Zelensky y la mayoría silenciosa
Zelensky y la mayoría silenciosa
20/05/2019
Artículo Original: Andrey Manchuk
Ahora en Ucrania se habla mucho del famoso “25%”, en referencia al porcentaje que apoyó a Petro Poroshenko y le votó en la segunda vuelta de las elecciones. En realidad, Poroshenko obtuvo el 24,45%, por lo que habría que redondear esa cifra a 24% y además no es más que el 15,2% del total de los votos registrados. Por no mencionar que, sin el fraude y los votos comprados a los pobres pensionistas, la cifra habría sido mucho más modesta.
Esta es la minoría -la coalición política de quienes se han beneficiado de Euromaidan, del nacionalismo y de las reformas neoliberales y el partido de la guerra- sobre la que escribí al detalle el inverno pasado. El tiempo ha probado que era un análisis correcto de la composición de esa capa específica de la sociedad, que incluye representantes de las diferentes familias oligárquicas, así como una buena parte de los intelectuales
patriotas y grupos nacionalistas.
En aquel momento apuntaba a que el gran problema al que se enfrentaba Poroshenko en estas elecciones era el hecho de que su enorme impopularidad en la sociedad ucraniana iba a ser muy difícil de neutralizar, incluso a pesar de la masiva propaganda, el intento de desacreditar a fuerzas opositoras y otro tipo de estratagemas.
“No es ningún secreto que a la mayor parte de la población ucraniana no le gusta su presidente. Así lo evidencian los datos de los sociólogos, los comentarios en las redes sociales y los insultos a las declaraciones del
líder de la nación que se escuchan en frías casas y vagones de viejos trenes. Según las encuestas, el 59,8% de los encuestados no aprueban la labor del jefe de Estado y el 22,1% están más en desacuerdo que de acuerdo, lo que suma unos espantosos números para Poroshenko. Más del 80% de los ucranianos han expresado su insatisfacción por la marcha del país, algo de lo que también es responsable el presidente”.
El 73% de los votos que obtuvo Zelensky no es un dato muy diferente a las cifras que manejaban los estudios sociológicos, que hace mucho tiempo que venían registrando esos sentimientos por parte de la mayoría del país. Y es evidente que se ha votado masivamente, no a favor de un “presidente del pueblo” sino contra el Gobierno, con la esperanza de que al menos se produzcan algunos cambios.
Tampoco se puede decir que el electorado de Zelensky sea homogéneo. Entre ellos hay diferentes sensibilidades de la realidad política de Ucrania, pero entre ellos hay también muchas personas que no se han sentido representadas desde finales de 2014, cuando todos los aspectos del Gobierno quedaron bajo el mando de patriotas profesionales y el presidente del Parlamento habló abiertamente de la necesidad de ignorar los intereses de la población civil del sudeste del país, a los que calificó de oponentes al “Gobierno patriótico”.
El analista político Dmitry Kasyanos, conocido por ser uno de los principales líderes de la fallida campaña del presidente saliente, escribió sobre los que más han perdido en estos cinco años desde Euromaidan: “es un patrón. Cuando te dan un golpe, es muy difícil perdonar. La guerra hace daño a las reformas económicas y también es un golpe. Para los pensionistas, los pobres, los trabajadores, los fieles del Patriarcado de Moscú. Todas las reformas han dejado ver que quienes se han beneficiado de los efectos de las reformas han sido una minoría. La élite intelectual, económica y de los negocios. Pero no las infraclases de la población, que no han sentido los resultados de los cambios”, afirmó recientemente en una entrevista, rechazando abiertamente al “25%” de la población beneficiada frente a los millones de ciudadanos empobrecidos por esas “reformas”.
“Las decoraciones patrióticas son fáciles de colocar y de comprender. Pero la mayoría silenciosa de la población simplemente está esperando el retorno de los “regionales”. No han cambiado. Así que debemos esperar que el péndulo oscilará hacia el otro lado, hay que estar preparados para ello”, escribió hace unos años el futuro bot de Poroshenko Serhiy Zhadan tras hablar con residentes de Dnipropetrovsk, que ahora han votado masivamente a Zelensky, que es de la región. Pero el escritor olvidó mencionar que la opinión de la clase trabajadora no está determinada por su amor a Viktor Yanukovich, sino por el colapso que ha supuesto la desindustrialización, unida al fuerte aumento de precios de los servicios básicos o la caza de reclutas para la guerra que se ha dado por las calles de la ciudad, en los autobuses y en las tiendas.
En este sentido, no puede sorprender que una versión de Euromaidan sea el sueño de la élite liberal rusa o bielorrusa, que han visto la posibilidad de acabar con la “mayoría soviética” y apartarla del poder, dejándola bajo el sabio control de los ilustrados reformistas de la “sociedad civil”. Aunque para controlarla sean necesarios los nazis, los servicios de seguridad y los oligarcas.
