La BTEG va a explosionar.

O sea, ocurrirá algo parecido a la hiperinflación en la República de Weimar pero esta vez a nivel mundial, es realmente pavoroso.

La hiperinflación
Artículo principal: Hiperinflación en la República de Weimar

Desde el 23 de noviembre de 1922 el Gobierno estaba presidido por Wilhelm Cuno, del DVP, ex director de la compañía marítima Hamburg-Amerika, con el SPD nuevamente en la oposición. El nuevo gobierno se encontró con el problema de las reparaciones de guerra. Cuando se produjeron retrasos en las reparaciones, la Francia revanchista de Raymond Poincaré tuvo un pretexto para ocupar militarmente el Ruhr en enero de 1923. Impotente y totalmente desbordado por los acontecimientos, el gabinete Cuno desapareció entre la indiferencia general el 12 de agosto. El nuevo canciller, Gustav Stresemann, constituyó un gobierno de unidad (de la SPD a los populares), pero para entonces Alemania ya se había hundido en el abismo.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalló el 31 de julio de 1914, el Reichsbank suspendió la convertibilidad de la moneda en oro, con lo que pudieron empezar a emitir grandes cantidades de papel-moneda. Al término de la contienda, su financiación había costado al Reich 185.000 millones de marcos, coste que debía duplicarse si se tiene en cuenta que el marco se vendía al término de la contienda a la mitad de su valor anterior. De estos 185.000 millones, ni tan siquiera la quinta parte (38.000 millones) procedía de impuestos, mientras que el 50% (97.000 millones) provino de empréstitos, y el 27% (50.000 millones) de bonos del tesoro a corto plazo. En 1918 el Reichsbank reconocía una deuda flotante de 49.000 millones,[28] y una acumulada de 96.000, en tanto que la cantidad de dinero en circulación se había incrementado de 2.900 a 18.600 millones. Los instrumentos de financiación a los que había recurrido el régimen imperial habían supuesto, por tanto, un crecimiento del 600% del déficit presupuestario y del 500% de la masa monetaria en circulación. En este sentido, la inflación era menor de lo esperado, ya que la depreciación de la moneda alemana con respecto al dólar entre 1914 y 1919 fue aproximadamente de la mitad: de la relación 1 dólar: 4,2 marcos, se pasó a 1 dólar: 8,9 marcos en enero de 1919. Los precios sólo habían subido un 140% para diciembre del 18, situación similar a la inglesa.

En lo concerniente a las reparaciones de guerra, tras varias reuniones preeliminares en 1920, la Conferencia de París de 1921 había fijado las mismas en 269.000 millones de marcos-oro, a pagar en 32 anualidades, cifra que fue reducida a 132.000 en la Conferencia de Londres. Independientemente del torpe método seguido para fijarlas, estas sumas eran una pequeñez en comparación con el esfuerzo que soportó la Alemania nancy para rearmarse militarmente. Las reparaciones venían a representar no mucho más allá del 1 ó del 2% del PIB, y en torno a un tercio del déficit; suponían en total 8.000 millones de marcos anuales, es decir, menos de la cuarta parte de los gastos bélicos alemanes cada año de la Primera Guerra Mundial. Estas reparaciones se pagaron con dinero prestado por los propios Aliados, que los alemanes jamás devolvieron. Entre septiembre de 1924 y julio de 1931 Alemania pagó, bajo los planes Dawes y Young, 10.821 millones de marcos reparaciones. No volvió a pagar nada más. Por el contrario, su deuda externa pública y privada importaba aproximadamente en el mismo periodo 20.500 millones de marcos, a los que se pueden añadir unos 5.000 millones de marcos de inversiones extranjeras en Alemania; en el mismo periodo Alemania invirtió en el extranjero unos 10.000 millones de marcos.[29]

