La gente no hace NINGUN ESFUERZO por adelgazar. NINGUNO. Por eso van a la consulta, se mienten a sí mismos y mienten a todo el mundo.
Adelgazar es tan sencillo como preocuparte por lo que comes, y llevar una vida sana.
Pero claro el objetivo no debe ser "adelgazar" sino CAMBIAR DE VIDA, y eso sí que requiere un esfuerzo.
Del codigo de la Obesidad:
en 1944 y 1945, el doctor Ancel Keys llevó a cabo el experimento más completo jamás realizado en lo que a pasar hambre se refiere, el Experimento del Hambre de Minnesota, cuyos detalles se expusieron en 1950 en una publicación de dos volúmenes titulada The Biology of Human Starvation (La biología de la inanición humana).
6 Después de la Segunda Guerra Mundial, millones de personas estaban al borde de la inanición, cuyos efectos fisiológicos eran prácticamente desconocidos y nunca se habían estudiado científicamente. El experimento de Minnesota fue un intento de entender la fase de reducción calórica y la fase de recuperación respecto de la inanición. Un mayor conocimiento en este ámbito ayudaría a conducir la recuperación de Europa desde una situación límite. De hecho, como resultado de este estudio, se escribió un manual de campo del socorrista en el que se detallaban los aspectos psicológicos del hambre.
7 Se seleccionaron 36 hombres jóvenes y sanos, normales, con una altura media de 1,78 metros y un peso promedio de 69,3 kilos. Durante los tres primeros meses, a los sujetos se les dio una dieta estándar de 3.200 calorías diarias. A lo largo de los siguientes seis meses de semiinanición, solamente se les proporcionaron 1.570 calorías. Sin embargo, la ingesta calórica se ajustó continuamente en un intento de alcanzar el objetivo de perder, en total, el 24% del peso (en relación con el peso inicial), con una pérdida promedio de 1,1 kilos semanales. Algunos de los hombres acabaron por recibir menos de 1.000 calorías diarias. Los alimentos que se les dieron eran ricos en carbohidratos, similares a los que estaban disponibles en la Europa desgarrada por la guerra en aquellos tiempos (patatas, nabos, pan y pasta). Rara vez se les suministraba carne y productos lácteos. Además, como ejercicio, caminaban treinta y cinco kilómetros a la semana. Después de esta fase de reducción calórica, se les aumentó el suministro de calorías, gradualmente, a lo largo de tres meses de rehabilitación. El gasto calórico esperado era de 3.009 calorías diarias.
8 Incluso el propio doctor Keys se sorprendió por la dificultad que entrañó el experimento. Los hombres sufrieron profundos cambios físicos y psicológicos. Entre los hallazgos más claros se encontraba la constante sensación de frío experimentada por los participantes. Como explicó uno de ellos: Tengo frío. En julio camino por el centro de la ciudad, en un día soleado, con una camisa y un jersey para mantenerme caliente. Por la noche mi compañera de habitación, que está bien alimentada y no participa en el experimento, duerme encima de sus sábanas, pero yo me cobijo bajo dos mantas.
9 La tasa metabólica, en reposo, disminuyó en un 40% –curiosamente, este fenómeno es muy similar al del estudio anterior, que mostró un descenso del 30%–; la medición de la fuerza de los sujetos descendió en un 21%; la frecuencia cardíaca se redujo considerablemente; pasó de una media de cincuenta y cinco latidos por minuto a solo treinta y cinco; el volumen sistólico disminuyó en un 20%; la temperatura corporal descendió a 35,4 °C en promedio;
10 la resistencia física se redujo a la mitad y la presión arterial bajó. Además, los hombres estaban muy cansados y mareados, perdieron pelo y sus uñas se volvieron frágiles. En el ámbito psicológico, los efectos fueron igualmente devastadores: los participantes experimentaron una completa falta de interés por todo, excepto por la comida, que pasó a ser algo que les fascinaba intensamente –algunos de ellos atesoraron libros y utensilios de cocina–; sentían el azote de un hambre constante e implacable; algunos no podían concentrarse, y varios de ellos dejaron sus estudios universitarios, e incluso hubo casos de comportamientos claramente neuróticos. Reflexionemos sobre lo que estaba ocurriendo. Antes del estudio, los sujetos comían y también quemaban unas 3.000 calorías diarias. Luego, de repente, su ingesta calórica se redujo a aproximadamente 1.500 calorías diarias. Todas las funciones corporales que requieren energía experimentaron una reducción inmediata de entre el 30 y el 40%, lo que causó grandes estragos. Considera lo siguiente: Se necesitan calorías para calentar el cuerpo. Al haber menos calorías disponibles, el calor corporal se redujo.
