Buenos días.
El balance eficacia/ riesgo. Evitaré hablar de los riesgos de las banderillas para no herir sensibilidades y me centraré exclusivamente en su supuesta eficacia, tomando Pfizer como referencia. Cuestiones de relevancia:
1º.- El 9 de noviembre, de manera unilateral, Pfizer fijó la eficacia de su banderilla en el 90% (únicamente se basó en la exigua cifra de 94 infectados). El 21 de diciembre amplió la eficacia al 95% (únicamente en atención a una muestra de 170 infectados, siempre según Pfizer). Con posterioridad, antes del 1 de marzo vacunó al grupo de placebo como también había hecho Moderna con anterioridad, no pudiéndose así discriminar entre este grupo y el originalmente medicado. (todo bien limpio, sin rastro de sangre)
2º.- Todos somos conscientes que el dato del 95% de eficacia no es un dato cierto y que está convenientemente inflado. Un estudio británico (aportado en su día por el estimado forero
@casipepito) realizado por los Epidemiólogos que asesoran al Gobierno británico en las banderillas el bichito-19 redujo la eficacia de Pfizer, con doble dosis, al 69%. Este estudio está fechado el 18 de mayo de 2021, cuando no se había reportado en el Reino Unido ningún caso oficial de la variante Delta, por lo que se refería únicamente a infectados por la variante Alpha (británica). Todos sabemos que, al trabajar para el Gobierno británico en materia de banderillas el bichito-19, ese dato estaba también convenientemente inflado.
3º.- El Gobierno israelí reconoce oficialmente un nuevo escape de la variante Delta a las banderillas, lo que supone una nueva bajada de eficacia. Además debe ser bastante significativa porque ya han comenzado a inocular la “tercera dosis de refuerzo”, máxime si también, de una manera u otra, están reconociendo que los anticuerpos generados por la banderilla tienen una duración limitada ¿Por qué esta tercera dosis? Sencillo, las otras ya no son eficaces en un grado relevante o pronto dejarán de serlo.
4º Por otra parte, los Laboratorios, los Organismos e Instituciones científicas (OMS y Agencias del Medicamento) y los Gobiernos han hecho un extraordinario abuso interesado del término “eficacia”, con independencia de la mayor o menor falsedad de los porcentajes dados.
La eficacia es un concepto empleado en el seno del Ensayo clínico, en un entorno controlado, con limitaciones, con pobreza en variables y bajo el control del Laboratorio que lleva a cabo el experimento que, entre otros aspectos, selecciona a los voluntarios.
Pero frente al concepto eficacia, hay que contraponer el de efectividad. En términos estrictamente científicos, el grado de efectividad es el valor importante a considerar para ver si un medicamento o una banderilla funcionan o no realmente. La efectividad se mide en la vida real, cuando finalizado el ensayo clínico, el medicamento o banderilla es suministrado a la población fuera del entorno y control del Laboratorio ( en la vida real) cuando influyen infinidad de variables y factores que ni han sido, ni han podido, ni han querido ser considerados ni evaluados en el ensayo. A modo de ejemplo, la eficacia es el “partidillo de entrenamiento” como ensayo previo al partido y la efectividad es el partido de fútbol real (con público, rival, árbitro, lluvia, lesiones, nervios e infinidad de variables distintas al ensayo previo).
Lógicamente, siempre el grado de eficacia es superior al de efectividad, no existiendo precedentes significativos de lo contrario. Sería sorprendente que la eficacia del Laboratorio que comercializa el producto fuese inferior a su efectividad en la vida real, porque en ese caso todos los responsables del ensayo serían automáticamente despedidos.
En un medicamento o banderilla, es la efectividad del mismo lo que realmente importa y tiene valor, nunca la eficacia dada en el ensayo. ¿Y cómo podemos saber la auténtica efectividad de las banderillas? Muy sencillo, cada hospital, cada CCAA, cada Gobierno tiene el dato preciso de la efectividad de todas y cada una de las banderillas porque, cuando un enfermo acude al hospital, es ingresado en UCI o, desgraciadamente fallece, saben perfectamente quien está medicado (y con que marca) y quién no está medicado. Estos son los datos fundamentales discriminados, entre banderilleados y no banderilleados, que debería dar todo hospital, todas las CCAA y el Gobierno a diario pero que, sin embargo, no los suministran. Sobran los comentarios.
La distinción entre eficacia y efectividad no me la acabo de inventar, es una diferencia científicamente consolidada y totalmente operativa. Simplemente, oímos hablar solamente de "eficacia" porque el dato favorece más al Laboratorio y al Gobierno de turno. Así de sencillo. La efectividad real siempre es inferior a la eficacia del ensayo en Laboratorio.
