Los jóvenes no tendrán vivienda... ni riqueza

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Artículo del Inmundo:

Los jóvenes no tendrán vivienda... ni riqueza: el alquiler cierra la llave para acumular ahorro en España

En EEUU dicen que ya ha comenzado 'la gran transferencia de riqueza' de padres (ricos) a hijos (ricos). En España, las nuevas generaciones apenas tienen capacidad para crearse un colchón de futuro y la vivienda tiene mucho que ver

La revista Forbes publicó hace unos días su popular lista y reveló una llamativa realidad: por primera vez desde 2009, todos los multimillonarios menores de 30 años heredaron su fortuna. Hay algún emprendedor hecho a sí mimo que llega hasta los 33, pero son los menos; del resto de afortunados -casi una veintena-, ninguno ha conseguido el dinero que tiene por sus propios medios: o bien lo han heredado de un progenitor fallecido, o bien cuentan con una participación destacada en una empresa familiar. En EEUU, que son muy de bautizar fenómenos, aseguran que ya ha comenzado la gran transferencia de riqueza y, aunque parezca lejana, en España las cosas empiezan a apuntar también en esa dirección.

Acumular riqueza se ha convertido casi en una utopía para las generaciones más recientes de nuestro país. Los jóvenes hoy apenas tienen capacidad para ahorrar dinero y crearse un colchón de futuro porque, a las tradicionales dificultades derivadas del mercado de trabajo y de la precariedad de los sueldos, en los últimos años se ha sumado el obstáculo de la vivienda. Lo del mercado laboral no es nuevo, España lleva años a la cola de Europa por tasa de desempleo juvenil (en el 27,7%, según la última EPA); la novedad es que la vivienda se ha convertido en el agente que marca la diferencia: tener o no las llaves de una casa, aunque sea en alquiler, es el nuevo botón del ascensor social en nuestro país, la diferencia entre esa aspiración de vivir mejor que nuestros padres o no.

El Banco de España ha analizado las implicaciones sociales y económicas que pueden conllevar los actuales problemas de acceso a la vivienda en el país. Entre sus conclusiones, apunta a lo que denomina "desigualdad intergeneracional en la acumulación de riqueza". Según su diagnóstico, los mayores precios de la vivienda, tanto de compra como de alquiler, limitan la capacidad de ahorro de los hogares y condicionan su proceso de acumulación de riqueza a lo largo del ciclo vital; en tanto que las dificultades para comprar y alquilar una casa son mayores para los jóvenes, ellos son los más perjudicados, ya que su capacidad para atesorar dinero se reduce al ritmo que se disparan los precios residenciales.

"En las últimas décadas, la acumulación de riqueza neta (financiera e inmobiliaria) por parte de los hogares jóvenes habría sido menor que la que atesoraron sus homólogos en anteriores generaciones. El hecho de ir acumulando un menor patrimonio a lo largo de su ciclo vital implicaría que, de cara al futuro, las actuales cohortes jóvenes serían más vulnerables a la materialización de posibles perturbaciones adversas en comparación con la exposición a estos riesgos por parte de las generaciones previas. Estas generaciones, además, habrían experimentado un grado moderado de desigualdad de la riqueza en relación con los estándares internacionales. En concreto, en un contexto de notable incremento de los precios inmobiliarios, el aumento de la desigualdad de la riqueza en España se habría contenido ante el predominio del régimen de tenencia de vivienda en propiedad, así como por la elevada proporción de hogares que acumulan otros activos inmobiliarios", recoge el capítulo 4 del Informe Anual del organismo dirigido por Pablo Hernández de Cos.

De estas palabras se desprende no sólo que los jóvenes españoles tendrán menos ahorro y riqueza en el futuro, sino que serán más pobres que sus coetáneos europeos y que estarán más desprotegidos patrimonialmente en caso de que vengan mal dadas en el terreno económico. Sólo hay un grupo para quienes el panorama se vislumbra menos sombrío: aquellos que pueden residir en viviendas cedidas de manera gratuita, normalmente, por sus familias. Según el Banco de España, España destaca entre el conjunto de grandes economías europeas por el peso más elevado que tiene entre los hogares jóvenes la residencia en viviendas cedidas sin coste. En concreto, representan un 12,3% frente al 6,5% promedio de la UE, "un fenómeno que probablemente refleja la importancia del apoyo familiar en el caso de los hogares con mayor capacidad económica", según el organismo. Está por ver si alguno de ellos terminará formando parte algún día de la lista Forbes como la veintena de nepo ricos que se han incorporado este año, pero sí se puede intuir que parten con cierta ventaja para la progresión social y económica futura.

Entre otras cosas, porque no tendrán que preocuparse de cómo pagar un alquiler o una hipoteca, ni tendrán que renunciar a otras cosas para cumplir con los caseros o con el banco. La presión es mayor en el caso de los inquilinos jóvenes, que tienen que afrontar un mayor sobresfuerzo para cumplir con sus compromisos de pago. Sirva un dato: la proporción de hogares en alquiler de mercado en España que se encontraban en una situación de sobresfuerzo se situaba en torno al 40% en 2022, un 20% más que la media europea. El sobresfuerzo es mayor en los hogares con menor renta, entre los que se encuadran, de nuevo, los más jóvenes.

Esta situación, además, cronifica el problema. La escasa capacidad de ahorro y la reducida renta de los hogares que residen en alquiler dificultan que los inquilinos puedan reunir el 20% de la entrada para una hipoteca que les daría acceso a una vivienda en propiedad.

