Yo me he criado con perros. Siempre. De niño los conocía tanto que me cruzaba con pastores alemanes por la calle, les miraba a la cara, les abría la boca y les metía el brazo. Nunca me ha mordido uno. Ni he visto a un pastor alemán atacar al cuello ni al estómago.
Un verano trabajé en una residencia canina y nos trajeron una fiera que, de broma, decíamos que debía de ser un cruce de mastín con tigre de Siberia. Yo tenía que echarle de comer y limpiarle la jaula. Cuando me acercaba a él, me enseñaba los dientes y se lanzaba contra la malla de la jaula con unos ojos que daban terror. Cuatro horas estuve sentado junto a la jaula tocando musiquilla en un minicasio y hablándole para tranquilizarlo. Cuando vi que estaba en disposición, le toqué la trufa a través de la malla, dejé que me oliera, observé su reacción y abrí la parte de arriba. Me lamió la mano. Cuando entraba en la jaula, tenía que quitármelo de encima porque me ponía las patas delanteras en los hombros y me pegaba lametazos en la cara. Cuando me fui, la mala bestia que me sustituyó, entró a limpiar la jaula con un palo para dominar al perro. Veinticinco puntos de sutura le pusieron. Y suerte tuvo de que no fuera una raza seleccionada genéticamente para dar de baja de la suscripción de la vida.
Adoro a los perros, Cuento estas anécdotas para que veáis cuál es mi relación con ellos. He tenido incluso un cuarterón de lobo y pastor alemán (increíblemente fiel, pero por excesivamente territorial, causaba problemas cuando alguien venía a casa, que se limitaban a morder culos, nada de desgarrar gargantas; no estaba en sus genes). Yo era un niño y hoy, no habría tenido un perro como ese. Se le veía el carácter desde pequeño. Y lo educamos exactamente igual que a todos los anteriores y posteriores que tuvimos, que salieron mansos. Pero este tenía una genética distinta.
Una vez iba con un primo mío, con fobia a los perros por el campo, y tenía que entrar en un sitio donde había un mastín. En la misma finca, había otro de buena naturaleza con el que yo jugaba a menudo a que me mordiera el brazo. Me dijo, "acompáñame, que hay un perro que me da miedo". En cuanto lo vi le dije "no, yo al lado de ese perro no paso", "¡Pero si a ti no te dan miedo los perros!" "¡A mí me dan miedo los perros que tienen que darme miedo, le contesté!"
Un día, un tío mío, apareció con un perro nuevo. Mientras lo saludaba, lo acaricié descuidadamente. De repente, lo miré a la cara y lo noté. No conocía la raza, pero le dije: "Tío X, este es un perro de presa". Había tenido muchos perros, pero estaba ya mayor, y poniendo cara traviesa me hizo con el dedo y el labio un gesto de que me callara. Era un dogo argentino. Habitualmente era manso. Pero un día, de repente y sin provocación, cogió al perro de la finca vecina y lo mató. Mató al perro como podía haber dado de baja de la suscripción de la vita a cualquiera de los nietos de mi tío, para él no hay distinción.
Los perros tienen características de raza. Es cierto que en mi vida me he topado con un labrador muy agresivo y con un pitbull al que un cachorro que tenía entonces se le colgaba de las orejas y tenía una paciencia infinita. Era manso. Pero eso son excepciones. Las razas han sido cuidadosamente seleccionadas a lo largo de generaciones para que tengan unas características determinadas: velocidad para perseguir liebres, olfato para encontrar presas u objetos, fuerza para disuadir a los lobos de atacar... o dotes para ganar en una pelea de perros, tan viejas como la humanidad y muy apreciadas entre diferentes culturas (¿razas?) humanas, como cierto tipo de anglosajón o de etnias procedentes del subcontinente asiático. Por otra parte, aunque ya mayor, he descubierto que las razas de gato también han sido seleccionadas con fines distintos: desde el sagrado del Siam, una bola de pelo dócil y sociable hasta el con frecuencia arisco gato común europeo, con muchos menos siglos de domesticación que los asiáticos.
Considero una barbaridad esta normativa. No son capaces de vacunar a la población, algo en que se tarda segundos en hacer, en un año y ¿van a comprobar el carácter de todos y cada uno de los perros habidos y por haber en España? A otro perro con ese hueso.
Lo que subyace aquí detrás es otra de las supersticiones posmodernas de los herederos del 68. No se puede estigmatizar una raza. Las razas no existen, existen los individuos.
El concepto desquiciado de raza que tenían Hitler y sus acólitos y los racistas científicos del siglo XIX como Gobineau y la pléyade de anglosajones supremacistas nos han hecho, por lógica reacción, ciegos a una realidad. Las razas existen. Y son diferentes porque se han adaptado a medios diferentes: los esquimales pueden alimentarse únicamente de carnes grasas (focas, morsas, pescado, etc) porque tienen mutaciones especiales en los genes implicados en el metabolismo de la grasa que les ayudan en parte a contrarrestar los efectos de una dieta alta en grasas de mamíferos marinos. Apenas tienen infartos; una dieta así, a otras razas las mataría. Los personas de color al norte de Londres necesitan aportes extra de vitamina D, porque su piel está hecha para soportar el sol fuerte, y necesitan una exposición mayor que un blanco para sintetizar esta y, a una determinada distancia del Ecuador, no producen bastante. Y así todo. No hay razas mejores o peores, sino con potencialidades diferentes y pueden aprovecharse las de una u otra dependiendo de las circunstancias.
Con los perros ocurre exactamente lo mismo en mayor medida: nosotros los hemos seleccionado conscientemente para que tengan unas determinadas habilidades y caracteres. Convertir en animal de compañía a perros que han sido seleccionados a lo largo de siglos para desgarrar, mutilar y degollar es una barbaridad. Si vives solo en medio de una montaña y no puede arrancarle la garganta a nadie más que a ti mismo, eres libre de elegir los riesgos que quieres correr. Pero si te dedicas a pasearlo por entornos habitados, el perro debería serte decomisado, castrado (y prohibida la cría y venta de la raza en cuestión) y a ti ponerte a disposición judicial por imprudencia temeraria (con o sin resultado de muerte).
Mira: esta leona adoptaba crías de antílope:
Una leona adopta a crías de antílope. Ahora pon a jugar a tus hijos, no ya con esta leona en particular, sino con cualquiera que puedas encontrar. Total, si no ha habido ningún dueño que la haya educado mal ¿Qué peligro iba a suponer su carga genética?
En Francia, está prohibido vender, comprar, importar o introducir perros de razas peligrosas desde 1999. Que aquí permitan a la cantidad de personas que hay con la autoestima mal calibrada pasearse con esas bestias donde hay, no ya personas adultas, sino niños, dice mucho del nivel de irresponsabilidad al que hemos llegado como país, desde los más altos mandatarios de la nación hasta un don nadie como yo.
Les interdictions pour les chiens dangereux applicables en France
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