El Estado es el único problema de los españoles. Un problema con mil caras, eso sí.
Para mí está muy claro que nadie se atreve a decir la verdad, aunque la sepa: El Estado es el problema, no la solución de los problemas porque él mismo Estado los crea. Lo sabéis todos, pero os viene demasiado grande (no a algunos, claro), os sentiríais huérfanos si lo admitierais. Es comprensible. A mí me ha costado mucho verlo evidente; y más aún, decirlo, de verdad.
No es época de hedonistas. No es época de cobardes, de débiles, de solipsistas ni de simples de baba. No es época de individualismos resentidos.
Es el momento de la inteligencia, la valentía, la fortaleza y la defensa de la convivencia entre iguales. Es el momento del individuo indomable, el del "idos a tomar por trastero", funcionarios del Estado español (y de la Generalitat, Comunidad Europea y todos sus apéndices chupasangres).
No me vais a dominar porque no me podéis a engañar más. He renacido, soy yo mismo. Busco a mis pares, que serán individuos hechos y derechos, que pensarán como quieran. Gentes con los que podré hablar, aprender y enseñarles cuando pueda.
¿Y el Estado? Ese poco agraciado criminal y explotador no es de mi mundo. No le dejo sitio porque sólo merece mi desprecio.
Mientras, discuten los partitócratas extremistas: ¿Estado socio-comunista o estado liberal? La discusión está vacía. Creen en el Estado siempre, con formas distintas. Explotador es EEUU, explotadora fue la URSS. La verdadera discusión es
¿Estado sí o Estado no?
"Pero hombre, el Estado es el garante de mis derechos. ¿Quién me los garantizará sin estado?"
Los derechos los tengo como ser humano nacido libre. El Estado es el que me los quita y el que me deja algunos mutilados. Todo estado tiene avaricia de derechos. El único con derechos plenos es él. Nunca se equivoca, puede cometer cualquier crimen. En última instancia, al funcionario consciente de una injusticia frente a un administrado le basta con mencionar al "legislador" para exonerarse de toda culpa.
De hecho, como puede observarse, la pérdida de derechos es un problema que se ha acelerado en el tiempo. Cuantos más derechos merma el Estado, más miedo siente de ser aplastado por el pueblo, al que le basta con el acto revolucionario de no hacerle caso para que desaparezca. Así caen todas las dictaduras. Y su aterrada reacción es oprimir más, recortar más derechos aún.
El Estado se mantiene hoy día porque ha minado la conciencia de sus cualidades al HOMBRE. Y le ha convencido de que no las tiene. Le ha convencido de que es un lerdo ignorante, filtro, débil e incivil. Por eso se arroga ahora el Estado la tarea de reeducarlo. Lo veis todos los días y veis el efecto que produce tal ignominia en la gente corriente, que somos todos los ajenos al Estado: infelicidad y angustia. También el Estado mantiene en esa situación de desmoronamiento moral a sus propios funcionarios; pero a estos les queda el alivio de oprimir y castigar al pobre administrado para vengarse. Los funcionarios son casi todos pobres seres. El casi es para tratar de no ofender a los muchos funcionarios que puedan leerme.
Todos sabemos que lo que acabo de decir es la verdad.
¿Necesitamos al Estado para garantizar nuestros derechos ante terceros? La pregunta se responde sola. ¿Quién me quita mis derechos? El Estado. Si es el que me los quita, no puede garantizarme nada.
Con mis semejantes, por ejemplo contigo, lector, los tengo garantizados por el derecho natural y por la convivencia. Seguramente, sin el Estado, no viviríamos a ovejuno sueldo en una gran metrópolis.
Lo que digo sólo culpabiliza a una clase de trabajadores: al funcionariado, que vive de parasitar a sus semejantes.
El Estado procura el enfrentamiento incluso entre hermanos. Mujeres contra hombres. Grupos contra mayorías. Nacionalistas de todo pelaje unos contra otros. Etc.
El Estado parece que, en los tiempos presentes, tiene dominado al rebaño de borregos españoles. Pero es porque los borregos ya no quieren ser libres. Y como no quieren, el Estado ha empezado la matanza de los borregos que no le resultan útiles, ancianos mayormente. Y ante la evidente matanza, los borregos esperan sólo que no les toque los primeros.
