La COMPLEJIDAD creciente de la sociedad es lo que nos llevará al COLAPSO

dkd

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El siguiente texto es un extracto del libro Getting Down to Earth: Practical Applications of Ecological Economics de Joseph A. Tainter (autor del excelente The Collapse of Complex Societies). El análisis de Tainter sobre el efecto del aumento de complejidad en todo tipo de sociedades pretende demostrar que ese aumento hace la vida más difícil y menos sostenible.

The Collapse of Complex Societies

EL DESARROLLO DE LA COMPLEJIDAD SOCIOECONÓMICA

La complejidad es un concepto clave en este ensayo. En un estudio anterior, la califiqué de la siguiente forma:
La complejidad se entiende generalmente para referirse a cosas tales como el tamaño de una sociedad, el número y clases distintas de las partes que la componen, la variedad de los roles especializados que incorpora, el número de las distintas personalidades presentes y la variedad de los mecanismos para organizar todo ello en un todo coherente y funcional. Al aumentar cualquiera de esas dimensiones, aumenta la complejidad de la sociedad. Las sociedades de cazadores recolectores (como forma de ilustrar el contraste con la complejidad) no poseían más de unas pocas docenas de personalidades sociales diferentes, mientras los modernos censos europeos reconocen entre 10.000 y 20.000 distintos roles de ocupación y las sociedades industriales pueden tener, en conjunto, más de un millón de tipos diferentes de personalidades sociales (McGuire 1983; Tainter 1998) 1
Para ilustrar una diferencia sencilla en complejidad, Julian Steward señaló el contraste entre los nativos de Norteamérica, entre los cuales los primeros etnógrafos documentaron entre 3.000 y 6.000 elementos culturales y el ejército de los EE.UU., que colocó en Casablanca, en la Segunda Guerra Mundial más de 500.000 tipos de artefactos (Steward 1955). La complejidad es cuantificable.

Más del 99% de la historia de la humanidad hemos vivido como recolectores de baja densidad o granjeros en comunidades igualitarias de no más de unas pocas docenas de personas (Carneiro 1978). Leslie White señaló que en tales sistemas culturales, que se basaban principalmente en el trabajo humano, sólo se podía generar alrededor de 1/20 de caballo de vapor (de potencia) per capita al año (White 1949, 1959). Desde esta base de sociedades no diferenciadas que requerían pequeñas cantidades de energía, el desarrollo de sistemas culturales complejos era, a priori, bastante poco probable. La idea convencional ha sido la de que las sociedades humanas tienen una tendencia latente hacia una mayor complejidad. Se suponía que la complejidad era algo deseable y el resultado lógico de un exceso de alimentos, de tiempo libre y creatividad humana.

Aunque este escenario es popular, no resulta adecuado para explicar la evolución de la complejidad. En un mundo de complejidad cultural no hay, por decirlo de una forma coloquial, nada gratis. Las sociedades complejas son más costosas de mantener que las sencillas y exigen mayores niveles de apoyo per capita.
Una sociedad más compleja, tiene más subgrupos y roles sociales, más redes entre grupos e individuos, más controles horizontales y verticales, un mayor flujo de información, mayor centralización de la información, más especialización y una mayor interdependencia entre las partes.

El aumento de cualquiera de estas dimensiones exige energía biológica, mecánica o química. En los días previos al subsidio de los combustibles fósiles, el aumento de la complejidad de una sociedad significaba, generalmente, que la mayoría de su población tenía que trabajar más (Tainter 1988, 1992, 1994ª, 1995a, 1995b).

Hay muchos aspectos del comportamiento humano que parecen tener aversión a la complejidad (Tainter 1995b). La denominada “complejidad de la vida moderna” es un lugar común del discurso popular. Parte de descontento público con los gobiernos parte del hecho de que el gobierno añade complejidad a la vida de las personas. En ciencia, el principio de la navaja de Occam sigue teniendo atractivo, porque establece que la simplicidad es preferible a la complejidad en las explicaciones.

