La cuestión del bichito o no bichito no se debe basar en creer o no creer que exista o no exista o en creer en sus efectos más o menos graves. Se trata de estudiarlo sin prejuicios y desde todas las perspectivas, para llegar a averiguar, no a creer. Las posibles secuelas podría ser un problema, tal vez mucho más grave que las muertes en cuanto a número. Eso pasa con muchas enfermedades, naturales o artificiales (el famoso caso de la talidomida, por ejemplo). El problema actual, sospechoso cuando menos, es la oscuridad de los datos oficiales; las brutales campañas mediáticas que no tienen en cuenta opiniones de determinados médicos o expertos después de recibir esos medios subvenciones –tan médicos y tan expertos como los oficialistas y cuarentenistas–; las medidas absurdas tomadas, medidas absurdas según los propios parámetros oficiales (mascaras sí valen o no valen dependiendo del día, mayores contagios en espacios cerrados y nos encierran en espacios cerrados y cierran espacios abiertos como jardines o parques, etc.); información sobre saturación en hospitales y verlos vacíos (verlos directamente); se hacen estudios estadísticos por organismos oficiales como universidades o grupos de estudio de hospitales sobre la relación de la enfermedad con algunas banderillas, encierros, productos como la nicotina y otras medidas y se intentan ocultar o acallar; los números oficiales anuales de muertos no cuadran con la supuesta mortalidad y no se ofrece explicación al respecto de esos números publicados oficialmente; nos hablan continuamente de la ferocidad del bichito y de la importancia de las mascaras, pero los que tienen mayor información al respecto, el jefe de los expertos o el ministro del ramo, no se la ponen cuando creen que no los ven (imagino que si hubiera una nube radioactiva seguro que ellos entraban primero en los refugios nucleares); el bichito contagia más en un chiringuito de playa con dos personas que en un cine con cien, según se desprende de alguna de las medidas tomadas; se debe evitar en lo posible el contacto en espacios cerrados y se debe teletrabajar en lo posible, pero para pagar algunos impuestos o hacer determinadas gestiones te obligan a ir presencialmente (caso conocido personalmente porque no lo quieren hacer por teléfono o telemáticamente)... Así muchas más cosas.
En resumen, en cualquier caso, el cuarentenismo también tiene brutales secuelas en forma de muertes, miseria, agonía, ruina, vidas destrozadas para siempre..., con efectos que pueden durar décadas y afectar a muchísimas más personas de manera muy grave mucho más tiempo. Lo que hay que hacer es investigar y tomar la decisión que menos daño haga si no se puede resolver el problema–, estudiando todas las alternativas, sin acallar o censurar opiniones o hipótesis que pueden estar acertadas en todo o en parte, además de ofrecer toda la información disponible de manera clara y transparente en todo momento y sobre todas las cuestiones. Todo eso no ha ocurrido hasta ahora y es lógico que la gente, algunos al menos, se cuestionen muchas con razón, pues la razón no debería depender de creencias como en muchas ocasiones parecen seguir los cuarentenistas.