Parecéis niños que aún creen en los cuentos de la infancia.
Hispanistán es desde hace siglos un coto cerrado a varios cientos de familias con apellidos ilustres, cada una con su propio caché y pelo engominado. Fue así desde la edad media, en la época franquista, en la Transición, en la “democracia”…y hasta ahora. Y será así hasta el fin del mundo, aun cayendo el meteorito.
De niño y chaval, crecí durante vacas y findes en “urbanizaciones” campestres de pobres, de las típicas “diseminadas” obreras de la época franquista (ahora no te dejan construir ni la caseta del perro). Pues bien, dada su relativa proximidad con “los ricos”, hacíamos “raids” la chavalada lumpen con las bicis por esos lares y fui intuyendo la realidad de esos chaletazos de los pudientes, observando circunstancialmente a pijos-pijas con ese “donaire”, “bon vivant” y aires de mundo. Buena ropa, una incierta forma tranquila de ser y cierta condescendencia hacia los improvisados visitantes. Creo que les servíamos de diversión, como la multiculturalidad ahora tan en boga (entonces no había jovenlandeses). No soy listo, pero sí inteligente: siempre sentí en esos breves encuentros una humillación y menosprecio soterrado. Se intuía en cada poro de la piel de esos mal nacidos una superioridad intrínseca, ofensiva y humillante. No hacía falta insultarte, no. El desdén era sutil. Pero después comprendí la peli “Los Santos Inocentes”.
¿Lo peor? Varias cosas. En primer lugar, mis “amiguitos” no sentían lo relatado, creyendo que podían intimar con esas hijas pijas de fruta que nos creían monos. Yo no tenía el conocimiento histórico de la humanidad y su lucha de clases. No sabía lo de derecha e izquierda, pero comprendí lo de “arriba y abajo”. No soy comunista.
Todos esos hijos e hijas de mala progenitora ya tenían el futuro asegurado como arquitectos, notarios, secretarios, registradores…y la progenitora que los parió.
Ya soy mayor para largarme a Alaska en plan Mountain Men y morir a gusto en una estepa devorado por un oso. Lo malo es que mi conocimiento y experiencia no sirve de nada para mis hijos, aunque se lo explique, porque cada cual vive su mundo y están abducidos por la Matrix actual. Tuve unos padres muy simples y limitados que no me explicaron nada. Yo podría enseñar, ansío hacerlo…pero mis hijos no escuchan y seguirán su propio camino.
No veo ningún sentido a esto, la verdad. Pero podéis seguir discutiendo sobre “fascistas”, “comunistas” y demás variantes políticas. Con sentido del humor puede resultar divertido.
