Las redes sociales son un campo de batalla en el que nadie está obligado a participar. De otro lado tenemos "la vida real" en la que interactuamos con personas reales sin limitaciones iniciales del número de sentidos que entrarán en juego en esa interacción, pero además, todo ello ocurrirá en una atmósfera o en un ecosistema cultural que no estará libre de alguna hegemonía ideológica que marque el ritmo en la educación, la publicidad o el entretenimiento. Por definir ambos escenarios de una manera gráfica, el primero (RRSS) sería la fuerza electromagnética, más poderosa cuanto más cerca estemos de la fuente; y el segundo, la fuerza de la gravedad, poco intensa pero imposible huir de ella. No obstante la segunda, presente en todas partes, permite mayores grados de libertad porque no es lo mismo vivir en el rural que las ciudades, con sus ventajas y desventajas a ese respecto.
Como las RRSS son un campo de batalla y aunque en principio todos los pensamientos e ideas están invitados, al final el número de rivales se reduce a unos pocos y son básicamente los mismos que encontramos en la vida real pero magnificados o concentrados. Su fuerza, en realidad, no depende tanto de sí misma sino de los motivos por los que estemos en ellas y aunque la variedad de sus propuestas sean cuasi infinitas, al final todos caemos, por libre elección personal, en aquellas que confirmen nuestros sesgos cognitivos. Antes de que existieran ya teníamos implantado ese afán por interactuar con quienes piensan parecido o para dar caña al que no, lo cual es posiblemente la herramienta perfecta para "fijar" nuestras inclinaciones iniciales detraídas de la vida real.
Luego tenemos que cada "influencer" -su nombre no engaña respecto a sus intenciones- se va decantando poco a poco en alguno de los pocos pozos ideológicos que van quedando como verdaderamente importantes y desde ellos, además de nutrir a sus escuchantes con lo que desean escuchar, les dan clases sobre los peligros que suponen prestar atención a sus rivales y en general, todos advierten a su feligresía que los del otro lado solo actúan bajo la economía de la propaganda. Una persona con un pensamiento amplio y tal vez algo indefinido, según las opciones más comunes en juego, será capaz de advertir que esas denuncias tratan de encubrir comportamiento similares cuando no exactamente iguales, pero cuando la voluntad operó solo al principio en esa búsqueda por encontrar la confirmación de sus sesgos ideológicos, tras haberla encontrado se relaja y disfruta... Es decir, su voluntad no está despierta y como la mayoría que no es profesional acude a las RRSS para pasar el rato, acaba dejándose hacer y las más o menos vagas ideas que lo llevaron hasta allí, maduran y se hacen fuertes, arrebatándole todo el espacio a otras alternativas incluso al despertar de su propia voluntad. Poco a poco se va cayendo en una situación sectaria en la que preocupa mucho mantener una línea determinada para no llevarse por delante las "amistades" y alianzas conseguidas tras años de participación, y llega un momento en que el "prestigio" es más importante que la propia voluntad en el sentido de abrirse a oportunidades diferentes, no en el sentido de defenderlo cueste lo que cueste. Si es cierto que la voluntad actúa sobre sustratos culturales previos, en las RRSS se concentra y retroalimenta como lo haría en un contexto de organización sectaria. La voluntad ya no actúa primariamente en preservar la libertad individual sino en defender posiciones, cada vez más cerradas y concretas, cuyos grados de libertad real se reducen paulatinamente sin apenas darnos cuenta.
Nos ha tocado vivir este tiempo y no podemos soslayarlo. Es un reto y una obligación sobrevivir como en otro tiempo lo hicieron otros respecto a asuntos que hoy nos causan un completo terror solo imaginar que fuéramos nosotros los que tuviéramos que afrontarlos. Su peligro principal es de otra naturaleza y no intervienen en principio la sangre, el sudor, el hambre o la extenuación por conseguir unos curruscos de pan. Se trata de un combate que se libra en lo más profundo de nosotros y actúa en dos principios que deberían ser sagrados aunque con ello no quiero decir que estén en nosotros de manera químicamente pura, y son la Voluntad y la Libertad. Le doy más importancia a la voluntad porque es capaz de actuar incluso cuando la libertad no participa en ese juego con la misma potencia. De hecho, es por la voluntad que podemos mejorar nuestros grados de libertad. Ser libres, sin más, es nada si nuestra voluntad está ausente pues serán otra voluntades las que determinen nuestros pensamientos y luego nuestras obras. La libertad es como los papeles del banco: solo valen si se confía en ellos. Pero la voluntad, una característica que pone de manifiesto nuestro lado espiritual y es capaz de "crear", es como el oro, algo concreto y real capaz de doblegar a la propia libertad, bien rescatándola de voluntades ajenas, o bien imponiéndola aquellas referencias que cada cual considere más válidas. Pero ese es otro tema -el de las referencias- y convendrán conmigo de qué modo sutil se han ido eliminando todas aquellas que no son tan fáciles de dirigir, digan lo que digan las malas lenguas.
De nada sirve tener despierta la mente -la inteligencia y los sentidos- sin nuestra voluntad está ausente. De hecho parecería como una viaje psicodélico en el que solo estamos a modo de espectador, de sujeto paciente, incapaz de intervenir de ningún modo.
La voluntad es el valor supremo porque su uso "materializa" a la libertad, que sin el motor de la voluntad, es una potencia, una ficción, de la que todo el mundo habla como un tesoro sin advertir que si no hay voluntad es solo un sueño.
Las RRSS son un lugar al que entramos en pleno uso de nuestra voluntad -acto voluntario- libremente, pero poco a poco, acaso por la vanidad, ambas desfallecen y luego suceden cosas tal vez poco agradables... Su propia dinámica, la prontitud, la inmediatez, nos alejan de la posibilidad de madurar nuestras ideas y sensaciones y nos llevan como a burros del ronzal al ritmo frenético de las novedades. La saturación informativa en sus dos versiones: la explotación intensiva de un suceso, propia de los medios de masas, y la tormenta de sucesos propia de los medios alternativos, ambas, no nos dan respiro ni contribuyen a crearnos una imagen más o menos realista del mundo en que vivimos y al final, la que nos quede no será fruto de nuestras particularidad personal sino un producto industrial de serie.
La mejor manera de protegerse no es seguir expuestos a las acusaciones o consejos de unos y de otros. Es poner distancia para darnos la oportunidad de digerir tal densidad de datos e imágenes que "comemos" cada día. Tal vez una dieta más frugal y destinada a satisfacer nuestra necesidades más básicas fuera la solución. Dense un respiro dejando la tecnología de las comunicaciones en un cajón.