El día a día de un profesor de instituto (contado en primera persona)

Freedomfighter

El puñetero Amo
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¿Qué tal se duerme con todo ese repruebo, envidia y bilis acumulados en el organismo, estimado co-forero?
para ser profe no sabe usted una cosa....el pecado de la envidia siempre habita en los que presumen de ser ellos los envidiados, cómo es claramente su caso....ésta lección se la daré gratis....;)


El concepto antiguo de envidia ha sido completamente distorsionado por la evolución de la sociedad contemporánea hasta convertirse en una noción diferente a la originaria, con lo que me va a resultar muy pero que muy difícil aventurarme en este sendero tenebroso de la psique humana, tanto más por ser parte implicada, por ser yo misma envidiosa, tal vez la única envidiosa que queda en España.

En la Grecia clásica los ciudadanos que cometían el pecado de enorgullecerse y vanagloriarse de su condición, los que hacían ostentación de sus méritos para salir ganando en la comparación, los que se excedían desmesuradamente mostrando sus habilidades y ventajas con el objeto de satisfacer internamente su ego, eran simplemente condenados al ostracismo, desterrados. Y así le ocurrió a Arístides el Justo, que fue desterrado por cometer el exceso de mostrar en demasía sus virtudes, sin duda por querer verse reflejado en el espejo de sus conciudadanos con admiración, por sentir, no una genuina y legítima satisfacción por su condición, sino, y aquí es donde está la clave, esa alegría malsana e inconfesable que se siente, más o menos inhibida, al hacer patente que tenemos algo que otro no tiene, al considerarnos, como diríamos hoy, envidiados.

Arístides es hoy ejemplo de víctima de la envidia de sus conciudadanos. Sin embargo, y resulta sumamente llamativo, en la Grecia clásica era Arístides el que era considerado un envidioso, padecía celos, phthonos, presunción, es decir, una considerable dosis de amor propio unida a una indeseable tendencia exhibicionista a mostrar su excelencia marcando distancias con el resto. "No sé quién es Arístides, pero estoy harto de oírle proclamar a los cuatro vientos sus virtudes", decía un indignado ateniense de aquella época que hoy sería clasificado dentro del grupo de los envidiosos.

Así las cosas: la envidia en el sentido clásico era una lacra social que afectaba solo a los afortunados, aquellos que habían sido dotados por el azar u otras circunstancias con una extraordinaria belleza, éxito, hijos sanos, riqueza, inteligencia, fortaleza, etc. Ellos eran los más proclives a presumir, a exhibirse impúdicamente ante sus conciudadanos, a compararse con los demás congratulándose de sus deficiencias y carencias. La envidia era entonces un abuso, la rivalidad del afortunado para con el con poca gracia, justo lo contrario de lo que hoy creemos que es la envidia.

Con su chincha-rabiña el afortunado envidioso siente alegría por la desgracia ajena, o lo que es lo mismo, tristeza por la alegría de otros, por su progreso, por la simple razón de que disminuye su gloria y excelencia al acortar la distancia que los separa de él. Era el parecer del inteligentísimo San Agustín, que sabía muy bien lo difícil que es sustraerse del innoble sentimiento de soberbia que suelen experimentar las personalidades que destacan y son excelentes; pero mucho más grave que la soberbia consideraba a su hija la envidia, con ella el soberbio daba un paso hacia el abismo, pues comenzaba a medir su gloria por la infelicidad de los demás. "Cum igitur superbia sit amor por excellentiae propiae, invidia sit odium felicitatis alienae".

José Antonio Marina en la cartografía de la envidia que traza en su artículo "La envidia, o como ser víctima y verdugo a la vez" llega a este punto francamente sorprendido, y no es para menos: "los jovenlandesalistas cristianos, que tras siglos de examen de conciencia y confesionario elaboraron unos profundísimos análisis de los sentimientos, decían que la envidia era hija de la soberbia. Esto resulta extraño, porque ya he dicho que es hija de un sentimiento de fracaso o deficiencia".

Y yo lamento discrepar de los generalmente acertados análisis de este ensayista, pero en absoluto la envidia es hija del fracaso o deficiencia, de un sentimiento carencial, sino todo lo contrario, de ahí que sea tan difícil identificarla, tanto en uno mismo como en el prójimo. La envidia parte de la excelencia, de un elevado estatus (intelectual, social) cuya exclusividad el envidioso está dispuesto a sostener a casi cualquier precio, porque en ella radica su esencia, su ego, el origen inconfesable de su oscura felicidad. Sin tener esto presente es imposible acercarse al retorcido sentimiento de la envidia. El envidioso no está contento con lo que tiene, que es mucho o bastante, quiere que el otro no tenga, eso forma parte de su placer. En cierto modo el envidioso es un sádico al que le divierte ser envidiado. Dependiendo de su cuota de poder, así como del grado de desinhibición o falta de autocontrol sobre su envidia, el soberbio-envidioso podría apoyar una crisis económica, si es preciso, con tal de salvaguardar una superioridad que crece y engorda contemplando la infelicidad, privación, e inferioridad de los demás.

Como en un juego de luces y sombras la personalidad excelente, o que se cree excelente (que para el caso es lo mismo), destaca porque hay otras en la oscuridad o en la franja del gris: hay guapos porque hay feos, hay listos porque hay simples, hay ricos porque hay pobres, hay luz porque hay oscuridad, hay triunfo porque existe el fracaso. Lo que resulta abominable, y no estamos hablando de un simple pecado de catálogo de jovenlandesalista cristiano, es interponerse, actuar para mantener forzadamente en la perpetua tiniebla a todos para así aumentar nuestro brillo, no querer el progreso ajeno porque atenuaría nuestra luz.

