Usar las memorias de un redomado mentiroso para intentar conocer determinado momento de la Historia o algun personaje de ella me parece una pésima idea.
Los esforzados biógrafos de Talleyrand no deberían esperar gran ayuda de sus propias memorias, este es, el hombre que escribió:
“La primera de todas las cualidades de la vida es el arte de mostrar sólo una parte de uno mismo, de los propios pensamientos, de los propios sentimientos, de las propias impresiones, el hombre tiene dado el poder de la palabra para ocultar sus pensamientos”.
Talleyrand, según la mayoría de sus contemporáneos, era la máxima víbora de la corte, el príncipe del vicio.
Existe una caricatura de la época tardía que lo muestra con seis caras diferentes, una para cada régimen al que sirvió y oportunamente, traicionó.
Ver archivo adjunto 1676157
Era este un hombre intrigante compulsivo para quien la traición era un término relativo: se excusaba diciendo:
“Piensan que soy inmoral y maquiavélico, pero soy simplemente impasible y desdeñoso. Nunca he dado consejos perversos a un gobierno o a un príncipe, pero no me hundo con ellos. Después de los naufragios, necesitas pilotos para rescatar a los náufragos. Mantengo la calma y los llevo a puerto en algún lugar. No importa qué puerto, siempre que ofrezca refugio”.
Un soberano monumento al cinismo.
En su tiempo su venalidad era legendaria: recolectaba “contribuciones voluntarias” con el fin de utilizar su influencia y relaciones, para obtener condiciones más favorables para los enemigos derrotados de Napoleón.
Chateaubriand, uno de sus críticos más feroces, decía de él:
“Cuando el señor de Talleyrand no conspira, está traficando”.
Fisicamente era desagradable, su pie zambo, descrito por una amante como
“una pezuña de caballo hecha de carne terminada en una garra”, lo mostraba como un emblema del mal, y luego alude a su satánico
“andar cojo...”. . . ojos parpadeantes. . . boca como de serpiente. . . sonrisa paralizante…”
En las crisis, Talleyrand se mostraba imperturbable y exhibía el tipo de seguridad en sí mismo sostenida por siglos de privilegios. Esto, por supuesto, lo hacía más exasperante.
En un incidente célebre, Napoleón, en uno de sus famosos ataques de ira, lo acusó de haber traicionado a todos, amenazó con colgarlo de las rejas de hierro forjado de la plaza del Carrusel y lo llamó
“un petulante con medias de seda”. antes de salir furioso. Después de lo cual Talleyrand comentó fríamente:
"Qué lástima, un hombre tan grande y tan maleducado".
Su forma de tratar con Napoleón, conociendo el temperamento del corso, era cautelosa sabiendo que enfrentarlo de frente sería contraproducente. Por eso usaba y abusaba del trato obsecuente y sibilino usando con Napoleón tonterías del tipo :
”No estoy completo cuando estoy separado de ti”.
Pero Talleyrand era el único de los secuaces de Napoleón que no le tenía miedo y que representaba para él un verdadero desafío intelectual. Un traidor consumado escurridizo y brillante como un acero bien afilado, del que hay que saber cuidarse pero nunca prescindir de sus servicios, como dijo de él el canciller austríaco, Metternich…
Cuando Napoleon mostró sus ambiciones imperiales, un hombre con más principios podría haber regresado a su propiedad,desapareciendo de la escena, pero eso significaría perder dinero y títulos, lo cual no era el estilo de Talleyrand.
En cambio, prefirió cooperar con los enemigos de Napoleón para frenarlo. En 1805 , el conde Metternich informaba en Viena,
“M. De Talleyrand ha concebido un plan para oponerse con toda su influencia como ministro de Asuntos Exteriores a los proyectos destructivos emprendidos por Napoleón”...
El divorcio se hizo definitivo con la intervención de Napoleón en la península Ibérica. emprendida para imponer su bloqueo a Inglaterra atacando Portugal. Napoleón pensó que sería recibido como un libertador, pero los españoles pensaban otra cosa y lo enfrentaron con decisión y ferocidad tal que el paseo se torno en una guerra de guerrillas desastrosa y le permitieron a Europa entrever a un Napoleón vulnerable al fin.
El papel de Talleyrand en la aventura española es indudable,conspiró con Inglaterra contra Napoleón, su Patria y su Religion. Afirmó haber advertido a Napoleón contra ello, mientras que Napoleón más tarde lo acusó de ser uno de sus arquitectos.
Talleyrand era inmensamente astuto e inteligente, su tragedia fue que durante tanto tiempo,conspirando, mintiendo, simulando y traicionando a propios y extraños, no logró imponer el tipo de régimen que quería. Él rubricó los acontecimientos, pero no los realizó, su reputación histórica se ve arruinada pues no logró iniciar ni fundar nada. No queda nada que venga de él, solo el turbio recuerdo de los medios espurios e indignos que usó para lograrlo.
En su lecho de muerte, pasó días revisando el documento y se negó a que lo apuraran.
Nunca he hecho nada rápido y, sin embargo, siempre he llegado a tiempo”. A la hora señalada, lo firmó y lo hizo retroceder a una semana después de su último gran discurso público, para que nadie pudiera decir que se le había ablandado el cerebro. Por tanto, se puede decir que actuó enteramente según su carácter.
Por supuesto,la pregunta obligada del observador imparcial es, cuán impresionado quedó Dios por la astucia diabólica y el gusto exquisito. No parecen provenir de buena fuente.
En todo caso,si la empresa consiste en denigrar a un león, deberíamos, por autorespeto, oponerle otra fiera de similar aptitud,
los escorpiones no dan la medida.
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