La derrota de Poroshenko también ha tenido mucho que ver con la fractura que se ha producido finalmente dentro de la élite de Euromaidan. Se oponían a él el ministro del Interior y también el exgobernador de Dnipropetrovsk, el oligarca Ihor Kolomoisky, dueño del canal
1+1, el único que no ha estado en este tiempo bajo el estricto control de Bankova. Estos magnates se basaban principalmente en los mismos datos sociológicos que dejaban clara la impopularidad del presidente, lo que abría una ventana de oportunidad para el cambio, de lo que se han aprovechado esos que hasta hace poco tiempo fueran sus colaboradores. En el caso de Kolomoisky [al que Poroshenko nombró gobernador y al que cesó tras un enfrentamiento armado-
Ed], el oligarca ya había hablado hace un año de que era imposible que Poroshenko mantuviera su puesto.
El futuro político de ese 73% que ha votado a Zelensky va a ser la cuestión más importante de la agenda política de los próximos años. Es evidente que esa gente está predispuesta a la inevitable decepción tanto en el ámbito nacional como en el de la política exterior. No es ningún secreto que el presidente electo está prácticamente en la misma situación que Poroshenko estaba hace cinco años. Y tampoco es ningún secreto que muchos de los que le han votado son los mismos que votaron al rey del chocolate como alternativa a los agresivos halcones nacionalistas, con la ingenua esperanza de que el pragmático empresario que tenía una fábrica en Lípetsk [Rusia] sería capaz de alcanzar un compromiso con los oponentes de Maidan y también con el Kremlin.
Como saben, Poroshenko hizo exactamente lo contrario y lo hizo basándose en la lógica del empresario pragmático. Sabía que cualquier intento de diálogo pacífico causaría resentimiento entre los radicales patriotas, la élite liberal y Occidente, lo que podría llevar a otra violenta crisis con los nacionalistas. Sin embargo, el conflicto interno y la guerra le garantizaban el apoyo de todas esas fuerzas y le ayudaban a atribuir al conflicto todos los costes de sus políticas antisociales, podía censurar cualquier protesta y beneficiarse de cualquier trama oscura relacionada con la siempre lucrativa y corrupta “economía militar”.
No hay motivo para pensar que Zelensky actuará de forma diferente, especialmente porque también se presenta como pragmático empresario. Su retórica sobre la OTAN, Tomos o Donbass cuenta una historia diferente, simplemente porque está construida contra los eslóganes del régimen de Poroshenko. Es cierto que muchos nacionalistas ucranianos se refieren negativamente a “Ze, que no es ucraniano”, pero también es cierto que Azov va a construir una relación con el nuevo jefe de Estado, con lo que será cercano a otros nazis, entre ellos una parte de la élite liberal, hasta ahora bots de Poroshenko, que siempre han mostrado una envidiable flexibilidad.
Lo mismo se puede decir de la relación con Estados Unidos. Pese a que Kurt Volker abiertamente defendiera el voto a Poroshenko en la segunda vuelta, el Gobierno de Zelensky será igualmente dependiente de Washington. Es inevitable debido a la influencia estadounidense en los procesos internos y a que el país de la victoriosa dignidad se sostiene sobre una balanza de deudas y requerirá más préstamos para continuar las “reformas”. Así que el Departamento de Estado no tendrá de qué preocuparse con esta reordenación de la élite ucraniana, que garantizará la continuidad del statu quo creado a consecuencia de Euromaidan.
Sin embargo, el hecho de que el 73% hayan votado a Zelensky es un indicador de una creciente demanda de cambio social, también por la democratización de la sociedad, que puede llevarle a intentar realizar algunos actos menos visibles, aunque previsiblemente serán de carácter más bien cosmético. A partir de ahí se puede crear un nuevo movimiento político que se designe como alternativa al curso antisocial, neoliberal y nacionalista de las versiones tanto vieja como nueva de las autoridades ucranianas.
Ese movimiento podría contar con el apoyo de una parte del electorado de Poroshenko que ha votado a Zelensky porque nunca irían al lado del “25%” con su “ejército-fe-lengua ucraniana”. Como han demostrado las elecciones, la población tampoco tiene especial confianza en lo que queda de los antiguos “regionales” y ninguna organización ha ocupado el nicho de la marginada izquierda pese a los intentos de personajes como Kiva.
La base de este movimiento debería ser la lucha por la paz como principio y la revisión crítica de lo ocurrido en Euromaidan, especialmente teniendo en cuenta que el “equipo Ze” tendrá que llevar la investigación de los muchos crímenes cometidos por sus predecesores y competidores, lo que nos dará más detalles de lo ocurrido en los cinco años de dignidad, más leña al fuego ante el enfado de las masas. No se debería cerrar la puerta al diálogo con aquellos que sinceramente creyeron en la “revolución de la dignidad”, pero que se sepa la verdad sobre las catastróficas consecuencias del golpe de Estado es un prerrequisito ineludible para que haya algún cambio en Ucrania. Porque sin la deconstrucción de los mitos de la propaganda y sin neutralizar el dominio de la extrema derecha es imposible cambiar el curso de las “reformas”, restablecer la democracia y parar la guerra. Esas tres exigencias son las que representan a esa mayoría del 73%.