenta de conocerse. Es la razón del que se ve a las puertas de ese gran misterio que es la Fe la que despierta y sufre; la que se estresa de tal manera que es posible que no haya conocido una experiencia igual de vivificante por más que incómoda e inquietante.
El "espiritualismo moderno" tiene ya una respuesta preparada como no podía ser de otra manera, porque no es moderno como lo son las cosas nuevas y avanzadas, sino porque lleva siglos gestándose en la cabeza de algunos que han encontrado la manera de imponerlo en nuestro tiempo. Ese pensamiento consiste en dividir la naturaleza humana en sus dos mitades como alternativa a la que en realidad prefiere, que es que somos monos con pretensiones. La voz de la conciencia sigue operando y no hay todavía respuestas satisfactorias que la expliquen de manera universal. Por tanto y puesto que no es posible controlar esa voz interior, se plantea un tipo de pensamiento por el cual la razón y la Fe son cosas completamente distintas, o dicho de otro modo, que la razón es común a todo ser humano (más o menos) y que la fe es cosa de los más sensibles o locos. Quien aceptara ese común divisor se encuentra con vías espirituales muy ilustradas, explicadas... y eso es todo lo que conservan de la parte racional. Sería como un cuento leído a los niños justo antes de quedarse dormidos.
La Fe, o las cosas del espíritu, queda reducidas a "sensaciones" a las que no se pide nada más que sean gratas y a ser posible intensas. El modo de llegar a ellas es indiferente porque se les ha informado que la tecnología moderna y antiogua consigue en unos pocos minutos el "despertar" que antaño requería de varias décadas quieto bajo un árbol. Sea por la vía clásica o por la moderna, la "sensación" es ahora el nuevo grial de los buscadores que no admiten ser simple monos con pretensiones. Como quiera que la consciencia racional actúa como despertador o perro del hortelano, pues se la deja en suspenso poniéndose en manos de la energía cósmica, que siendo perfecta y acallada la razón, sabrá poner las cosas en orden en nuestra propia energía... La única razón aquí es el relato que asegura que existe una relación causa-efecto "científicamente probada" entre la ordenada matriz del universo que actúa como medicina en la destruida matriz de nuestro universo interior. Con esa idea en mente, fijada de antemano una vez ha sido seducido por ese relato, se pone uno de tal manera que quiere como quedarse en blanco. Cualquier cosa que ocurra, por sutil que sea, encontrará de inmediato la "explicación" que corrobore la veracidad de ese relato que se ha dado en llamar curiosamente "técnica" de meditación. Emplear cierta terminología a gente de mi edad, le resulta bastante "crujiente", pero bueno, es lo que hay.
Y ese mundo recién descubierto -experiencias que ya tienen una explicación a modo de prejuicio- resulta de la quietud, del relajo, en buena medida del aislamiento incluso sensorial, o, cómo no, de algún modo de chute que busca atajos. Queda así confirmado que existen "dos mundos", el energético que sin rubor algunos se atreven a identificar con el espíritu, y el material que va a su bola; que es lo que es y tampoco hay que darte tanta importancia. Un universo interior que ha recuperado la estructura fractal del universo universal y un cuerpo que puede ser más o menos bello durante un tiempo pero seguramente feo un tiempo después y para siempre hasta que llegue la muerte liberadora...
En mi experiencia personal confirmo que de esa quietud se extrae cierta tranquilidad en el vivir cada día, pero es efímera y requiere modificar grandemente el entorno en el que uno se mueve para hacer posible un modo de meditación despierta. En realidad es como si prendado de ese universo interior, todo el resto del tiempo se procurara emularlo en cada acción y en cada detalle. El problema es que el mundo exterior y las personas que habitan en él, no están en "sintonía" y ese haber despertado supone, o puede suponer, descubrir un mundo cruel, egoísta y hostil del que es imperativo apartarse.
Existen modos, digamos más inteligentes, que hacen posible la experiencia religiosa y mundana sin que mutuamente se interfieran, o al menos no es una condición de principio. Se asume que el mundo es como es -no lo he inventado yo, son los negocios, amijo...- y que existe además un lugar para la conciencia privada, no siendo necesario que esa conciencia -por ser privada- manifieste su riqueza en este mundo de merda.
