El soporte social del régimen de la Restauración y de los partidos dinásticos fue la vieja oligarquía aristocrática y latifundista, más atenta a conservar sus propios intereses que a intentar nuevos ensayos de renovación política.
Esta oligarquía dirigió el sistema parlamentario, en una España eminentemente rural y analfabeta, arreglando las elecciones según las necesidades de cada momento. El sufragio era controlado en el ámbito de las provincias, por el gobernador civil y en el ámbito local por el «cacique», es decir, el personaje relevante, que vigilaba y organizaba la emisión del voto en su demarcación. El caciquismo consistía en la relación de carácter político y social que se establecía entre el cacique y sus clientes.
Debido a este tipo de relaciones y a la formación de clientelas favorecidas por el cacique, la implantación del sufragio universal masculino no supuso la existencia de una democracia. La manipulación electoral y el turno pacífico en el poder de los partidos conservador y liberal continuaron después de 1890. El sistema de la Restauración favoreció la celebración de consultas electorales, pero la voluntad de los electores no se expresaba de forma libre y directa sino que estaba sometida a procesos de manipulación y fraude. Junto al caciquismo estaba la técnica del pucherazo, que iba desde la coacción al elector hasta la modificación de los resultados obtenidos en las urnas.
Caciques
El cacique se definía por los siguientes rasgos:
Era el jefe local de un partido político, que controlaba un área electoral determinada.
Su poder se basaba en el control de la administración del Estado.
Podía hacer un uso no legal de las instancias estatales a favor de sus amigos y en contra de sus enemigos políticos.
Actuaba a nivel local y comarcal y, a lo sumo, provincial.
Era un intermediario entre el Estado y su comunidad, aceptado por ambos. Tenía que convencer, por una parte, al Estado de que sin su intervención la comunidad podía rebelarse y, por otra parte, a la comunidad de sus grandes influencias en el Estado.
El caciquismo no fue exclusivo de este período ni tampoco un fenómeno peculiar de España.
Clientes
Los caciques intercambiaban con sus clientes votos por favores, de modo que compensaban el apoyo electoral con la entrega de cargos y prebendas, la realización de obras públicas, las recomendaciones, etc. Además, los caciques ejercían un patronazgo político en el que los electores se comportaban como clientes, a quienes protegían y defendían. Las relaciones entre el cacique y el cliente se basaban en la relación personal y en el interés político mutuo. El arraigo del caciquismo fue más fuerte y se mantuvo más tiempo en el ámbito rural que en las ciudades.
El caciquismo y su repercusión política en Kalipedia.com