proletario
Sentado, viendo pasar a las víctimas de su vanidad
Cuanta razón ahora o nunca yo vivía en el barrio más chungo de Zaragoza y muchas noches atracaban la farmacia junto a mi portal. Recuerdo tener 10 años y andar con mi bocata de nocilla jugando en cualquier sitio y ver grupos de personas con la jeringilla aún colgada del brazo. Ahora parece ciencia-ficción pero que narices, yo lo he vivido. Y lo curioso es que a todos nos parecía mal pero seguíamos viviendo nuestra vida. De todos modos cuanta gente murió por la heroína.
por su barbarie y pedantería (y digo lo llamábamos, porque ese personaje, seguramente último eslabón de una trama muy superior a sus escasas entendederas -acostumbradas a recibir órdenes sin importar el grado de inmundicia e inmoralidad que implicasen- y ejecutarlas lo "mejor" posible, fue el instrumento literal de nuestra desgracia actual, silenciada, cuando no ayudada por medios afines y encubierta por las muchas colaboraciones necesarias para amordazar a quienes no han seguido el juego de la corrupción generalizada -en algunos casos criminal hasta el absurdo y cruel hasta con los propios hijos-, en la Costa del Sol)...