Verá, yo es que tengo clarísimo que al que me hubiese intentado obligar por la fuerza, le habría dado de baja de la suscripción de la vita.
Es una de esas situaciones en las que lo que hay que hacer, es decir, lo que debe de hacerse, está clarísimo, el sendero que se presenta ante mi es luminoso y jovenlandesalmente estaría autorizado al empleo de la violencia sin ningún tipo de restricciones para salvaguardar mi integridad.
Lo intentaría dar de baja de la suscripción de la vida (si luego lo logro o no, es otra cosa) con lo que tuviera a mano, sea hombre, mujer, niño o anciano, agente del Estado o extranjero. Me da igual, porque alguien que atenta contra mi integridad de ese modo, está abriendo la puerta voluntariamente a que yo haga con esa persona lo que quiera y pueda para defenderme: ese ser habrá perdido ante mis ojos la categoría de humano y no aplicará restricción alguna: se enontrará en el mismo lugar que los peores animales o fieras infeccionsas.
Eso sí, si inicio esa senda, esa persona o personas, no acabarían meramente incapacitadas porque no me detendría ahí: tras salvaguardar mi vida e integridad, entraría en el proceso de intentar salvaguardar mi libertad. Esto incluye que en un juicio potencial sólo debe de escucharse una versión, la mía. Por lo tanto, debería de culminar la labor rematándolos si es necesario.
Para mi es algo tan claro, tan luminoso, que una situación así, resulta liberadora.