I. de A.
Madmaxista
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Es un proceder basado en el conocimiento, sin duda. Si es libre decisión sería entrar en el tema del libre albedrío. El conocimiento es necesario para que nuestras acciones sean correctas, a efectos de no causar sufrimiento ni a uno mismo ni a otros.
El único proceder basado en el conocimiento de que Dios no existe, lo único que tiene sentido si Dios no existe, es alcanzar y asegurar la felicidad en esta vida por cualquier medio. Sólo temerás las leyes humanas, impuestas para que no se establezca la ley de la selva y también para manipular y dominar la sociedad. Y quien pueda impunemente asesinar, o robar, o mentir, o hacer leyes injustas y criminales, si con ello cree alcanzar la felicidad, lo lógico es que lo haga.Existen las misma razones lógicas para confiar en su buena voluntad que las que hay para confiar en la buena voluntad de un fanático religioso.
Por tanto es mucho más peligroso y menos de fiar un ateo convencido que un creyente convencido.
La moral, para un ateo, son los vestigios de las religiones que durante milenios han puesto unas normas morales y han dejado un poso moral que sobrevive en las personas que ya no creen y que no tienen ningún sentido.
Para un creyente, es la moral innata que Dios ha imbuido en el alma humana, que sobrevive en ellas aunque no crean; si bien algunas la han extirpado completamente de su conciencia y otras la mantienen como sus creyentes abuelos y tatarabuelos.
Cuando Kant intenta fundamentar la moral sólo en el hombre y su conciencia, se da cuenta de que no puede; teniendo que recurrir finalmente a Dios.
Para Kant la moralidad y la felicidad van unidas. La alternativa a esto es la desesperación (que será una de las fuentes del existencialismo), ya que en el mundo las mejores personas, las que cumplen el imperativo categórico, no son las más felices, mientras que muchas veces las peores sí lo son.
Por lo cual terminará diciendo:
“La ley moral es así un ideal dentro de mí; debo seguir la idea de la moralidad sin albergar al mismo tiempo la esperanza de ser feliz, y esto es algo sencillamente imposible. Por consiguiente, la moral sería un ideal de no haber un Ser que ejecutara tal ideal, por lo que ha de existir un ser que dote a la ley moral de fuerza y realidad. Ser que, por descontado, habrá de ser santo, bondadoso y justo. La religión proporciona a la moralidad un peso específico y debe ser el móvil de la moral. En este punto se ha de reconocer que, quien se haya comportado de modo tal que sea digno de la felicidad, también puede esperar alcanzar dicha felicidad, puesto que hay un Ser que puede hacerle dichoso.” Lecciones de Ética (1775-1781)
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