Iskra
Madmaxista
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En otro ámbito, las guerras desatadas por la OTAN en Medio Oriente a fin de cumplir con los designios de Estados Unidos han generado una ola interminable de migrantes que van a Europa. El Viejo Continente se ve amenazado por la desestabilización de sus servicios públicos, lo que provoca el embate de sectores racistas que encuentran en los migrantes las causas de sus problemas. En realidad, ello no es más que la consecuencia de la guerra y la exclusión que los conflictos creados por la Alianza han producido en África y Medio Oriente.
En Venezuela, Europa y sobre todo España han perdido su tradicional capacidad de mediación al ponerse de lado de una de las partes en el conflicto interno del país. Quienes siguen sin reservas a Estados Unidos se suman al ridículo de vincularse con un gobierno que no existe, como ha quedado claramente demostrado gracias a la solicitud de extradición que ha hecho el presidente de Colombia a quien no tiene a una senadora colombiana fugada de la guandoca en ese país y capturada en Venezuela.
Estas acciones y muchas otras son expresión de la desvergüenza de gobiernos de talante dependiente de un poder extranjero sembrando las bases de su propia autodestrucción. Quizá la manifestación más importante del proceso desintegrador es el Brexit, aunque por los aires que soplan, otros países están reflexionando acerca de seguir el camino señalado por el Reino Unido, quien tiene sus propios problemas internos, toda vez que tal decisión ha sido rechazada por Escocia e Irlanda, naciones con profundos deseos independentistas.
Mientras eso ocurre, la opinión pública británica en el marco de su decadencia extrema está preocupada por las acciones de su excelsa monarquía, uno de cuyos miembros se entretenía con cortesanas de alcurnia que le proveía el proxeneta también de alcurnia Jeffrey Epstein condenado por tráfico y prespitación de menores y convenientemente suicidado en una guandoca de Nueva York.
Otro descendiente de la inútil reina de Inglaterra se cansó de la basura que envuelve a su familia y renunció a formar parte de la realeza. He ahí los hechos más relevantes acaecidos en las últimas semanas en la otrora primera potencia mundial del siglo XIX. ¿No son esos signos claros de decadencia?
En otro ámbito, la putrefacción europea se manifiesta en el abastecimiento continuo de armas al régimen saudí a fin de seguir desarrollando la genocida guerra en Yemen y el apoyo de Francia a la monarquía jovenlandés, quien ocupa ilegalmente la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) poniendo de manifiesto que cuando priman intereses comerciales, la violación de derechos humanos pasa a un segundo plano o son sencillamente obviadas.
El colmo de la desfachatez viene dado por los desesperados intentos de los países europeos, en especial los del este por negar su historia. Así, magnifican la marginal presencia de Estados Unidos en la definición de la segunda Guerra Mundial, relegando a un segundo plano el decisivo papel de la Unión Soviética en la liberación de toda la Europa oriental al producir la derrota militar del nancy-fascismo.
Los países bálticos, Polonia y Ucrania han llegado a tergiversar los hechos, desconociendo por ejemplo que fue el Ejército Rojo soviético el que liberó el campo de concentración de Auschwitz y con ellos a miles de judíos que corrían grave peligro de ser eliminados.
Este resultado se viene a conjugar con el creciente extremismo de derecha que está permeando al Ejército alemán. Según Christof Gramm, jefe del Servicio de Contraespionaje Militar de ese país (MAD), la situación es alarmante toda vez que solo en 2019 se registraron 360 casos nuevos de extremismo entre los militares. Ello manifiesta un problema que no deja de crecer. Todo esto en unas fuerzas armadas que para fines de esta década tendrá un gasto militar que superará al de Rusia. Es como para preocuparse, considerando que este país fue el detonador de las dos grandes guerras del siglo XX.
En esa misma lógica, las élites europeas exaltan como gloriosa la colonización de África y América, regocijándose del genocidio producido en las dos regiones y ufanándose del robo continuado por más de tres siglos de sus riquezas naturales. El saqueo permitió incrementar la riqueza de monarquías parásitas que aún hoy se mantienen en el poder y de oligarquías que pudieron desarrollar sus países al entrar en el capitalismo industrial de la mano del robo, la rapiña y la piratería.
Al hacer un recuento, queda claramente demostrado que las guerras más bestiales de la historia se desarrollaron en territorio europeo por pueblos bárbaros que después constituyeron el germen de sus nacionalidades y que hasta nuestros días (en la guerra de los Balcanes) hicieron gala de su naturaleza salvaje y genocida.
