Ataraxio, yo, esperando a una persona que no diré quién es, como había un Mercadona cerca, entré y me compré una bolsa de bombones rellenos que venían 18. Me tomé 9 de golpe por aquello de poner el sable en guardia. Mientras esperaba, me dije, noto un pequeño retortijón, pero un hombre como yo se come los 9 restantes esperando. Y así fue, me dio tiempo justo de anular la espera, ir para casa, soltar tremendo escopetazo en la taza del retrete y quedarme suave con todas las coyunturas limpias. A veces es necesario un acto de valentía y aguante para ver hasta dónde uno es capaz de llegar con el vientre asilvestrado por el chocolate.
Todo quedó subsanado y, por supuesto, el vientre como un jaspe.
Y, al día siguiente, el Pabellón quedó bien alto, como debe ser.