Pero no todos los españoles son borregos, también hay hombres. Los hombres son peligrosos porque piensan por sí mismos, sin ataduras legales. El Estado no duda en eliminarlos por las buenas o por las malas. El Estado siente miedo de los hombres libres.
Español: Vive según tu criterio y deja a tus semejantes libres. Sigue tu conciencia de hombre, recupera los valores del hombre. Usa la cabeza, se fuerte ante lo que venga, sé valiente ante los retos necesarios y convive en pie de igualdad con quien lo merezca. Sé generoso y recibe la generosidad de los demás. Y respeta los
Tres Únicos Mandamientos de la Ley del Hombre: No mates, no robes y respeta a tus mayores, porque saben más que tú, han visto mucho y tienen mucho que enseñarte.
Así de sencilla es la fórmula. ¿Puedes con ella? Porque esa formula hace inútil al Estado, a ese parásito insufrible que te condena cada día a la esclavitud y al expolio permanente por la fuerza de las armas.
"DESCONFÍA DE TODOS, DESCONFÍA DE TI MISMO".
Firmado: El Estado
Su propaganda se disuelve con un sencillo cambio de mentalidad.
"De quien desconfío es de ti, Estado".
Y todo encaja en su sitio.
Padecéis el Síndrome de Adoración al Estado (sólo discutís sobre qué partido debe mandar en el Gobierno, que es como, entre clavarios de una cofradía, discutir sobre el color de las velas a la Virgen); y el repruebo a la acracia, a la libertad de pensamiento y conciencia. Padecéis una especie de síndrome de Estocolmo, estáis enamorados de vuestro secuestrador, aunque os prostituya continuamente y os explote hasta la extenuación. No existe partido político que resuelva los problemas que os da el Estado porque todo partido político, en cuanto logra representación, es adoptado por ese Estado y le paga sueldo, dietas y chollos. Y financia sus campañas electorales. Se convierte en un hijo poco agraciado del Estado y, en lo sucesivo, trabajará para él dentro del grupo de altos funcionarios.
En fin, a los adoradores del Estado os va a ir muy mal, os lo aseguro. El Estado hará lo que mejor le venga para seguir arriba, machacando a sus siervos. Pero por lo menos no habléis de política, es inútil con vuestra mentalidad. Da igual un partido u otro en gobiernos y parlamentos. El Estado no cambia ni en intenciones ni en efectos letales para la sociedad. Porque vive de ella y la va a convertir en papilla pre-digerida. Ya se ven los efectos.
Usa la máxima "desconfía del Estado", y entenderás todo lo que pasa con claridad meridiana.
Ejemplos:
El PSOE quiere ahora aprobar una ley de "memoria democrática para los exiliados". Mentira. El PSOE se creó precisamente para triturar a los exiliados del PSOE histórico, lo creó Carrero Blanco con ayuda de los servicios de inteligencia del Estado franquista y el apoyo de socialistas como Mitterrand o del SPD.
La progresista Sexta es el Estado de derechas que permitió el antenicidio. Y le dicta desde el PSOE ahora lo que tiene que decir si quiere seguir con el chollo.
La culpa es del Estado, que se vendió desde el 78 a los financieros extranjeros, que destrozó la industria española y que negocia con Soros, primera visita de Sánchez en cuanto llegó a La Moncloa.
La culpa de todo lo que acontece en España es del Estado, que finge que tiene problemas con una de sus filiales territoriales cuando siempre han hecho negocios juntos. Los catalanes no lo saben. Y quieren nada menos que... ¿quieren ser libres, por lo menos? No, no. Lo que quieren es crear otro estado.
La culpa es del Estado, no de las feministas, meras voceras de las intenciones ocultas del poder, a las que financia y riega con prebendas para que atomicen aún más a la sociedad. Y les hace leyes para que destruyan lo poco que queda de sentido en la vida, que es la familia extensa. O sea, la que te saca de apuros cuando son insalvables por ti mismo. El Estado quiere estrujarte a fondo. Y antes de que te salves, que te suicides. Por eso oculta las cifras de suicidios, porque sabe que son cosa suya.
Con el puñetero el bichito sigue la máxima: "Desconfía del Estado". Te estará mintiendo para robarte y arruinarte. Y así es. Mentira sobre mentira. Si desapareciera el Estado, se produciría un milagro: desaparecería el el bichito en ese mismo instante.
