La miel es azúcar y poco más. Para lo único que la usaba era para darle otro saborcito a las infusiones.
No quiero hablar muy alto, pero llevo sin resfriarme ni coger ninguna infección de nada casi tres lustros. Creo, creo que pudiese ser que yo bebo más gazpacho que agua, pero no el de los supermercados. No eso no es gazpacho, sino el que yo me hago.
Unos 5 litros que es lo que siempre hago, me duran unos tres-cuatro días. De hecho, ahora vengo de la cocina de cargarme casi un litro. Ese es mi desayuno. Cuando pase un rato, aparte de hidratarme y haberme pegado el cañonazo de vitaminas y minerales, me deja los intestinos como los chorros del oro.
Me habrá quedado medio litro. En cuanto me parezca voy y me lo cargo. Hoy, otro.
Sal, aceite, vinagre, pimiento rojo y verde, ajo, hierbabuena, pepino -con la piel-, cebolla fresca -últimamente también le estoy echando algunos trozos de las hojas verdes de estas, que aprovecho también en guisos-, y unos dos kilos de tomates, y cuando ya lo tengo todo echo, añado agua hasta dejarlo con una textura bastante líquida. Lo tengo que hacer en dos veces de la cantidad tan grande.
Un truco para que salga más rojo y suave, es echar el aceite cuando se está moliendo.
Llevo años que lo hago hasta en invierno.
Ya sé, ya me estoy metiendo en la cabeza que antes o después el Gobierno me tirará al gua del grifo, o del pozo, pero mientras pueda...
Si es o no, no lo sé. Digo que lo llevo haciendo desde hace años, y... nada.