¿Les resulta posible encontrar en estos ejemplos que describo como mejor puedo un escenario en el que cabe perfectamente el concepto enajenación?. Añadir que aquí enajenarse es romper con nuestra identidad social -animal social le llaman-. Vivir "en ajeno" respecto a una de las dos cualidades humana, la existencia del yo y de los otros. Si se suele emplear el concepto enajenado en quien vive en ajeno, ¿sería posible admitir que vivir al margen de todo suponga un tipo de enajenación?
¿podría ser la razón el eslabón perdido que "religue" cuerpo y espíritu; otros y yo?
Me temo que por ahí van los tiros. La razón no puede ser un elemento de división en última instancia, aunque lo sean las "razones" que nos sirven pero a las que no servimos. La idea de unidad parece razonable y aparece en muchas tradiciones. No puede por tanto ser la razón un elemento enemigo de la unidad entre yo y los otros, entre cuerpo y espíritu, y contraria a la Fe, porque la razón no inventa nada, solo discrimina. ¿Cómo podría la razón inventar a Dios? Acaso puede intentar explicarlo o negarlo pero la razón en sí, es incapaz de crear nada que se escape a su propia naturaleza notarial...
A los que tienen ese vértigo por verse en la idea o necesidad de regresar a casa, les digo que sean pacientes después de valientes. Lleva un tiempo integrar la Fe y la razón pero resulta más fácil cuando no compiten entre ellas y la razón simplemente espera a ser estimulada en su conversación con la Fe. Cada cual tiene dones distintos o parecidos en diferente proporción. Aceptar que Dios lo que quiso así nos pone a las puertas de comprender si nuestra vida tiene sentido; si ser como somos tiene un valor. No existe medicina mejor que vivir en el espíritu de Dios esta vida tan interesante como breve.
El sentido de la vida es Dios. Y el destino, la Casa de Dios.
Enorme Patrimonio que las fuerzas del mundo se empeñan en destruir y ocultar.
Pero una cosa es decirse racional y otra comportarse según la razón, y tengo para mí que la inmensa mayoría de los que utilizan la razón como coartada en contra de la Fe, realmente viven una racionalidad acomodada, dormida, contenta de conocerse. Es la razón del que se ve a las puertas de ese gran misterio que es la Fe la que despierta y sufre; la que se estresa de tal manera que es posible que no haya conocido una experiencia igual de vivificante por más que incómoda e inquietante.
El "espiritualismo moderno" tiene ya una respuesta preparada como no podía ser de otra manera, porque no es moderno como lo son las cosas nuevas y avanzadas, sino porque lleva siglos gestándose en la cabeza de algunos que han encontrado la manera de imponerlo en nuestro tiempo. Ese pensamiento consiste en dividir la naturaleza humana en sus dos mitades como alternativa a la que en realidad prefiere, que es que somos monos con pretensiones. La voz de la conciencia sigue operando y no hay todavía respuestas satisfactorias que la expliquen de manera universal. Por tanto y puesto que no es posible controlar esa voz interior, se plantea un tipo de pensamiento por el cual la razón y la Fe son cosas completamente distintas, o dicho de otro modo, que la razón es común a todo ser humano (más o menos) y que la fe es cosa de los más sensibles o locos. Quien aceptara ese común divisor se encuentra con vías espirituales muy ilustradas, explicadas... y eso es todo lo que conservan de la parte racional. Sería como un cuento leído a los niños justo antes de quedarse dormidos.
La Fe, o las cosas del espíritu, queda reducidas a "sensaciones" a las que no se pide nada más que sean gratas y a ser posible intensas. El modo de llegar a ellas es indiferente porque se les ha informado que la tecnología moderna y antiogua consigue en unos pocos minutos el "despertar" que antaño requería de varias décadas quieto bajo un árbol. Sea por la vía clásica o por la moderna, la "sensación" es ahora el nuevo grial de los buscadores que no admiten ser simple monos con pretensiones. Como quiera que la consciencia racional actúa como despertador o perro del hortelano, pues se la deja en suspenso poniéndose en manos de la energía cósmica, que siendo perfecta y acallada la razón, sabrá poner las cosas en orden en nuestra propia energía... La única razón aquí es el relato que asegura que existe una relación causa-efecto "científicamente probada" entre la ordenada matriz del universo que actúa como medicina en la destruida matriz de nuestro universo interior. Con esa idea en mente, fijada de antemano una vez ha sido seducido por ese relato, se pone uno de tal manera que quiere como quedarse en blanco. Cualquier cosa que ocurra, por sutil que sea, encontrará de inmediato la "explicación" que corrobore la veracidad de ese relato que se ha dado en llamar curiosamente "técnica" de meditación. Emplear cierta terminología a gente de mi edad, le resulta bastante "crujiente", pero bueno, es lo que hay.
