A ver, esto es como todo.
Soy profesor de Lengua (primera lección: en los colegios se imparte infantil y primaria y hay maestros; en los institutos, secundaria y bachillerato a cargo de profesores) y el confinamiento ha supuesto un infierno a ratos.
No es lo mismo impartir clase presencial que por videoconferencia. Me falta ver las caras de los críos para darme cuenta de si se están enterando, el contacto con ellos, las paridas y chistes que siempre hay en un aula, etc.
En mi caso, empecé directamente con Meet y algunas clases que subí a YouTube, hasta que me compré el iPad y mi vida se transformó. Ahora, abro Meet y, cuando entran los críos, me voy a un documento en blanco que uso como pizarra con el lápiz. Para ellos es tener una pizarra a un palmo de la cara. A la vez, van oyendo mis explicaciones.
Y esta es la tónica general de la mayoría de mis compañeros. Gente que se ha puesto las pilas y ha empezado a dar videoconferencias, abrir canales de YouTube y de todo. Por supuesto, hay algunos que se han limitado a mandar ejercicios de vez en cuando o a recomendar vídeos de otra gente que han encontrado, pero son los menos. La mayoría, insisto, está dando el callo.
En cuanto a los iluminados que ven factible que, con las nuevas tecnologías, un profesor imparta clase telemática a 100, 200 o siete millones de alumnos, les recuerdo que también hay que corregir exámenes, trabajos y ejercicios. A mí me mandan fotos de lo que hacen o las escanean con alguna app. Si es .jpg, lo convierto a .pdf y lo corrijo todo en el iPad y luego se lo envío. Hay compañeros que se han hinchado a hacer formularios o a crear materiales para Classroom y similares.
Además de todo eso, la Administración no ha parado de pedir hezs varias. Los equipos directivos han tenido que hacer de todo, especialmente una vez abierto el proceso de matriculación para el próximo curso. Todos los docentes hemos tenido que adaptar las programaciones (por escrito) al confinamiento. Papeleos y reuniones sin fin.
Como digo cada vez más: quien envidie las condiciones de este trabajo (los 2-8 meses de vacaciones, el supersueldo, el supuesto tocarse los narices a dos manos cada día, la paz que se respira en grupos de 32 alumnos con 20 marroquíes que no hablan español y unos cuantos quinquis patrios...), que se presente a unas oposiciones y, entonces, a disfrutar.
Por cierto: es imprescindible que los profesores seamos funcionarios. Solo así se garantiza nuestra independencia. No seáis derechita filtro y que no cunda el pánico: hay más profes de derechas de lo que parece, es solo que vociferamos menos. Un profesor contratado acaba debiéndose a su empleador, y pasará por el aro (excepto, por supuesto, los aguerridos y fieros usuarios de Burbuja, con sus 24 cm. de rigor). Un funcionario solo tendrá que ajustarse a la Ley.