Yo entiendo todos vuestros razonamientos sobre rentas antiguas, ahorro, langostos surfeando lo mejor de ambos mundos, etc, y tenéis razón seguramente. Pero el comercio específico y tradicional, crecido al calor de la costumbre, es una parte importante de la identidad de las ciudades, de lo que las hace únicas. Referencias para el habitante y el nostálgico, decorados auténticos para el visitante.
Muchos de estos negocios caen por las modas, los cambios de gustos o prioridades. En fin, tampoco vamos a subvencionar las cererías o los videoclubs solo porque nos resulten simpáticos.
Pero también es indicativo del brusco cambio demográfico. Antes el reemplazo de Paco y Pili eran el Dani y la Mari, que aunque iban incorporando sus cosas generacionales, mantenían un cierto hilo conductor con las costumbres e identidades asociadas a esos comercios, o las iban incorporando por asimilación al contexto. Hoy el Dani y la Mari no tienen hijos, o si acaso 1, que es de la minoría "española étnica" de su clase. El resto es un "melting pot" (que dicen algunos teóricos) en el que los ingredientes se funden de manera confusa y global, marrón en todos los sentidos imaginables, todo igual en todos lados.
Yo cuando vuelvo a la ciudad donde crecí me da una nostalgia de la leche, y no es tanto por los negocios "clásicos" en sí, algunos de los cuales realmente no he pisado en la vida. Es por un mundo que muere, a una escala inédita, no es simplemente una sucesión generacional, es que las calles de España ya no son otra cosa que un lugar de paso. Cada confitería o ferretería "de toda la vida" sustituida por un Tecnocasa o un paki frutapocha es un recordatorio de cómo nos vamos convirtiendo en una minoría en nuestra propia casa.