El resultado: una sensación constante de frío. Se necesitan calorías para que el corazón bombee sangre. Al haber menos calorías disponibles, los latidos se ralentizaron. El resultado: una reducción de la frecuencia cardíaca y del volumen sistólico. Se necesitan calorías para mantener la presión arterial. Al haber menos calorías disponibles, el cuerpo redujo dicha presión. El resultado: una disminución de la presión arterial. Se necesitan calorías para el funcionamiento cerebral, ya que el cerebro está muy activo metabólicamente. Al haber menos calorías disponibles, la cognición se redujo. El resultado: letargo e incapacidad para concentrarse. Se necesitan calorías para mover el cuerpo. Al haber menos calorías disponibles, el movimiento se redujo. El resultado: debilidad durante la actividad física. Se necesitan calorías para reemplazar el cabello y las uñas. Al haber menos calorías disponibles, el pelo y las uñas no podían reponerse. El resultado: uñas quebradizas y pérdida de cabello. El cuerpo reacciona de esta manera, reduciendo el gasto energético, porque es inteligente y no quiere morir. ¿Qué sucedería si siguiera gastando 3.000 calorías diarias mientras incorpora solamente 1.500? Pronto se quemarían las reservas de grasa, a continuación se quemarían las reservas de proteínas, y finalmente la persona moriría. Fantástico. Por suerte, no ocurre esto. El curso de acción inteligente para el cuerpo es reducir inmediatamente el gasto calórico a 1.500 calorías diarias para restablecer el equilibrio. El gasto calórico puede incluso ajustarse a una cantidad un poco más baja (digamos, a 1.400 calorías diarias) para crear un margen de seguridad. Esto es lo que hace el cuerpo exactamente. En otras palabras: el organismo reduce su actividad. Para preservarse, implementa reducciones generales en cuanto al gasto energético. El punto crucial que debe recordarse es que, al hacer esto, asegura la supervivencia del individuo en unos momentos de estrés extremo. Sí, acaso la persona se sienta mal, pero vivirá para contarlo. Reducir el consumo energético es lo más inteligente que puede hacer el cuerpo. Si quemase una energía que no tiene, ello le conduciría rápidamente a la muerte. El «presupuesto energético» debe estar equilibrado. Las calorías entrantes y las calorías salientes son variables altamente dependientes. Si se piensa un poco en ello, es evidente que el gasto calórico debe disminuir. Si reducimos la ingesta calórica diaria en 500 calorías, suponemos que perderemos 0,45 kilos de grasa por semana. ¿Significa esto que en doscientas semanas perderíamos 91 kilos y que no pesaríamos nada? Por supuesto que no. En algún momento, el cuerpo debe reducir su gasto calórico para equipararlo con la menor ingesta calórica. Ocurre que esta adaptación tiene lugar casi inmediatamente y persiste a largo plazo. Los hombres del Experimento del Hambre de Minnesota debieron haber perdido 35,3 kilos, pero en realidad solamente perdieron 16,8 (menos de la mitad de lo que se esperaba). Se requería una restricción calórica cada vez más importante para que siguieran perdiendo peso. ¿Te resulta familiar? ¿Qué sucedió con su peso después del período de semiinanición? Durante la fase de semiinanición, la grasa corporal disminuyó mucho más rápidamente que el peso corporal general, ya que las reservas de grasa se utilizan preferentemente para alimentar el cuerpo. Una vez que los participantes comenzaron el período de recuperación, regresaron a su peso original con bastante rapidez, en unas doce semanas. Pero esto no fue todo: su peso corporal continuó subiendo, hasta que acabó siendo mayor que antes del experimento. El cuerpo responde rápidamente a la reducción calórica mediante una ralentización del metabolismo (el gasto energético total), pero ¿cuánto dura esta adaptación? Con el tiempo suficiente, ¿el cuerpo aumenta su gasto de energía hasta el nivel inicial si se mantiene la reducción calórica? La respuesta corta es no.
