Miércoles, 9 de Abril 2014 20:20:h
La batalla es dura, la batalla es implacable. En pleno fragor haciendo posturitas se me cayó el móvil. El bluetooth dejó de funcionar; hasta los elementos de decoración se vuelven elementos hostiles. La lámpara de araña que cuelga sobre mi cabeza oscila como si fuera a caerse encima de mi.
He de conservar el semblante, no retroceder ni un paso. Un crujir en las escaleras, un arrugado envase de batido de cacao sobre la mesa. Ahí está la cámara, ahí está el desafío.
Recojo el dispositivo y me dispongo a hacerme otra foto. La noche se abre paso y con ella me arrastro hasta el fondo. Me convierto en una sombra de lo que fui.
Qué triste y penoso es hacerse hueco hacia la eternidad.