La complejidad ha estado siempre inhibida por la carga de tiempo y energía que impone y por la da repelúsncia a la complejidad (que está sin duda relacionada con el costo). Por tanto, explicar por qué las sociedades humanas se van haciendo cada vez más complejas supone un reto mayor que el que generalmente se cree. La razón de por qué la complejidad aumenta es porque, la mayor parte de las veces funciona. LA complejidad es una estrategia para la resolución de problemas que surge en condiciones de obligada necesidad o de un beneficio percibido.A lo largo e la historia, las tensiones y los retos a los que se han enfrentado las poblaciones humanas, se han resuelto frecuentemente al hacerse más complejas. Aunque no es posible hacer aquí una revisión completa, esta tendencia es evidente en los siguientes campos:

1. Recolección y agricultura (Boserup 1965; Clark and Haswell 1966-1 Asch et al. 1972; Wilkinson 1973; Cohen 1977; Minnis 1995; Nelson 1995)
2. Tecnología (Wilkinson 1973; Nelson 1995)
3. Competición, guerra y carrera de armamentos (Parker 1988; Tainter 1992)
4. Control sociopolítico y especialización (Olson 1982; Tainter 1988) e
5. Investigación y Desarrollo (Price 1963; Rescher 1978, 1980; Rostow 1980; Tainter 1988, 1995a)

En cada una de estas áreas la complejidad aumenta mediante una mayor diferenciación, la especialización y la integración.

El desarrollo de la complejidad es, por tanto, un proceso económico: la complejidad implica costes y proporciona beneficios. Es una inversión y proporciona un retorno variable. La complejidad puede ser tanto beneficiosa como perjudicial. Su potencial destructivo es evidente en casos históricos en los que el aumento de gastos de la complejidad socioeconómica llega a ofrecer beneficios decrecientes y finalmente, en algunos casos, retornos negativos (Tainter 1998, 1994b). Este resultado surge del proceso económico normal: las soluciones sencillas y baratas se adoptan antes que las más complejas y caras.

Así, a medida que las poblaciones humanas han ido aumentando, la caza y la recolección ha dado paso a una agricultura crecientemente intensiva y a la producción de alimentos industrializada que consume más energía que la que produce (Clark and Hasewall 1966; Cohen 1977; may et al, 1992) La producción de minerales y energía se ha movido, de forma consistente, desde las reservas fácilmente accesibles y de explotación barata a las que son más costosas de extraer, de extraer, de procesar y de distribuir.
La organización socioeconómica ha evolucionado desde la reciprocidad igualitaria, el liderazgo de corto plazo y las reglas generales a complejas jerarquías con una creciente especialización.

Según la sociedad crece en complejidad, expande sus inversiones en cosas tales como la producción de recursos, el procesamiento de la información, la administración y la defensa. La curva de beneficio/coste para esos gastos puede aumentar, de forma favorable, en un principio, según se adoptan las soluciones más sencillas y económicas (una fase que no se muestra en este gráfico). Pero a medida que la sociedad va encontrando nuevas tensiones y las soluciones baratas no son suficientes, su evolución procede en una dirección más costosa. Finalmente, una sociedad en crecimiento alcanza un punto en el que las continuas inversiones en complejidad obtienen mayores dividendos, pero con un porcentaje marginal decreciente. En puntos como el B1 ó C1 de este gráfico, una sociedad ha entrado en la fase en la que comienza a ser vulnerable al colapso. [2]

Figura 4.1. Beneficios decrecientes frente al aumento de complejidad
(después de Tainter 1988).

En este extremo, dos cosas hacen a una sociedad ser propensa al colapso. Las primeras nuevas emergencias afectan a las personas que están invirtiendo en una estrategia que rinde menos y menos beneficios marginales. Según esa sociedad se debilita económicamente, tiene menos reservas con las que enfrentar las grandes adversidades. Una crisis a la que esa sociedad podría haber sobrevivido al principio, se convierte ahora en insuperable.
Segundo, los beneficios decrecientes hacen la complejidad menos atractiva y alimentan el descontento. A medida que aumentan los impuestos y otros costes y hay menos beneficios a nivel local, más y más personas se ven atraídas por la idea de hacerse independientes. La sociedad se “descompone” en cuanto las personas procuran satisfacer sus necesidades inmediatas, antes que los objetivos a largo plazo de sus líderes. [3]

Según evoluciona esta sociedad a lo largo de la curva de beneficios decrecientes más allá de B2, C2, cruza una línea de puntos tales como B1, C3 en los que los costes van aumentando, pero los beneficios realmente han caído a aquellos niveles anteriormente disponibles a un menor nivel de complejidad. Es el ámbito de los retornos negativos a las inversiones en complejidad. Una sociedad descubrirá, en este punto, que cercanos al colapso sus retornos sobre las inversiones aumentarán de forma sensible la complejidad. Una sociedad es, en estas condiciones, extremadamente vulnerable al colapso.

