“Para nosotros, luteranos en Roma, Francisco es nuestro obispo” (
Aleteia).
Luteranos tibios y luteranos no tibios, ok Francisco.
¿Quienes son los católicos tibios, su tibieza?
LUTERO PREDICA EN LA BASÍLICA DE SAN PEDRO:
Existe el peligro de que uno oiga hablar acerca de la justicia de Dios y, sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste. San Agustín ya lo había explicado claramente: “La ‘justicia de Dios’, escribía, es aquella por la cual él nos hace justos mediante su gracia; exactamente como ‘la salvación del Señor’ (Sal 3,9) es aquella por la cual él nos salva”
[6]. En otras palabras, la justicia de Dios es el acto por el cual Dios hace justos, agradables a él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un hacer justos.
Lutero tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad, después que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido y es
esto sobre todo lo que la cristiandad le debe a la Reforma, la cual el próximo año cumple el quinto centenario. “Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que se me abrieran de par en par las puertas del paraíso”.
(P. Raniero Cantalamessa, Basílica de San Pedro, Viernes Santo, 25 de marzo de 2016)
Raniero Cantalamessa - Wikipedia
FRANCISCO:
Las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quizá algunos métodos no eran los correctos, pero en aquel tiempo, si leemos la historia de “Pastor”, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo que imitar.
Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, obsesión por el dinero, el poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, dio un paso adelante, justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado.
El dio una medicina a la Iglesia,
pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer, de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Siglio, Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos, ¿quiénes estaban? Los príncipes. «Cuius regio, iuos religio».
Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender. Después fueron adelante las cosas, hoy el diálogo es muy bueno; ese documento sobre la justificación creo que es uno de los documentos ecuménicos más ricos, más profundos. Pero hay divisiones, dependen también de las Iglesias. En Buenos Aires había dos Iglesias luteranas, una pensaba de un modo… en la propia Iglesia luterana no hay unidad, pero se respetan y se aman.
La diversidad es lo que quizá nos ha hecho tanto daño a todos. Hoy tratamos de retomar la entrada para reencontrarnos tras 500 años. Debemos rezar juntos. Rezar. Para esto la oración es importante. Segundo, trabajar por los pobres, los perseguidos, tanta gente, los refugiados, tanta gente que sufre.
Trabajar juntos y orar juntos. Y que ideólogos estudien juntos, buscando… esto es una historia larga, larguísima. Una vez bromeando dije: «yo se cuál será el día de la unidad plena». ¿Cuál? El día después de la llegada del Hijo del Hombre. Porque no se sabe, Él es quien hará la gracia, pero mientras tanto: orar, amarnos y trabajar juntos, sobre todo por los pobres, la gente que sufre, la paz, tantas cosas, el aprovechamiento de la gente, muchas cosas en que se está trabajando conjuntamente.
(Entrevista en el avión al Papa Francisco tras el viaje a Armenia, 26 de junio de 2016)
DOCTRINA CATÓLICA:
Concilio de Trento, Sesión sexta, 13 de enero de 1547, Decreto sobre la justificación,
Denzinger-Hünermann 1520-1583
1558: Can. 8. Si alguno dijere que el miedo del infierno por el que, doliéndonos de los pecados, nos refugiamos en la misericordia de Dios, o nos abstenemos de pecar, es pecado o hace peores a los pecadores: sea anatema [cf.*1526; 1456].
1560: Can. 10. Si alguno dijere que los hombres se justifican sin la justicia de Cristo, por la que nos mereció justificamos, o que por ella misma formalmente son justos: sea anatema [cf.*1523; 1529].
1561: Can. 11. Si alguno dijere que los hombres 1561 se justifican o por sola imputación de la justicia de Cristo o por la sola remisión de los pecados, excluida la gracia y la caridad que se difunde en sus corazones por el Espíritu Santo [cf. Rom 5, 5] y les queda inherente; o también que la gracia, por la que nos justificamos, es sólo el favor de Dios: sea anatema [cf.*1528-1531; 1545s].
1562. Can. 12. Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza de la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos: sea anatema [cf.*7533s].
1571: Can. 21. Si alguno dijere que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan: sea anatema.
