Napoleón, de 46 años, despues de entregarse a los ingleses, fue encerrado en la isla de Santa Helena desde 1815, lugar en que el vivió hasta el año de su fallecimiento en 1821. La fin del que fuera principal enemigo de los ingleses a los 51 años de edad, precisamente cuando su seguridad dependía de los que más le odiaban está claro que con los años tendría que suscitar muchar sospechas.
Las primeras sospechas
La causa de fin de Napoleón fue relativamente aceptada hasta mediados del siglo XX. El primer reparo para el diagnóstico apareció en 1955 cuando el doctor sueco Sten Forshufvud da los primeros pasos para reabrir el caso de la fin de Napoleón. Todo partió cuando Forshufvud -que además de gastroenterólogo era también toxicólogo revisó las memorias escritas por Marchand, el leal sirviente que acompañó a Napoleón en Santa Helena. Analizando los síntomas descritos por Marchand sobre la salud de Napoleón, el doctor sueco encontró similitudes entre los síntomas y los efectos de un envenenamiento por arsénico, gracias a su propiedad inodora e insípida, se disimulaba fácilmente en bebidas y comidas. Ese fue el primer apronte. El siguiente tiene relación con las investigaciones del mismo Forshufvud y un toxicólogo forense inglés de Glasgow, Hamilton Smith, sobre la capacidad que tiene el cabello para registrar y guardar los minerales y los tóxicos que han entrado a un organismo, ya sea si se trata de alguien que ha muerto recientemente o si se trata de alguien muerto un siglo atrás. A partir de esta idea, lo que restaba para verificar las anteriores sospechas de Forshufvud era simplemente encontrar una muestra del cabello de Napoleón.
La búsqueda de los cabellos de Napoleón
La costumbre de guardar cabellos de personajes famosos o de seres queridos luego de su fin era frecuente en la época, por lo que el objeto de prueba no demoró mucho en aparecer. Así llegó a manos de Forshufvud uno de los cabellos del mechón que había sido cortado por el sirviente Marchand a Napoleón al día siguiente de su fin, el cadáver de Napoleón Bonaparte fue rapado para la confección de su máscara mortuoria. La técnica que se usó para descubrir la presencia de arsénico en el cabello cortado por Marchand consistió en un bombardeo de neutrones destinado a activar las partículas de arsénico para así medir la concentración del tóxico. El problema es que, a pesar de descubrir la presencia de arsénico, los datos arrojados pertenecían sólo a una pequeña muestra de cabello y esto les hacía no ser concluyentes.
El siguiente paso, entonces, fue conseguir más mechones de pelo de Napoleón Bonaparte. Así, llegaron los mechones que guardó Noverraz, uno de los fieles sirvientes en Santa Helena, otro mechón lo entregaron los descendientes de Betsy Balcombe, la hija de una familia cuya casa fue la primera en la que se hospedó Napoleón en Santa Elena. El otro mechón lo recibió Forshufvud en 1970 de un norteamericano que tenía en su poder otro mechón que había pertenecido al conde de Las Cases, acompañante de exilio en los primeros años, y que había sido recogido en uno de los rutinarios cortes de pelo del emperador. Todas estas muestras fueron sometidas al proceso de bombardeo de neutrones por parte de Forshufvud, confirmando el resultado anterior de una gran concentración de arsénico.
Mientras obtenía estos resultados, Forshufvud publicó en 1962 un libro titulado "¿Quién mató a Napoleón?", que se convirtió inmediatamente en el blanco de ataque de historiadores, principalmente franceses. No sólo miraron con malos ojos que un científico se inmiscuyera en su campo, sino que además rechazaron el peso académico de su trabajo, calificándolo como una mala fantasía literaria de corte detectivesco. Fue en medio de este panorama que hizo su entrada quien se convertiría en el gran apoyo de los trabajos de Forshufvud: el empresario canadiense Ben Weider (el mismo que en 1995 fundará la Sociedad Napoleónica Internacional). Weider no dudó en darle respaldo al científico sueco en sus investigaciones y, siguiendo de cerca sus resultados, también se aventuró en el mundo editorial, publicando a principios de los años ochenta "El asesinato de Napoleón", fue un autentico éxito de ventas y traducido a 44 idiomas.
