Cuando yo comence a frecuentar discotecas, el Italo Disco ya habia desaparecido de las cabinas de los disc-jockeys, aquellos que por regla general, eran los hijos mas clientes y paletos de los dueños de aquellas salas de fiestas de pueblo que tanto gustaba frecuentar. La supuesta tierra prometida en que las catetas acudirian a la llamada frenetica de nuestros 501 marcando paquete. La busqueda de algun recinto al que todavia no hubiese llegado la palabra de cristo, y donde zagales con verdadero estilo pudiesen mojar facilmente en los pasillos de los servicios. Pero al final de la noche, por norma general, la conquista del paraiso solia terminar en un nuevo fracaso consolado por la hamburguesa completa y el penultimo pitillo. Ahora por fin lo he comprendido, lo que fallaba era la musica, ya a medio camino entre el popeteo intercalado con jeviruladas y los primeros pasos del bacalao y la musica maquina. Aquella atmosfera no era la mas adecuada para salir de caza preparando el terreno hasta que las lentas llegaran. Por eso estoy convencido de que los tiempos en que mas se pillaba cacho, era cuando el Italo Disco le permitia a uno poder explotar todo su potencial y talento de latin lover.
Las nenas podian guardarse la paga en la permanente, y se peinaban la pelambrera del shishi con el cepillo de dientes.
Por eso yo siempre he sido tambien un fiel nostalgico de todos aquellos años en que ni siquiera tenia pelos encima del carajo, donde existia verdadera musica bailable.