1583: Can. 33. Si alguno dijere que por esta doctrina católica sobre la justificación expresada por el santo Concilio en el presente decreto, se rebaja en alguna parte la gloria de Dios o los méritos de Jesucristo Señor Nuestro, y no más bien que se ilustra la verdad de nuestra fe y, en fin, la gloria de Dios y de Cristo Jesús: sea anatema.
Pío XI
Prohibición de todo trato con los que no profesan la verdadera doctrina
Nadie, ciertamente, ignora que
San Juan,
el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto “Amaos unos a los otros”,
prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesaran, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: “Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis’ (2 Jn 10)”. (
Pío XI. Encíclica Mortalium animos, n. 9, 6 de enero de 1928)
Pío IX
Necesidad de anatematizar a los que se apartan de la fe de Cristo, traicionando al depósito de la fe
Ya
desde el origen de la Iglesia naciente, conviniendo que la fe de los elegidos fuera probada como el oro en el fuego,
el Apóstol, vaso de elección,
quiso advertir a los fieles, que si alguno se levantare de los que alteran y trastornan el Evangelio de Cristo, diseminando falsas doctrinas y haciendo traición al depósito de la fe, aunque fuera un ángel el que evangelizara otra cosa que lo evangelizado,
era preciso anatematizarlo. (
Pío IX. Carta apostólica Ad Apostolicae Sedis, 22 de agosto de 1851)
Las confesiones separadas de la Iglesia no constituyen parte de Ella
Examinando cuidadosamente y reflexionando sobre el estado de las diversas sociedades religiosas, divididas entre sí, y separadas de la Iglesia Católica…
no se puede dejar de estar convencido de que cualquiera de estas sociedades por sí mismas, ni todas ellas juntas, no pueden de ninguna manera constituir y ser la única Iglesia católica que Cristo nuestro Señor construyó y estableció, y que por su voluntad debe continuar; y que
no pueden de ninguna manera decir que son ramas o partes de esa Iglesia, ya que están visiblemente separadas de la unidad católica. (
Denzinger-Hünermann 2998. Pío IX, Carta apostólica Iam vos omnes, 13 de septiembre 1864)
León XIII
Evitar trato con los que se esconden bajo la máscara de la tolerancia religiosa
Todos deben evitar la familiaridad o amistad con cualquiera que sea sospechoso de pertenecer a la masonería o a grupos afiliados. Conocedlos por sus frutos y evitadlos.
Debe evitarse toda familiaridad, no sólo con aquellos impíos libertinos que promueven abiertamente el carácter de la secta, sino también
con aquellos que se esconden bajo la máscara de la tolerancia universal, el respeto a todas las religiones, y el deseo de conciliar las máximas del evangelio con las de la revolución. Estos hombres buscan la reconciliación de Cristo y Belial, la Iglesia de Dios y el estado sin Dios. (
León XIII. Encíclica Custodi di quella fede, n. 15, 8 de diciembre de 1892)
Lutero en el Aula
Pablo VI del Vaticano junto a Francisco.
Pero más tarde
se requirió aún más atención cuando los luteranos y calvinistas se atrevieron a oponerse a la doctrina inmutable de la fe con una variedad de errores casi increíble.
Ellos no ahorraron medio algunos para engañar a los fieles con las perversas explicaciones de los libros sagrados. (
Gregorio XVI. Encíclica Inter praecipuas, n. 4, 8 de mayo de 1844)
Toda ella, en efecto, consiste en suponer que la verdadera Iglesia de Jesucristo consta parte de la Iglesia Romana difundida y propagada por todo el orbe, parte del cisma de Focio y de la herejía anglicana, para las que, al igual que para la Iglesia Romana, hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (cf. Eph 4, 5)… Nada ciertamente puede ser de más precio para un católico que arrancar de raíz los cismas y disensiones entre los cristianos, y que los cristianos todos sean solícitos en guardar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz (Eph 4, 3)… Más
que los fieles de Cristo y los varones eclesiásticos oren por la unidad cristiana, guiados por los herejes y, lo que es peor, según una intención en gran manera manchada e infecta de herejía, no puede de ningún modo tolerarse. (
Pío IX. Carta del Santo Oficio a los obispos de Inglaterra, 16 de septiembre de 1864)