A mí me gustaría irme como experiencia vital y para intentar hacer currículum y, si es posible, algo de pasta. Pero a día de hoy, creo que me encantaría acabar mis días en España. No soy patriotero, me la sudan las pilinguis banderas, los himnos, las 2 Españas y la progenitora que lo parió, pero mi patria son mis amigos, mi familia, mis recuerdos, los lugares en los que crecí y viví buenos momentos. Mi patria son intelectuales honestos, trabajadores humildes e incansables, castellanos viejos parcos en palabras pero con un corazón inmenso. Si, esto está lleno de me gusta la fruta y tiene muy mala pinta, pero para morirme de ardor de estomago, que sea aquí, con mi gente y con unas raíces que no por arbitrarias son menos mías. No sé cómo luchar, no se me ocurre nada: mis amigos metido en historias políticas por las que nunca verán un duro se agotan para que nadie les haga caso, los solidarios sólo pueden poner tiritas a una herida profunda de la que mana sangre a borbotones, conozco trabajadores por cuenta ajena, autónomos y emprendedores con buenas ideas, ganas de trabajar y una admirable rectitud ética que se encuentran con una situación económica y social en la que sólo cuenta el pelotazo, el peloteo y buscar la subvención de espaldas a la economía productiva. ¿Cómo shishi voy a luchar yo, recién licenciado, sin un puñetero duro, con escasa experiencia profesional y no identificado con ningún partido político? ¿Qué hago, me convierto en un Breivik? ¿Para qué y con qué consecuencias? No puedo luchar, sólo intentar sobrevivir de la manera más honrada posible e intentar que a la gente que quiero no le falte de nada, aquí o en Pekín.
Me llena de rabia pensar que a muchos de mis amigos, gente cualificada y currantes como el que más, les están enseñando la puerta de salida y quizás se irán para no volver. A lo mejor yo soy una de esas personas que se perderán la infancia de sus sobrinos, que no podrán atender a sus padres cuando sean viejos, que verán como el país que sus antepasados levantaron trabajando como pilinguis mulas revienta para que la fruta élite mundial y sus lacayos de la casta patria se repartan el pastel.
Quién sabe, lo primero si me iré, lo segundo si volveré, por último lo feliz que puedo llegar a ser en otra parte. Claro que quiero quedarme y que mi trabajo sirva para que la buena gente de este país, que la hay y mucha, tenga una vida mejor. Pero no a cualquier precio. Preferiría llorar en el exilio a ser un esclavo en España.