No os hagáis cocos. El opio del pueblo es el opio. Ni que fuéramos iluso.
Fue morirse Susceléncia y le faltó tiempo a la Susana Estrada para enseñarnos el potorro, que no se veía ná porque tenía un gato acostao ahí y como no pillara tiro el fotógrafo no le veíamos ni los labios. Joer, qué tiempos.
Ya les digo, fue como un pistoletazo de salida. Hala, tocristo a bajarse al jovenlandés.
Lo hacíamos por snobismo, porque lo hacían los mayores. Porque los kíes y los intelectualóides lo hacían y todos queríamos ser machos alfa o tíos mu listos con gafas que ya están de vuelta de todo.
No, no comimos de la fruta del árbol prohibido del bien y del mal, nos fumamos el árbol entero señor.
Joer, a veces echo de menos aquella ingenuidad infantil que te hacía tener las cosas mas claras.
No, no fuméis del arbol prohibido de la ciencia del bien y del mal o ya no seréis los mismos. Avisaos váis majettes.
No, si va a tener razón el Bedmenov en su conspiración subversiva ésa. Que basta con que lo hagan los actores o los escritores, o los "artistas" y "artista" en aquella época era quien tenía un piso heredado de su abuela y para allá iban transeúntes y tipos raros, para que la sociedad los imite y se desmoralice. Vamos, que perdimos la moral
y la vergüenza.
Sí, la mayoría de los ye-yes melenudos de la época eran de familia pudiente, que jugaban al snobismo y a la revolución porque tenían un colchón familiar detrás que los acogería como hijos pródigos u ovejas descarriadas el día que colgaran las melenas y se pusieran la corbata.
Otros, de familias menos pudientes
pues no.
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FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.