Eso de que los productos devueltos como «defectuosos» sean recolocados al stock no es nada nuevo. Es una forma barata para evitar tener personal mínimamente cualificado que verifique la funcionalidad de los productos. Por otra parte, también hay que considerar que un porcentaje de las devoluciones son resultado de un uso incorrecto o por no haberse leido el manual de instrucciones. Cuesta menos cambiar directamente un aparato que no perder tiempo intentando convencer a un tipo de que su trasto va bien (o dicho de otro modo, que hace lo que se puede esperar del precio que ha pagado por él). Lo lógico sería tener un control sobre estas devoluciones y por el número de serie saber cuántas veces ha ido y venido un «boomerang»: si ha sido devuelto dos o tres veces por clientes distintos, entonces hay que considerar que tiene un defecto real. Yo trabajo como técnico de electrónica (debería añadir «de consumo», pero detesto esa consideración) y sé que no es tan raro devolver aparatos que después de probarlos no han presentado fallo. No obstante, hoy en día la palabra de un técnico ya no vale una hez y a veces te obligan a cambiar un aparato por pura manía del cliente.
Por cierto, don Petardazo Inminente, ¿cómo ve el futuro de los pocos técnicos de reparación de gama marrón (valga la redundancia) que aun resistimos con el soldador de estaño en mano? La verdad es que llevo unos cuantos años en esto y creo que he subido al tren en mal momento, si bien este oficio nunca ha sido una maravilla. Ahora en el taller empiezan a entrar productos que hace unos años no habríamos ni tocado, como estufas, cafeteras, planchas, afeitadoras, etc.