Para hacer frente al incremento del gasto público provocado por su política social sin aumentar los impuestos, el gobierno alemán se empezó a imprimir cada vez más papel-moneda, aferrándose al error de que la devaluación de la moneda se debía, no a la expansión monetaria y crediticia, sino a la desfavorable balanza de pagos. Hasta enero de 1922, la moneda alemana se devaluó hasta 36,7 marcos por dólar, momento en que la inflación tomó proporciones besugos. A principios de 1922 los precios aumentaron aproximadamente un 70%, lo cual había causado un aumento de salarios (sólo del 60%). En diciembre de 1922 el dólar ya alcanzó el promedio de 7.592 marcos y después de la ocupación del Ruhr en enero de 1923, su caída no tuvo fin. Para entonces la mayoría de la gente había perdido todos sus ahorros, y los contribuyentes se dieron cuenta de que, simplemente con retrasar el pago de sus impuestos, la depreciación del marco los haría desparecer. La Hacienda se hundió, y el gobierno, cada vez con menos ingresos, se financió imprimiendo aún más billetes. El dólar pasó de 17.972 marcos a 350.000 en julio, 1 millón a comienzos de agosto, 4 millones a mediados de mes, y 160 millones a finales de septiembre. El derrumbe del marco fue tan absoluto que dejó de funcionar como valor de cambio, con el consiguiente colapso de la economía alemana. Para octubre de 1923, el 1% de los ingresos gubernamentales procedían de los cauces habituales, y el 99% de la emisión de nueva moneda. En torno al 15 de noviembre se pagaba la inimaginable cantidad de 4’2 billones de marcos por un único dólar. Fue en ese momento cuando Hjalmar Schacht puso en vigor el Rentenmark, una moneda para uso interno respaldada por la riqueza económica del país. Algún tiempo después se creó el nuevo Reichsmark, que sustituyó a las viejas monedas a partir del 11 de octubre de 1924. Los antiguos billetes fueron puestos fuera de circulación el 5 de junio de 1925.

Pese a que el “milagro del Rentenmark” resolvió el problema de la hiperinflación y permitió estabilizar la economía, sus devastadores consecuencias siguieron siendo las mismas. Las diferencias sociales se acentuaron enormemente, y, como de costumbre, los más ricos no sólo no se vieron perjudicados por la hiperinflación, sino que salieron beneficiados. Las grandes empresas pudieron así librarse de sus deudas, reducidas a cero, muy rápidamente. Algunos grandes industriales, gracias a esto, pudieron multiplicar por diez su fortuna: el ejemplo típico es Hugo Stinnes, el llamado "nuevo Kaiser", que creó un inmenso trust industrial adquiriendo empresas arruinadas a precios bajos, gracias a préstamos que devolvió al cabo con marcos sin valor alguno. El poder económico salió fortalecido de la inflación, lo cual constituye la diferencia fundamental entre la crisis de 1923 y la que llevó a Hitler al poder a comienzos de los años 30.

La clase media, en especial los rentistas, quedaron arruinados mucho antes de que la inflación adquiriera proporciones delirantes. Los ahorradores perdieron todo su dinero, mientras que la gente que gastó su dinero en comprar inmuebles y bienes tangibles, la gente que más se endeudó, se había hecho rica. Para el alemán medio era el mundo al revés: las personas que siguieron las normas se vieron estafadas y traicionadas, mientras que quienes las violaron se enriquecieron. Además, unida a la pérdida absoluta del valor del marco, se produjo un alza disparatada de los precios. La hiperinflación de 1923 acabó con la sociedad alemana de preguerra. La reducción del gasto público y las prestaciones sociales para equilibrar personas que llegaban en el momento en que eran más necesarios, después de que gran parte de la población se hubiera arruinado. Deprimidos y desengañados con el republicanismo, su clase política y la pobreza mercantilista, el pueblo empezó a dar crédito a las nuevas alternativas, como el nazismo.

Ante la miseria, el hambre y la falta de atención sanitaria, el ocio se convirtió en un medio de evasión de masas, lo que creó una poderosa industria del ocio (unterhaltungsindustrief) en torno a la prensa, la radio y, sobre todo, el cine, en una verdadera ola de americanización y escapismo social. Fue una época de esplendor para teatros, clubes nocturnos y cabarets, un momento de excepcional riqueza intelectual y artística, con el auge de las vanguardias, representadas por Otto Dix y Bertolt Brecht.

República de Weimar - Wikipedia, la enciclopedia libre
 
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Análisis de Carpatos hace un rato.




Puede que no me entere, pero a mí me sigue poniendo los pelos de punta que una dictadura del estilo de la de China, sea la segunda potencia mundial. ¿Qué garantía tenemos de que los datos sean verdad? ¿Cuánto tardarán en empezar a imponer su estilo de vida basado en pasarse por las narices los derechos humanos? Personalmente ya he visto en los orfanatos de niños que cuidamos en Ucrania como funcionan este tipo de regímenes totalitarios comunistas, o más bien las consecuencias a largo plazo, porque allí ya no tienen eso, pero tardarán una generación en remontar. De momento hoy han cancelado sus negociaciones con Noruega sobre pesca por haberle dado el Nobel de la Paz a un disidente condenado a 11 años por defender la democracia en su país. Poco a poco nos irán imponiendo más cosas. Tienen la deuda de EEUU en sus manos, y ahora parece que entran en la de España. Me preocupa muchísimo.


Yo el futuro en vez de neցro, lo veo amarillo.
 
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