Más Pruebas de fin por envenenamiento
Los historiadores franceses volvieron a rechazar las conclusiones de esta nueva publicación. Pero Weider siguió insistiendo y en 1995 envió a los toxicólogos del FBI dos cabellos del mechón obtenido por el conde Las Cases. Sometiéndolos a un método de espectrometría de absorción atómica, los expertos del FBI llegaron a los mismos resultados obtenidos por Hamilton y Forshufvud, declarando que concordaban con un caso de envenenamiento con arsénico. Con estenuevo reapaldo a la teoría del envenenamiento, Weider publicó el libro "¿Murió envenenado Napoleón?", pero una vez más amplios sectores se postularon en contra de la teoría de nuevo. A esto se sumó el argumento de algunos expertos que plantearon que, dado lo pequeño de la muestra analizada por el FBI, no era posible la obtención de un cálculo exacto de la concentración de arsénico. Una vez más, y soportando las suspicacias, sobre por parte de los historiadores franceses, Weider comenzó a preparar un nuevo examen.
Esta vez Weider no quería dejar ningún lugar a dudas, para lo cual se dedicó a reunir una mayor cantidad de cabellos de Napoleón de cuya autenticidad no hubiese dudas.. Consiguió no sólo cabellos de las muestras de mechones napoleónicos entregadas por Noverraz, Marchand y Las Cases, sino también dos nuevos conservados por otros personajes de Santa Helena: uno perteneciente a una tal Lady Holland y otra al abate Vignali. Además de esto, Weider decidió hacer las pruebas de espectometría nada menos que en el Instituto Forense de Estrasburgo, que es dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad Louis Pasteur... como una estrategia para eliminar las desconfianzas de los franceses. El año 2000 se llevó a cabo esta nueva prueba, que arrojó como resultado una concentración de arsénico que superaba de 7 a 38 veces la cantidad tolerable, lo que validaba la hipótesis del envenenamiento. Sin embargo, y pese a que algunos se rindieron ante esta nueva evidencia, los opositores a esta teoría reaparecieron, planteando que el arsénico encontrado podía deberse a causas externas, argumentando que el arsénico registrado incluso podía corresponder al uso de productos para la manutención del cabello. Weider una vez más tuvo que contener su triunfo y comenzar a pensar en una prueba que fuese definitiva, aunque él mismo sabía que los cabellos no podían retener contaminación externa ya que existía un proceso de limpieza previo en cada experimento.
En el año 2003, el mismo doctor francés a cargo de la anterior prueba sometió dos de las muestras de cabello de Napoleón a un avanzado sistema de espectrometría, con el que se analizó específicamente el núcleo de los cabellos, dejando completamente de lado las capas exteriores. De este modo, se descubrió que la concentración de arsénico estaba en el corazón de las muestras capilares, lo que obligaba a concluir que la intoxicación había llegado a los pelos por la sangre (y por lo tanto por un proceso que involucraba la digestión) y por ninguna otra vía. Finalmente Weider había encontrado el modo de acallar todas esas teorías que hablaban hasta del papel mural como posible fuente del arsénico.
Los científicos contraatacan.
Sin embargo, tenía que aparecer una piedra más en el toxicológico camino de Weider. Esta vez los responsables de rechazar los argumentos fueron los gastroenterólogos que, analizando los diarios de Santa Helena y los informes de la autopsia de Napoleón (fundamentalmente el de Antommarchi), encontraron los indicios claros de un cáncer gástrico (aunque rechazaron la idea de que éste tuviera relación con el cáncer de su padre). Los primeros artículos que se aproximaban a esta idea aparecieron en "Science Progress" y "Science & Vie", en 2002, y finalmente el que la estableció contundentemente fue el mencionado paper que sacó "Natural Clinical Practice". Síntomas como el dolor abdominal constante, las náuseas, la constipación, el sudor nocturno y la pérdida de peso, sumados a una descripción post mórtem del estómago de Napoleón, que concordaba casi perfectamente con el de una víctima de cáncer gástrico, hacían tambalear una vez más la teoría del envenenamiento. Hay que agregar que los gastroenterólogos también se preocuparon de echar por tierra el tema de la intoxicación por arsénico, dado que la autopsia de Napoleón no mencionaba, entre otros detalles, la existencia de lesiones en las manos o en los pies, que son signos evidentes de la ingesta crónica de arsénico.