Todo esto me lleva a preguntar si Europa puede seguir siendo un referente de algo, si puede seguir siendo árbitro neutral de algún conflicto, si puede dictar pautas de comportamiento en el sistema internacional. La respuesta es no. En el mundo de hoy para hablar con Europa basta con ir a Washington. Lo demás es perder el tiempo.
Es terrible, pero es lo que hay. O lo que no hay más bien.
En Venezuela, Europa y sobre todo España han perdido su tradicional capacidad de mediación al ponerse de lado de una de las partes en el conflicto interno del país. Quienes siguen sin reservas a Estados Unidos se suman al ridículo de vincularse con un gobierno que no existe, como ha quedado claramente demostrado gracias a la solicitud de extradición que ha hecho el presidente de Colombia a quien no tiene a una senadora colombiana fugada de la guandoca en ese país y capturada en Venezuela.
Estas acciones y muchas otras son expresión de la desvergüenza de gobiernos de talante dependiente de un poder extranjero sembrando las bases de su propia autodestrucción. Quizá la manifestación más importante del proceso desintegrador es el Brexit, aunque por los aires que soplan, otros países están reflexionando acerca de seguir el camino señalado por el Reino Unido, quien tiene sus propios problemas internos, toda vez que tal decisión ha sido rechazada por Escocia e Irlanda, naciones con profundos deseos independentistas.
Mientras eso ocurre, la opinión pública británica en el marco de su decadencia extrema está preocupada por las acciones de su excelsa monarquía, uno de cuyos miembros se entretenía con cortesanas de alcurnia que le proveía el proxeneta también de alcurnia Jeffrey Epstein condenado por tráfico y prespitación de menores y convenientemente suicidado en una guandoca de Nueva York.
Otro descendiente de la inútil reina de Inglaterra se cansó de la basura que envuelve a su familia y renunció a formar parte de la realeza. He ahí los hechos más relevantes acaecidos en las últimas semanas en la otrora primera potencia mundial del siglo XIX. ¿No son esos signos claros de decadencia?
En otro ámbito, la putrefacción europea se manifiesta en el abastecimiento continuo de armas al régimen saudí a fin de seguir desarrollando la genocida guerra en Yemen y el apoyo de Francia a la monarquía jovenlandés, quien ocupa ilegalmente la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) poniendo de manifiesto que cuando priman intereses comerciales, la violación de derechos humanos pasa a un segundo plano o son sencillamente obviadas.
El colmo de la desfachatez viene dado por los desesperados intentos de los países europeos, en especial los del este por negar su historia. Así, magnifican la marginal presencia de Estados Unidos en la definición de la segunda Guerra Mundial, relegando a un segundo plano el decisivo papel de la Unión Soviética en la liberación de toda la Europa oriental al producir la derrota militar del nancy-fascismo.
Los países bálticos, Polonia y Ucrania han llegado a tergiversar los hechos, desconociendo por ejemplo que fue el Ejército Rojo soviético el que liberó el campo de concentración de Auschwitz y con ellos a miles de judíos que corrían grave peligro de ser eliminados.
Este resultado se viene a conjugar con el creciente extremismo de derecha que está permeando al Ejército alemán. Según Christof Gramm, jefe del Servicio de Contraespionaje Militar de ese país (MAD), la situación es alarmante toda vez que solo en 2019 se registraron 360 casos nuevos de extremismo entre los militares. Ello manifiesta un problema que no deja de crecer. Todo esto en unas fuerzas armadas que para fines de esta década tendrá un gasto militar que superará al de Rusia. Es como para preocuparse, considerando que este país fue el detonador de las dos grandes guerras del siglo XX.
En esa misma lógica, las élites europeas exaltan como gloriosa la colonización de África y América, regocijándose del genocidio producido en las dos regiones y ufanándose del robo continuado por más de tres siglos de sus riquezas naturales. El saqueo permitió incrementar la riqueza de monarquías parásitas que aún hoy se mantienen en el poder y de oligarquías que pudieron desarrollar sus países al entrar en el capitalismo industrial de la mano del robo, la rapiña y la piratería.
Al hacer un recuento, queda claramente demostrado que las guerras más bestiales de la historia se desarrollaron en territorio europeo por pueblos bárbaros que después constituyeron el germen de sus nacionalidades y que hasta nuestros días (en la guerra de los Balcanes) hicieron gala de su naturaleza salvaje y genocida.
Todo esto me lleva a preguntar si Europa puede seguir siendo un referente de algo, si puede seguir siendo árbitro neutral de algún conflicto, si puede dictar pautas de comportamiento en el sistema internacional. La respuesta es no. En el mundo de hoy para hablar con Europa basta con ir a Washington. Lo demás es perder el tiempo.
Es terrible, pero es lo que hay. O lo que no hay más bien.