5º.- Un aspecto fundamental en todas las áreas de la vida es el control, los organismos e instituciones encargadas de controlar y supervisar al que ostenta el poder o suministra datos o información oficial sobre algo relevante.
¿Alguien, a estas alturas, cree que el Tribunal de Cuentas controla y supervisa las cuentas y la financiación de los partidos políticos adecuadamente, cuando los miembros de ese Tribunal han sido designados por los propios partidos? ¿Alguien cree que el Tribunal Supremo fiscaliza realmente la honestidad de los políticos cuando la mayoría de los miembros del TS han sido nombrados a dedo por los propios partidos políticos?
Pondré un ejemplo claro, que sucedió realmente. Cuando estalló la crisis financiera en 2008, existían las denominadas Agencias de Calificación de Riesgos (Moody's, Standard&Poor's y Fitch.) que calificaban la solvencia y los productos financieros de empresas, entidades financieras e incluso CCAA y Estados, previo pago de los que recibían la calificación.
¿Cuáles fueron los productos financieros y las entidades que mayor “tortazo” se dieron en la crisis? Exacto, las que tenían la máxima calificación de solvencia y credibilidad, la famosa triple AAA (hipotecas “subprime”, bonos y CDO de los grandes Bancos de Inversión, Lehman Brothers, Bearn Stearns, Morgan, Goldman, etc), hecho demostrativo que, aparte del precio fijado por la calificación, se movían por detrás grandes sumas de dinero para obtener la calificación que te diese la gana. Cuanta más corrupción, riesgo e insolvencia, normalmente más triple AAA se obtenía. En un Estado de Derecho mínimamente normal, los directivos de esas Agencias de rating aún estarían en prisión pero, lejos de ello, siguen operando con la misma normalidad e impunidad que antes.
6º.- Ahora, pensad en los Laboratorios. ¿Quién tiene más poder real, un político, una Entidad financiera, una CCAA, un Gobierno o un Laboratorio? Sin duda alguna, un Laboratorio. Los Laboratorios son grandes monstruos que, mediante un complejo entramado, concentran en unos pocos el 90% de beneficios del sector. ¿Acaso hay algo más importante que el dinero? Sí, la salud, quién controla la salud de la población mundial tiene el poder. Los Laboratorios son el verdadero AMO del mundo, conjuntamente con una serie de multimillonarios que invierten en ellos y se mueven en su entorno de influencia.
¿Y quién controla a un Laboratorio? ¿Quién vigila sus Ensayos clínicos? ¿Quién supervisa para que no hagan trampas y no den datos de eficacia radicalmente falsos y manipulados? ¿Quién controla la elección de los voluntarios del ensayo, si están sanos o tienen patologías, si es verdad que nadie sabe si les dan placebo o medicamento o si, realmente, el Laboratorio si lo sabe?
Pues, supuestamente, los encargados de vigilar, supervisar, fiscalizar, y, en su caso, aprobar, son las Agencias del Medicamento (la FDA, la EMA, entre otras) y la OMS. En estos organismos, salvo honrosas excepciones, se actúa como “empleados” de los Laboratorios, que además de cobrar por hacer su trabajo, supuestamente se benefician también por validar y aprobar las conclusiones y datos de eficacia que un Laboratorio le presenta (eso sí, le presenta un Informe con muchas páginas, muy bonito, con expertos refutados que lo avalan y todo muy limpio y bien firmado en todas y cada una de las hojas por ambas caras)
Sin entrar a considerar los riesgos, ¿Realmente estamos mínimamente seguros que, a fecha actual, las banderillas ofrezcan un grado de efectividad (no de eficacia) que realmente merezca la pena para ser inoculadas? ¿Existe algún tipo de transparencia y claridad al respecto?
¿Cuándo vas a comprar algo, no tienes derecho a preguntar antes al vendedor para ver ti te convence la compra? ¿ No te dicen que en la Farmacia consultes al farmacéutico en caso de duda?
¿Por qué no comparecen en público todos los días, a cualquier hora (en los medios de comunicación, en el Congreso, en Comisiones, en un debate, etc) los responsables de los Laboratorios para que cualquier profesional de la salud o ciudadano que tenga alguna duda pueda preguntar lo que estime conveniente y así poder obtener una respuesta satisfactoria? ¿Es esto una democracia o es la dictadura impuesta por los amos del mundo, los Laboratorios?
“La falta de fundamentos científicos hace que las personas tomen decisiones sencillas sobre temas como la toxicidad de los productos químicos, la eficacia de los medicamentos y los cambios en el clima global”. (Peter Agre)
Que tengáis buen día.