Este razonamiento, ha sido desarrollado y probado para explicar por qué las sociedades se colapsan (Tainter 1988) y es también un registro de las tendencias históricas, en la economía de la resolución de problemas. La historia de la complejidad cultural es la historia de la resolución de los problemas humanos.

En muchos sectores inversores, tales como la producción de recursos, la tecnología, la competición, la organización política y la investigación, la complejidad aumenta como una necesidad continua para resolver los problemas. Dado que las soluciones más sencillas ya están agotadas, la resolución de problemas se mueve inexorablemente hacia una mayor complejidad, mayores costes y beneficios decrecientes. Esto no necesariamente lleva al colapso, pero es importante entender las condiciones bajo las cuales puede darse. Para ilustrar esas condiciones, es útil revisar tres ejemplos de aumento de la complejidad y alto precio de la resolución de problemas: el colapso del Imperio Romano, el desarrollo del industrialismo y las tendencias de la ciencia contemporánea.

.....

CONCLUSIONES

Este capítulo del pasado clarifica las vías potenciales hacia el futuro. Un camino frecuentemente discutido es la simplicidad cultural y económica y unos menores costos energéticos. Esto podría llegar por medio del “crash” que muchos temen sea un verdadero colapso en el lapso de una o dos generaciones, con mucha violencia, hambre y pérdida de población. La alternativa es el “aterrizaje suave”, que mucha gente espera se produzca como un cambio voluntario a la energía solar y a los combustibles verdes, a las tecnologías para la conservación de la energía y menos consumo en general. Esta es una utopía alternativa que, como antes se ha sugerido, sólo llegará tras severas y prolongadas privaciones de las naciones industriales que la hagan atractiva y si el crecimiento económico y el consumismo se pueden hacer desaparecer del campo ideológico.

La opción más probable es un futuro de mayores inversiones en la resolución de problemas, el aumento de la complejidad general y un mayor uso de energía. Esta opción está dirigida por el confort material que proporciona, los intereses ocultos, la falta de alternativas y por nuestra convicción de que es buena. Si la trayectoria que la humanidad ha seguido para la resolución de problemas en los últimos 12.000 años tuviese que continuar, éste es el camino que posiblemente tomaremos en un futuro cercano.

Independientemente de nuestros esfuerzos por entender y resolver los problemas actuales de los beneficios menguantes, una cuestión debería quedar clara. Es esencial saber dónde estamos en la historia (Tainter 1985a). Si los patrones macroeconómicos se desarrollan en periodos de generaciones o siglos, no es posible comprender nuestras condiciones actuales a menos que entendamos en qué parte estamos de este proceso. Tenemos la oportunidad de llegar a ser las primeras personas en la historia que entiendan cómo cambia la capacidad de resolver los problemas de una sociedad. Saber que esto es posible y no actuar en consecuencia, sería un gran fallo de la aplicación práctica de la economía ecológica.
 
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¿Qué es más complejo, el motor de explosión o el mecanismo mutacional del bichito de la gripe?
Hay seres vivos de funcionamiento complejísimo en la naturaleza, pero se rigen por el mecanismo de la óptima eficiencia con el mínimo de recursos.

El problema de nuestra sociedad no es la complejidad, sino el despilfarro de recursos, ocasionado por nuestro modelo económico cuya meta es "crear riqueza", llamando riqueza a números en una cuenta corriente.

El día que apreciemos que la riqueza son otras cosas y que podemos ser sumamente complejos en un planeta sostenible, estaremos salvados como especie.
Si no, nos espera una recesión brutal y la desaparición de la sociedad tal como la conocemos ahora.

Mientras no seamos capaces de construir una sociedad sostenible, no tenemos futuro como especie.
Depende de nosotros.

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