Claro, claro, libertad de elección, competéncia, soberanía del consumidor.... :bla::bla::bla:
http://www.burbuja.info/inmobiliari...o-espanol-y-isla-energetica.html#post12539804
Jó que razón tienes.
La aplicación del más estricto modelo liberal en el sector energético ha traído el desastre.
Es que además en este modelo se juntan todas las características que un modelo liberal debe tener:
- No hay límite de empresas competidoras
- La inversión es privada
- El precio lo marca el mercado según la ley de la oferta y la demanda
- El porcentaje de impuestos de la actividad es bajo
- No hay subvenciones ni dinero público que se destine a las empresas.
- El estado no interviene en el sector, más que para marcar unas normas comunes a todas las empresas.
Es verdad, tío, esta vez tienes razón.
El sector eléctrico español aparecerá en los libros de economía como el fracaso del liberalismo.
---------- Post added 23-oct-2014 at 09:47 ----------
El país es el que es, pero por lo menos en la pública nadie tiene incentivos para estafarte al prestarte servicios esenciales.
El sistema público tal y como está organizado en España es en sí mismo una oda al incentivo perverso.
No premia a los buenos trabajadores ni castiga a los malos. Fomenta la pereza y el que más saca es el vago, el improductivo o el poco capacitado, que en cualquier otro sistema no tendría cabida y que sin embargo puede vivir perfectamente en ese entorno.
La única forma de obtener un mayor rendimiento económico no es a través del trabajo, pues no existe ese incentivo. La única forma de dar salida a la ambición personal es aprovecharse de la estructura pública y de las numerosas oportunidades (=tentaciones) que puede presentar, al menos a ciertos niveles.
Es un sistema que la decisiones económicas (compras, inversiones....) en manos de alguien que no arriesga ni su dinero ni su puesto de trabajo, por lo que no optimiza la inversión sino que fomenta el amiguismo y el compadreo.
Igualmente, el sistema no se preocupa de hacer análisis de mercado para saber qué es lo que quiere la gente o cómo lo quiere. Eso no importa.
Tiende al crecimiento eterno y se va llenando de capas de burocracia que sirven para dar trabajo a quien no lo tiene, una forma de asegurarse el puesto. Y de destruir riqueza de otros, no solo por el gasto directo en sueldos improductivos, sino por las trabas que supone a la creación de riqueza.
De hecho, los sistemas públicos están estructurados para la comodidad de quien los imparte. Oficinas de 9 a 14h, máquinas costosísimas que solo son utilizadas unas pocas horas, edificios increíbles abiertos solo por las mañanas. Una pérdida de rendimiento bestial y un despilfarro de recursos inadmisible, pero preferible antes de obligar a ciertos funcionarios a trabajar por la tarde.
Esta estructuración obliga a los ciudadanos a perder horas de trabajo esperando colas. La comodidad del cliente es absolutamente intrascendente en las decisiones.
Así mismo, no existe necesidad alguna de contentar, agradar o agilizar el trámite o servicio, dentro de las posibilidades reales del trabajador público. Queda a su libre albedrío, y de sus ganas de hacerlo o no, sin que tenga consecuencia alguna ni para bien ni para mal que ese trámite se consiga el primer día del plazo legal o el último, aunque en al camino el cliente se pueda jugar cosas importantes.
Igualmente la estructura de los trámites no se hace pensando en la agilidad o rapidez, incluso en la conveniencia del propio trámite. Se hace desde el legalismo, y la protección ante del fallo, de forma que cada administración es capaz de pedirte mil datos que ya tiene o mil seguridades para no fiarse de otras administraciones, y es capaz de extender los trámites hasta el infinito simplemente para eludir responsabilidades. Aunque eso implique multiplicar el número de horas perdidas por el ciudadano.
No existe más contacto con el mundo real que el cumplimiento o incumplimiento de un presupuesto arbitrario, decidido por un gestor, sin que haya relación alguna entre la calidad del servicio que ofrece y el aumento o disminución del mismo. Llegándose el extremo absurdo de que se hagan inversiones increíblemente estúpidas a finales de año para gastar el presupuesto, para que no se lo rebajen al año siguiente.
No tiene sistema alguno de feedback de satisfacción de sus clientes (cautivos), ni actúa sobre ningún parámetro de competencia. La entidad el dinero independientemente de sus méritos.
Méritos que son juzgados en exclusiva de forma interna, sin que tenga absolutamente ningún valor la satisfacción u opinión de los que reciben el servicio, y méritos que no servirán para la promoción personal o gratificación de quien hace estupendamente su trabajo, ni para castigar en forma alguna a quien no lo hace correctamente.
Sus clientes deben hacer frente al pago del servicio aun cuando no quieran usarlo, no lo necesiten, o prefieran utilizar otro tipo de servicios. No tiene capacidad alguna de decisión, más allá de pagar el servicio de forma obligatoria y volver a pagar íntegramente otro servicio privado.
Así mismo el cliente ni siquiera tiene una idea clara de cuanto le cuesta cada servicio.
Pero claro, habrá quien opine que de todo esto pueda salir algo bueno...