Continuando con el trabajo de autoobservación gracias al mejunje, voy descubriendo cosas nuevas cada dia. Es fascinante y extraordinario este universo que hace poco he descubierto (gracias a Dios, sin duda !!).
Algunas de esas cosas que he descubierto casi mejor que no las comente aquí por ahora porque no es el momento adecuado. Estoy aprendiendo a dosificar la información teniendo en cuenta la madurez general que detecto o intuyo en mi audiencia, en vosotros. Y hay cosas que deben esperar.
(Digo esto independientemente de la belicosidad o desafección de algunos hacia a mi. Aprovecho para decir que no me molestan los comentarios que se vierten sobre mi, la verdad. Hasta entiendo esas reacciones. Acepto todo eso con ecuanimidad y paciencia, y hasta os confieso que casi me divierte esa nueva atmósfera de desconfianza y desprestigio creada por algunos, sabiendo lo que va a pasar más adelante El Señor me tiene reservados momentos extraordinarios)
El caso, como decía, es que voy conociendo cosas nuevas con cada sesión de terapia con esa medicina sagrada. Y hoy quería explicar solo una cosa que si puedo contar y que ayuda a completar la composición de lugar que quiero que os hagáis gracias a mi experiencia como conejillo de indias. Es sobre el más misterioso de los ingredientes para mi hasta ahora: la Casia.
Una de las cosas que estoy conociendo en gran profundidad gracias a la capacidad de autoobservación que otorga el mejunje es el funcionamiento interno de mi propio cuerpo. Especialmente los vínculos espirituales de ciertas regiones u órganos. No os imagináis lo que hay aquí dentro.
La Casia ya he dicho que trabaja especialmente los intestinos, el grueso más concretamente. Después de una sesión muy reciente durante la noche, poco después de dormirme en un plácido sueño, me vi sorprendido en pleno sueño profundo por un repentino y agudo dolor en el apéndice, ya sabéis, ese misterioso colgajo sin aparente función que sobresale en el primer tramo del intestino grueso, en el lado derecho.
No tengo ninguna duda de que el dolor provenía de ahí. Fue un dolor muy agudo que duró menos de un minuto y que traté de observar/sentir con el máximo de apertura y, al mismo tiempo, con al máximo desapego. Traté de dejarme invadir por esa punzada sin intervenir en ella, dejándola manifestarse sin alterar su trayectoria e intensidad. Confieso que fue tan agudo que ni las más altas dosis de ecuanimidad que pude desplegar pudieron evitar que soltara un sonoro alarido de dolor Duermo con tapones en los oídos y desconozco si desperté a algún vecino
Antes de nada quiero dejar claro que he descartado totalmente cualquier relación de ese dolor con una posible apendicitis. Me he informado al respeto y los síntomas de una apendicitis, aunque igualmente dolorosos, no se corresponden en absoluto con las características de ese episodio puntual y absolutamente efímero.
La explicación que la ciencia oficial da al cometido de ese "orgánulo" es que se trata de un vestigio, de un antiguo órgano que por desuso ha quedado inoperativo. Nada más lejos de la realidad. Estoy convencido de que no hay nada en nuestro cuerpo que no tenga una función concreta e importante. Y que abarca todos los ámbitos, entre ellos el espiritual, como no puede ser de otra manera en una especie tan maravillosa y amada por Su Creador como somos nosotros, los humanos. Nada nos sobra ni nada nos falta. El Señor nos ha hecho perfectos. De partida no hay nada atrofiado en nosotros en ningún caso.
No tengo ninguna duda de que ese dolor tan intenso, del cual no quedó el más mínimo rastro transcurridos esos larguísimos segundos, fue la liberación de lo que los budistas Theravada más puristas denominan un samskara. Concepto que tiene su equivalencia en el ámbito espiritual cristiano.....
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(continúo en otro momento)
(Continúo y termino)
..... Concepto que tiene su equivalencia en el ámbito espiritual cristiano y judio (judeocristiano), como una especie de expiación por via del dolor propio. Como un autosacrificio.
Estoy seguro de que con ese dolor tan intenso, liberé algo impuro o tóxico de dentro de mi. Y no poco importante, aunque desconozco todavía a dia de hoy el qué.
Indagando en las posibles funciones del apéndice, he visto que juega un papel muy importante en el sistema inmunitario. Y atención, sorpresa, no se si lo he llegado a comentar aqui pero, la famosa Tecla, mi amada y gozosa Tecla, es un órgano fundamental en la maduración de los linfocitos T, elementos indispensables del sistema inmunitario del cuerpo humano.
La conclusión que os quería trasladar es que veo cada vez más claro (por autobservación aumentada via mejunje) que la espiritualidad, lo sagrado de dentro de nosotros, reposa acomodándose en el soporte físico que representa el sistema inmunitario. El sistema inmunitario es sobre lo que se asienta ese universo en el plano físico, chicos. Por eso es tan importante mantener un SI sano y fuerte, por entre otros motivos. Todo está conectado.
..... y por eso, como sospecho desde el minuto uno, uno de los objetivos de las "banderillas" es inmunodeprimir. Causar inmunodeficiencia, como parece ya más que demostrado en mucha gente que se ha inoculado. O sea, alejarnos, obstaculizar nuestro contacto con lo sagrado que llevamos dentro. Imposibilitar el despertar.
La Casia, por lo que veo, tendría un papel fundamental en apuntalar ese sistema permitiendo incluso liberarlo de obstáculos que lo oprimen o deprimen. El intestino grueso y ese apéndice que la medicina oficial pretende que pensemos que es un vestigio que no sirve ya para nada, tendría un papel fundamental en ese esquema.
Esto hace a uno sospechar que "los malos" podrían estar provocando también, gracias a los nefastos hábitos alimenticios que promocionan en nuestra sociedad, que ese orgánulo se infecte o inflame y, como "tratamiento", se proceda a su lamentable extirpación.