La Tríada de filósofos comúnmente aceptada como idealista, Platón, San Agustín, y Francisco de Suárez -uno por cada Edad-, produce herejías cuando se malinterpreta, pero para eso tenemos la tríada comúnmente aceptada como realista o materialista, Aristóteles, Santo Tomás y Gustavo Bueno, que nos dan la medida de la practicidad técnica, modulan y desarrollan el discurso, igual que el Nuevo Testamento sigue al Antiguo.
La Idea puede entenderse como un cuartel de invierno, una retirada ante la barbarie (la decadencia griega ante el persa, la romana ante los germanos, o la española ante los protestantes), pero precisamente por eso es tan real como el resto. Es parte de una estrategia geopolítica con continuidad en su racionalidad histórica, con el objetivo posterior de luchar y encarnarse sobre el campo de batalla. Dios crea al Mundo y luego se encarna en él para transmitir su Mensaje. Reducir los actos o entenderlos reducidos al campo psíquico es anticristiano y contrario a la evangelización.
La controversia entre el Beato de Liébana y Elipando de Toledo, obispo hereje que claudica ante una fórmula islamizante como es el adopcionismo demuestran esta diferencia interpretativa entre el idealismo católico y el idealismo hereje que justifica, y no con pocas razones, la guerra y el levantamiento.