Weider, por su parte, sacó varios artículos que respondían a estos argumentos. Invocando las crónicas y el propio informe de autopsia que no hablaban de pérdida de peso ni adelgazamiento, sino que de lo rellenito que estaba Napoleón, Weider afirmaba que era poco probable que con tales características existiera un cáncer terminal. Del mismo modo, invocó a autoridades médicas en cáncer, como Lucien Israel, para afirmar que la descripción de la autopsia de Napoleón no daba pie para pensar en el cáncer como la causa inmediata de su fin. Así mismo, sobre el tema de las lesiones en manos y pies, Weider recordó que la relación entre esas lesiones y el uso de arsénico sólo fue descubierta a fines del siglo 19, por lo que Antommarchi no tuvo cómo reparar en tal detalle. Y así, los argumentos y contra argumentos siguen y siguen, en una espiral que parece indicar que la cruzada de Weider está lejos de terminar. Esto, al menos, hasta que no encuentre un último y definitivo experimento... uno que, al fin, logre que Napoleón aparezca asesinado ante los ojos de todo el mundo.
La última noticia que despertó una vez más este caso fue dada a conocer este año, cuando la revista "Natural Clinical Practice Gastroenterology & Hepatology" publicó un estudio en el que se planteaba que un cáncer gástrico podría haber sido la causa más probable de la fin del ex general francés, y no un asesinato por envenenamiento como se ha tratado de probar anteriormente. El artículo, además, fue convertido por el doctor chileno Roque Sáenz en una solicitada conferencia que ha presentado incluso en otros países de Latinoamérica.
La conclusión del estudio se basa en el análisis comparado entre los datos de la autopsia practicada al cuerpo de Napoleón y los datos aportados por 135 pacientes que en la actualidad habían sufrido cáncer gástrico, logrando verificar una gran similitud con la mencionada patología. Sin embargo, más allá de las conclusiones alcanzadas, lo que más llamaba la atención del estudio era que se trataba del trabajo de 6 médicos especialistas, que no sólo habían tomado una buena parte de su valioso tiempo para realizarlo, sino que estaban preocupados de un paciente que hacía más de siglo y medio que había dejado de existir.
Otra de las cosas que apuntan en contra de esta teoría es que el dato de la edad se vuelve completamente irrelevante al descubrir que la esperanza de vida en el siglo XIX, tanto en Francia como Inglaterra, era de apenas 40 años y que, hacia el 1900, subió a tan sólo 48 años. Con este dato, entonces, podría decirse que Napoleón murió a una edad que superaba por bastantes años la media.
Uno de los estudios más recientes y concluyentes en cuanto a la fin de napoleón sería el estudio italiano que refleja lo siguiente:
La autopsia a Napoleón reveló que murió de un cáncer de estómago a la edad de 51 años, pero la teoría según la cual fue asesinado para evitar cualquier retorno al poder ganó credibilidad en las últimas décadas, ya que algunos estudios indicaron que su cuerpo contenía un alto nivel de arsénico.
"No fue envenenamiento con arsénico lo que mató a Napoleón en Santa Helena," confirmaron investigadores del Instituto Nacional de Física Nuclear de la Universidad de Pavía, quienes analizaron la teoría según la cual los británicos lo asesinaron en 1821, mientras estaba en el exilio en la isla del Atlántico sur.
La investigación italiana, que estudió muestras de cabello de varios momentos de su vida y que están en poder de museos en Italia y Francia, mostró que el cuerpo de Napoleón sí tenía un alto nivel de arsénico, pero que ya estaba fuertemente contaminado desde niño.
Los científicos usaron un reactor nuclear para irradiar los cabellos para obtener una medida precisa de los niveles de arsénico.
Analizando cabellos de varios de los contemporáneos de Napoleón, incluyendo su esposa e hijo, descubrieron que los niveles de arsénico eran en general mucho más elevados que hoy en día.
El ambiente en el que las personas vivían a principios del 1800 evidentemente causaba la ingestión de cantidades de arsénico que hoy consideraríamos peligrosas," sostuvieron los científicos.
Una teoría era que Napoleón fue envenenado accidentalmente por vapor de arsénico de las tinturas en su empapelado en Santa Helena, pero el estudio demostró que no hubo ningún incremento masivo de ese elemento en sus últimos años.
"Está claro que uno no puede hablar sobre un caso de envenenamiento, sino de una constante absorción de arsénico," dijeron los investigadores