Detrás de este problema para acceder a la vivienda que sufren los jóvenes -y no tan jóvenes- de nuestro país no sólo se encuentran las restricciones de oferta del mercado inmobiliario o la creciente demanda -impulsada a su vez por los flujos migratorios-, sino que el mercado laboral puede arrojar muchas respuestas.

España no sólo tiene un nivel de paro estructural que el Banco de España sitúa entre el 12% y el 13% -lo que implica que incluso si la economía crece a pleno rendimiento el país no será capaz de reducir la proporción de desempleados por debajo de ese nivel-, sino que además es el país de la UE con una tasa de paro juvenil más elevada, tiene el mayor problema de sobrecualificación del continente (que lleva a muchas personas a trabajar en puestos que no requieren tanta formación como la que poseen y que, por tanto, están peor remunerados de lo que merecerían), presenta una cuota de paro de larga duración alarmante (1,1 millones de personas llevan más de un año buscando un empleo) y tiene una composición sectorial de la actividad en la que tienen mucho peso los empleos estacionales y más precarios.

Las dificultades de quienes no tienen un puesto de trabajo para acceder a la vivienda son obvias, pero la cuestión está en que quienes tienen un empleo tampoco lo tienen fácil. Más allá del margen de mejora que tiene el país en términos de estabilidad con respecto a otros países de Europa (con tasas de rotación más elevadas y menor supervivencia de los contratos), hay que mirar la evolución histórica del crecimiento económico para darse cuenta de que en el epicentro del mercado laboral se encuentra un estancamiento de la productividad que llevamos arrastrando décadas.

Se trata de ese 'factor mágico' que explica buena parte del crecimiento y que en en el caso de España no logra mejorar, lo que agudiza la brecha en renta per cápita con respecto a los demás. "La productividad aparente del trabajo de España ha registrado un crecimiento promedio entre 2014 y 2022 en términos reales del 0,3%, inferior al 0,9% del conjunto de la UE. Adentrándonos en una comparativa internacional, se observa que existe una brecha importante entre el nivel de productividad español y el de la Eurozona y las principales economías europeas. En 2022, el PIB nominal por hora trabajada en España era un 76% del valor registrado en la Eurozona y solamente el 63% de Alemania. Pero más preocupante que la distancia existente es constatar que esta brecha apenas se ha reducido en las últimas dos décadas (en el año 2000, el PIB por hora trabajada español era un 74% del valor registrado en la Eurozona y el 61% del de Alemania)", explicaba recientemente Javier García Arenas, economista sénior en CaixaBank Research.

¿POR QUÉ LA PRODUCTIVIDAD NO AVANZA?
La recuperación tras la esa época en el 2020 de la que yo le hablo no ha servido para mejorar esa situación: la productividad del trabajo -medida por el PIB por ocupado (lo que es capaz de producir cada trabajador)- ha caído un 1,4% desde 2019, un descenso superior al experimentado en la UE (del 0,8%), según el Banco de España.

Dado que las mejoras de productividad son el principal incentivo que tienen las empresas para mejorar la remuneración de sus trabajadores y, a la vez, el mejor pretexto de estos para reclamar mejoras de sueldo, que la productividad no mejore les condena a sueldos estancados y escasa capacidad de ahorro. Un panorama desolador en un entorno de alquileres e hipotecas al alza.

En los últimos años, el impacto de la inflación en el coste de la vida se ha traducido en subidas salariales en términos nominales (en euros corrientes), pero dado que los precios han subido de manera desproporcionada, su evolución en términos reales (sin tener en cuenta la inflación) apenas ha mejorado un 1,2% desde 2019, mucho menos de lo que han subido las viviendas.

"Nos preocupa de manera estructural que el crecimiento de la productividad haya sido muy escaso en comparativa internacional en las últimas décadas. De la productividad dependen los salarios. Las economías dinámicas y productivas se pueden permitir más subidas de salarios reales, de hecho la relación entre la productividad y los salarios en 1990-2019 en las economías avanzadas muestra la importancia del crecimiento de la productividad para elevar los salarios. España ha tenido comportamientos relativamente pobres de las productividad y esto, por esta relación, justifica los escasos aumentos de salarios reales de nuestra economía que luego tienen incidencia en la vivienda", advierte Ángel Gavilán, director de Economía y Estadística del Banco de España.

Son muchos los factores que pueden aproximar una respuesta. Entre ellos figura el componente demográfico y, en particular, el envejecimiento de la población, que incide de manera directa tanto en la productividad del colectivo de población de más edad como entre los más jóvenes. "En países con poblaciones trabajadoras más envejecidas se aprecian tasas de crecimiento de la productividad más reducidas entre los grupos de edad más jóvenes y una menor propensión a la innovación tecnológica", incide el Banco de España.

Lo explican también los pobres resultados de la educación, el deficiente funcionamiento del mercado de trabajo (con unas políticas activas y pasivas de empleo que requieren una revisión profunda), el (des)aprovechamiento del capital humano por las empresas (que no generan puestos suficientes para absorber al personal cualificado), la debilidad de las inversiones en intangibles (especialmente, en I+D+i) o las implicaciones de la especialización y la estructura productiva del país.

Todo ello incide en una productividad al ralentí que impide que los trabajadores reciban mejores salarios y puedan acumular el ahorro suficiente para acceder dignamente a una vivienda, lo que desencadena un problema socioeconómico de primera magnitud que afecta sobre todo a los jóvenes, incapaces -salvo por herencia- de pulsar el botón del ascensor social hacia un futuro con mejores vistas.

 
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Gran parte de esa riqueza se computaba incluyendo la vivienda seguramente. Con un país con un porcentaje tan elevado de propietarhasta hace nada tampoco suenan a montos nada descabellados.
 
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