Lo tuvieron mas fácil a partir de su juventud porque cada año que pasaba el progreso, tanto personal como del país, era mayor. Eso no quiere decir que no trabajasen muchas horas, ya que había mucho trabajo, o que las oposiciones las regalasen. Hubo gente sencilla que se marcho a trabajar a Alemania, Suiza u otros países. Sencillamente el esfuerzo tenia su recompensa y el progreso era tangible. Muchos empezaron a comprar automóviles, cuando sus padres solo habían tenido un carro y un caballo, y en muchos casos ni eso. España se modernizó y la gente comenzó a viajar en vacaciones y a comprar electrodomésticos. Los restaurantes de carretera estaban llenos. Pero eso no quiere decir que todos los nacidos en esa época tengan una segunda residencia ni mucho menos varios pisos para alquilar. Hablamos en promedio, porque también hubo gente a la que le afectaron las distintas crisis, que acabó en el paro y tuvo que cambiar de trabajo o de ciudad. Pero mas o menos esto siguió así hasta principios o mediados de los años noventa, y fue a partir del año dos mil cuando comenzó a cambiar para peor.
La gran diferencia entre los jóvenes de aquella época y los actuales, entre los que me incluyo, es que ellos no soñaban con ser ingenieros o millonarios y actualmente cualquier joven lo da por hecho. En aquella época salir del campo ya era un éxito para muchos, aunque significase entrar a trabajar en una cadena de producción. Ahora es un shock para cualquier joven con estudios llegar a su primer trabajo y comprobar su nomina, sus tareas, o su proyección futura. Parece no tener relación con el esfuerzo realizado y las expectativas que tenían de la sociedad, de su familia y personales.
Y este contraste es cada vez mayor en un entorno en el que la competencia global es mucho mayor y, aunque no nos demos cuenta, cada vez hay menos trabajo y el que existe es mas especializado. El esfuerzo cada vez va a tener menos recompensa. Nos esforzaremos mas para seguir igual o estar un poco peor.