Y ese mundo recién descubierto -experiencias que ya tienen una explicación a modo de prejuicio- resulta de la quietud, del relajo, en buena medida del aislamiento incluso sensorial, o, cómo no, de algún modo de chute que busca atajos. Queda así confirmado que existen "dos mundos", el energético que sin rubor algunos se atreven a identificar con el espíritu, y el material que va a su bola; que es lo que es y tampoco hay que darte tanta importancia. Un universo interior que ha recuperado la estructura fractal del universo universal y un cuerpo que puede ser más o menos bello durante un tiempo pero seguramente feo un tiempo después y para siempre hasta que llegue la muerte liberadora...
En mi experiencia personal confirmo que de esa quietud se extrae cierta tranquilidad en el vivir cada día, pero es efímera y requiere modificar grandemente el entorno en el que uno se mueve para hacer posible un modo de meditación despierta. En realidad es como si prendado de ese universo interior, todo el resto del tiempo se procurara emularlo en cada acción y en cada detalle. El problema es que el mundo exterior y las personas que habitan en él, no están en "sintonía" y ese haber despertado supone, o puede suponer, descubrir un mundo cruel, egoísta y hostil del que es imperativo apartarse.
Existen modos, digamos más inteligentes, que hacen posible la experiencia religiosa y mundana sin que mutuamente se interfieran, o al menos no es una condición de principio. Se asume que el mundo es como es -no lo he inventado yo, son los negocios, amijo...- y que existe además un lugar para la conciencia privada, no siendo necesario que esa conciencia -por ser privada- manifieste su riqueza en este mundo de merda.
¿Les resulta posible encontrar en estos ejemplos que describo como mejor puedo un escenario en el que cabe perfectamente el concepto enajenación?. Añadir que aquí enajenarse es romper con nuestra identidad social -animal social le llaman-. Vivir "en ajeno" respecto a una de las dos cualidades humana, la existencia del yo y de los otros. Si se suele emplear el concepto enajenado en quien vive en ajeno, ¿sería posible admitir que vivir al margen de todo suponga un tipo de enajenación?
¿podría ser la razón el eslabón perdido que "religue" cuerpo y espíritu; otros y yo?
Me temo que por ahí van los tiros. La razón no puede ser un elemento de división en última instancia, aunque lo sean las "razones" que nos sirven pero a las que no servimos. La idea de unidad parece razonable y aparece en muchas tradiciones. No puede por tanto ser la razón un elemento enemigo de la unidad entre yo y los otros, entre cuerpo y espíritu, y contraria a la Fe, porque la razón no inventa nada, solo discrimina. ¿Cómo podría la razón inventar a Dios? Acaso puede intentar explicarlo o negarlo pero la razón en sí, es incapaz de crear nada que se escape a su propia naturaleza notarial...
A los que tienen ese vértigo por verse en la idea o necesidad de regresar a casa, les digo que sean pacientes después de valientes. Lleva un tiempo integrar la Fe y la razón pero resulta más fácil cuando no compiten entre ellas y la razón simplemente espera a ser estimulada en su conversación con la Fe. Cada cual tiene dones distintos o parecidos en diferente proporción. Aceptar que Dios lo que quiso así nos pone a las puertas de comprender si nuestra vida tiene sentido; si ser como somos tiene un valor. No existe medicina mejor que vivir en el espíritu de Dios esta vida tan interesante como breve.
El sentido de la vida es Dios. Y el destino, la Casa de Dios.
Enorme Patrimonio que las fuerzas del mundo se empeñan en destruir y ocultar.