11 En un estudio realizado en 2008, los participantes perdieron inicialmente el 10% de su peso corporal, y su gasto energético total se redujo como se esperaba. La reducción se mantuvo a lo largo de todo el estudio, durante un año completo. Incluso después de un año manteniendo el nuevo peso corporal, menor, el gasto energético total de los participantes seguía siendo inferior al original –en unas 500 calorías, en promedio–. En respuesta a la reducción calórica, el metabolismo se ralentiza casi de inmediato, y esa ralentización persiste más o menos indefinidamente. Es obvio cómo se aplican estos hallazgos a las dietas de reducción calórica. Supón que, antes de ponerse a hacer dieta, una mujer come y quema 2.000 calorías por día. Siguiendo las instrucciones del médico, adopta una dieta baja en calorías y baja en grasas, en que las raciones están controladas, de modo que pasa a ingerir 500 calorías menos al día. Rápidamente, su gasto energético total también se reduce en 500 calorías diarias, tal vez un poco más. Se siente muy mal, cansada, con frío, hambrienta, irritable y deprimida, pero sigue fiel a la dieta, pensando que las cosas deben mejorar. Inicialmente, adelgaza, pero como el gasto calórico de su cuerpo disminuye para equipararse con su menor ingesta, su peso se estanca. Se ciñe bien a la dieta, pero un año después la situación no ha mejorado. Su peso vuelve a subir poco a poco, aunque ella ingiere la misma cantidad de calorías. Cansada de sentirse tan mal, abandona la dieta fallida y reanuda la ingesta de 2.000 calorías diarias. Puesto que su metabolismo se ha reducido para ajustarse a las 1.500 calorías que tenía disponibles, los kilos se apresuran a regresar, en forma de grasa. Su entorno la acusa silenciosamente de falta de voluntad. ¿Te resulta familiar? Sin embargo, el hecho de que haya vuelto a recuperar su peso no es su fracaso. De hecho, cabía esperarse. ¡Todo lo que se ha descrito aquí ha sido bien documentado a lo largo de los últimos cien años!
7- Guetzkow, H. G. y Bowman, P. H. Men and hunger: a psychological manual for relief workers 1946. Elgin (Illinois, EUA): Brethren Publishing House, 1946.
8- Kalm, L. M. y Semba, R. D. «They starved so that others be better fed: remembering Ancel Keys and the Minnesota Experiment». The Journal of Nutrition. 1 de junio de 2005; 135 (6): 1347-1352.
9- Ancestry Weight Loss Registry [Internet]. Blog. «They starved, we forgot». 4 de noviembre de 2012. Puede leerse en
They Starved, We Forgot. Fecha de la consulta: 8 de abril de 2015.
10- Pieri, J. «Men starve in Minnesota». Life. 30 de julio de 1945; 19 (5): 43-46.
11- Rosenbaum et al. «Long-term persistence of adaptive thermogenesis in subjects who have maintained a reduced body weight». The American Journal of Clinical Nutrition. Octubre de 2008; 88 (4): 906-912.
---------- Post added 19-jul-2018 at 13:39 ----------
Cállate so puñetero demorado. Ve a la cocina de un rellenito llorón que se queja de tiroides y o insulina y verás si la tiene hasta arriba de bollos y su querida madre.
No falla, me remito a 3 ejemplos que tengo bien conocidos con las tipicas excusa de rellenito y no cabe más hez en su cocina
Los insultos que me lanzas, dicen mas de ti que de mi...
Con 3 ejemplos eres capaz de sacar una conclusion mundial, desde luego que perdida ha tenido el mundo al no haberte dedicado a ser un gran estadistico.