"Il superbo amando la propia eccellenza, porta invidia agli uguali, perchè a lui s'adeguano, o agli inferiori temendo, non forse a lui adeguino, o ai superiori veggendo di non poterli adeguare. Per tal modo superbendo si fa invidioso" (Massime religiosi e jovenlandesali di Dante Alighieri, Domenico Solimani). El soberbio, amando su propia excelencia, envidia a sus iguales, porque se alinean con él, o a los inferiores, temiendo que se puedan equiparar con él, o a los superiores, viendo que no se puede equiparar con ellos. De este modo, siendo soberbio se convierte en envidioso.

Los estudios sobre la Divina Comedia de Dante nos ilustran respecto al pecado de la soberbia, raíz de la envidia. En su Purgatorio no encontramos a personas mediocres o con carencias intentando reparar el mal que hicieron con su soberbia > envidia, sino por ejemplo al todopoderoso emperador Trajano, que logra purgar su pecado por medio de la humildad. La envidia tiene curación.

El soberbio-envidioso ama y fomenta profundamente la desigualdad, y esto tiene sus consecuencias políticas. La famosa reseña del libro La envidia igualitaria que escribió nuestro presidente del Gobierno hace años, así como el libro en cuestión, que por supuesto no he leído, están escritos por soberbios (envidiosos) que, ignorando su condición, cometen la torpeza de admitir ingenuamente que se consideran a sí mismos envidiados, sin poder evitar traslucir la felicidad malsana que esto les produce. Estos opúsculos son versiones autocomplacientes de la envidia vista por envidiosos, burdas imitaciones de la obra del soberbio y elitista por antonomasia Ortega y Gasset, que también quería la playa para su disfrute exclusivo, libre de antiésticos, sudorosos y felices pailanes en chancletas.


Arqueotoponimia: El médico de la envidia, o El envidiado envidioso
 
Última edición:

Gort

Madmaxista
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Uh... Profesor de instituto...

¡simple! ¡Feo! ¡Vago!...Cobras mucho tú...a ver si lo dejas...

¡Hala, ahí va un tartazo, ¡PRINGAO!

A llorar al teatro, ¡PRIVILEGIAO!

Y bastante que los chavales no te tiran al pilón de cabeza. Y, qué shishi, que hagan una pira en la plaza con profesores antorcha, que ya está bien, hombre, ya está bien...







(No sé para qué te molestas en escribir aquí, la verdad.)
 

Freedomfighter

El puñetero Amo
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[/tonalidad]FreedomFighter:

Lo que usted comenta es más que discutible y se sale del tema central del hilo.
Para resumir digamos que puede que la envidia afecte a ricos, guapos o inteligentes pero no creo que sean estos los que la despierten con su comportamiento altanero, soberbio o arrogante porque hay mucha gente muy guapa y muy rica y muy de todo que no presume de nada ni tiene ego alguno, y otros mucho menos ricos y menos de todo con un ego que da la vuelta a los confines del universo varias veces.

Respecto al tema de la envidia, a mí me gusta cómo lo trató Unamuno. Quizá después de todo sean ansias de justicia social. El mundo rural sabe mucho más de eso que el urbano y capitalista.
En fin, que no estamos en clase de filosofía, mire usted.

 

Freedomfighter

El puñetero Amo
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jorobar el foro está infestado de funcis y más concretamente de profes....:ouch:


si formando a los chavales fueseis la mitad de buenos que vendiéndoos a ustedes mismos en éste foro, los informes pisa mejorarían notablemente....menudos comerciales de vosotros mismos estáis hechos.....:bla:
 

eloy_85

Madmaxista
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es verdad que hay fantasmas muy subiditos por la orla que tienen pensado colgar de la pared cuando tengan dinero para clavos
 

Freedomfighter

El puñetero Amo
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Por cierto, acentúa muy mal. ¿No iba a clase? ¿O la culpa también es del profesor de turno?
menudo simple el haba estas hecho, los personajes que van de relamidos cómo tú solo despiertan en mi arcadas profundas....:vomito:


cómeme el regazo....

¿está bien puesto el acento?....:XX:
 

Freedomfighter

El puñetero Amo
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Usted mismo se retrata. Su arrogancia, su desfachatez, su falta de respeto y sobre todo su falta total y absoluta de argumentos, le retratan.
No hace falta que digamos nada los demás.
A falta de argumentos, buenos son insultos.
No sé si soy o no relamido, pero a pedante no le gana nadie. Pedante y de paso, diletante porque no tiene ni idea de lo que dice pero se esfuerza en fingir lo que NO ES.
Es obvio que con tal grado de arrogancia usted no podía llevarse bien con un profesor. ¿Cómo iba usted a permitir que nadie le corrigiera?

PD. Las arcadas son su problema. No el mío.
No soy del gremio de los gayses. Os respeto mucho pero búsquese uno de su tendencia sensual.
Y no, no acentúa bien. Sigue haciéndolo mal. Y eso que se esfuerza. Se esfuerza pero no llega. No da. Supongo que no se le pueden pedir peras al olmo.
En primer lugar, aprenda usted a diferenciar entre tilde y acento, mi estimado co-forero.

Luego ya, si eso, le diremos si lo hace bien o mal...
jojojo.....el estirado sabelotodo y el perro del sistema luchando a una, buscaros un hotel y os dais cariño mutuamente par de payasos.....:XX:


¿y tu a quien dices que vas a corregir manel? ya te lo digo yo.....podrías empezar corrigiendo a tu querida madre por haberte cagado por el ojo ciego y por haberte apretado demasiado el cerebro al parirte por semejante parte, obteniendo los resultados que todos podemos observar.....:XX: