El bichito cisheteropatriarcal
El bichito cisheteropatriarcal
Una entradita amena, en clave de broma. Pero los chistes no son sino una aproximación hiperbólica a una realidad chocante, incómoda o peligrosa de analizar por vías convencionales (el sesso, la escatología, la muerte o cualquier otro campo que entra dentro de los tabúes e interdicciones de una sociedad).
Como bien sabéis, el carallovirus ataca con más… virulencia, al sesso masculino. sesso, que no género, porque el bichito no ha recibido la catequesis postmoderna, y le importa una cosa si el huésped se siente hombre, mujer u ornitorrinco. El
72% de los fallecidos son varones (aunque no se suele divulgar mucho este dato, no consigo imaginarme por qué).
Afortunadamente. Afortunadamente.
Vale, yo también tengo gonosomas XY, así que debería estar un poco más preocupado. Pero si ya está siendo pesado el temita del carallovirus, no me quiero ni imaginar cómo sería si, encima, hubiera sido al revés y fuera un bichito machirulo que tuviera preferencia por las mujeres.
Evidentemente, si rastreas la realidad para encontrar desequilibrios estadísticos en función del sesso en todos los rincones, destacando aquellos casos en los que la mujer sale perdiendo y
pasando por alto cuando no; y haces de este sesgo analítico la base del pensamiento ideológico postmoderno; las conclusiones políticas que se obtengan de semejante esperpento pseudo-intelectual son predecibles: el victimismo femenino elevado a x, con x -> ∞.
De hecho,
los fulastres dedicados a este menester compiten por encontrar la relación más alambicada que descubra una nueva opresión patriarcal, con la perseverancia de un minero de bitcoins.
A nadie se le pasa por la cabeza catalogar la el bichito-19 como una enfermedad causada por el transhomomatriarcado opresor, pero ¿y si la proporción de víctimas 70/30 fuera inversa? Además de la epidemia, tendríamos que haber aguantado furibundas invectivas culpando al cisheteropatriarcado criminal de permitir la difusión del bichito, una muestra más del desprecio por la vida de las mujeres. ¿Creéis que exagero? ¡Todo un feminicidio en masa debido a la negligencia culpable, acaso consciente, de tales y cuales por atajar la propagación del bichito! Habría cónclaves, simposios, marchas y
performances exigiendo medidas drásticas para atajar el bichito feminicida (no me extrañaría que le hubieran puesto un sobrenombre por el estilo).
Si algo bueno ha traído el bichito es que este año no hemos tenido que aguantar la turra ridícula de la atroz cifra de 45 mujeres asesinadas por el terrorismo machista en 2020. Claro, en un contexto en que cada día nos dan el balance de víctimas mortales, hoy han sido 724; la muerte de 45 personas en un año, por mucho que pertenezcan a la categoría identitaria preferente, como que no resulta muy impactante.
Así que asumo con humor el riesgo de ser hombre, compensado con no tener que sumar al ambiente depresivo que está dejando esta desgracia, la letanía feminista que nos hubieran hecho tragar si el peor pronóstico le hubiera correspondido a las seres de luz.
"En 2017 en Madrid no hubo más que 16 homicidios, eso es absolutamente ejemplar, pero hay algo que me preocupa muchísimo: de esos 16 homicidios nada menos que 5 fueron mujeres. Eso es terrible"
@ManuelaCarmena pic.twitter.com/cTSg2yYlpa
— GenMad (@AsocGenMad)
May 23, 2019
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Coda: Ahora, eso sí, no me cabe duda de que, en ese caso, las medidas para limitar la propagación del bichito hubieran sido más severas, y las autoridades se lo hubieran tomado más en serio y rascado más el bolsillo, para no ser acusados de feminicidas.
Aquí pasó algo así. No sé si habréis oído en las noticias el culebrón del
paritorio de Verín. Os pongo en antecedentes: el “hospital” de Verín no deja de ser un ambulatorio venido a más. Los esfuerzos del ejecutivo popular por recortar en sanidad (para promover la privada) conducen a ir vaciando de especialidades el “hospital” de Verín para concentrarlo en Ourense. Todo ello inmerso en una sangría demográfica, con una población extremadamente envejecida. Así, se fueron llevando especialidades como dermatología, cardiología mayor, pediatría… hasta que le tocó el turno a obstetricia (el número de nacimientos ha ido en descenso conforme subía la edad media de la población). En ese momento
entró en tromba la turba feminista y se armó la marimorena, catalogando la medida como “violencia institucional contra la mujer” y una prueba más de la opresión patriarcal a la que estaban sometidas y las despreciaba.
¿Conclusión? Por la parte buena, como ningún político quiere ser catalogado de machista, Feixó dio su brazo a torcer y el paritorio se reabrió. Otro día me explayo más sobre el particular, que tiene su enjundia, y a pesar de ser una noticia local tiene una lectura generalista. Eso sí, me hubiera gustado que las protestas llegasen antes y más lejos, cuando se empezó a desguazar el hospital, y también hubieran traído de vuelta el resto de especialidades perdidas. Pues también son mujeres las que están obligadas a desplazarse a Ourense (una horita de autovía) para ser tratadas por un cardiólogo.
La cuestión es que, en el resto de las especialidades,
no son sólo mujeres las afectadas. No hay ninguna discriminación, ningún agravio específico al colectivo identitario concreto. Que las mujeres sufran, cuando es en la misma o menor proporción que los varones, no desencadena ninguna reacción de la jauría feminista. ¿Por qué? Porque no es un suceso que sirva para corroborar el dogma de la opresión heteropatriarcal, que es el fin existencial de esa tropa. Obviamente, la vida de una vieja de aldea les importa tres pepinos.
Que pasa lo mismo al postecologismo. Todo el mundo es muy eco, muy bio, mucha palabrería con la insostenibilidad del sistema y blablabla… pero el estado concreto de los ecosistemas concretos con su concreta problemática les importan una cosa, porque ni se plantean acercarse a conocerlo. De ahí su estado.
De ahí el estado en que se encuentran tantos viejos y viejas de aldea. Y de ciudad.
El bichito nos ha traído muerte, pero también algunas enseñanzas. Nos ha revelado la realidad de algunos, si no todos, los geriátricos. Esta sociedad será maldita si no saca provecho de esa experiencia y sigue haciendo la vista subida de peso con uno de los negocios más infames. Pobre de quien no puede valerse, y no tiene a nadie que lo proteja. Póbrecitos viejos.