Yo si vivi con Franco

Pues puede leer este artículo de Juan Francisco Martín Seco, que fue secretario de estado con el Psoe:


".....Un destacado administrativista escribió que las oposiciones han sido el único elemento democrático que permaneció durante el franquismo. Al menos en el tardo franquismo la inamovilidad en el empleo de los cuerpos superiores fue un factor que incidió positivamente en la neutralidad de la Administración, y permitió ocupar puestos relativamente relevantes a funcionarios con ideología alejada e incluso opuesta a la del régimen.

En 1976, recién muerto Franco fui testigo directo de la diferencia que había entre una Administración basada en las oposiciones como la española, a otras Administraciones en las que el acceso se fundamenta en procedimientos más arbitrarios como las que mantenía, al menos entonces, la mayoría de los países latinoamericanos. Trabajaba en el Servicio de Estudios del Banco de España y tuve que participar durante seis meses en el FMI en un curso de análisis monetario y política financiera, y en el que el resto de los asistentes (excepto uno que también era español) eran latinoamericanos.

Como yo adoptase en público, con frecuencia, posturas críticas sobre las ideas y teorías que desde el FMI se vertían en el curso, aquellos de los participantes que habían adquirido más confianza conmigo se acercaban asustados a recomendarme más prudencia, pues temían que desde el Fondo escribiesen quejándose a las autoridades de mi país, y que estas me expulsasen de la Administración. Comprendí entonces la libertad que concedía haber ganado el puesto de trabajo por oposición, y al mismo tiempo la garantía de objetividad que otorgaba a los ciudadanos este sistema de acceso a la función pública. Ha sido una creencia que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida profesional y que he podido corroborar en otros muchos momentos.

Si se trata de “garantizar la igualdad de oportunidades en cuanto al sesso y la igualdad económica”, que es lo que parece preocuparles a los firmantes del acuerdo, pocos sistemas lo cumplen mejor que el de oposiciones. Ha sido uno de los mecanismos más eficaces de movilidad social, permitiendo el acceso a puestos socialmente elevados a personas de extracción humilde. Y en cuanto al género, actualmente ingresan más mujeres que hombres en la función pública. En la Administración no ha sido necesario establecer ninguna regla de paridad para que el número de puestos de relevancia ocupados por mujeres sea mayor o al menos igual que los que mantienen los hombres.

Fui de aquellos que, en los primeros años de la Transición, consciente de los defectos que a pesar de todo tenía nuestra Administración, temía que los cuerpos superiores y especiales, los asignados a una determinada función, terminasen por patrimonializarla. No ocurrió nada de eso. Los funcionarios actuaron con toda profesionalidad y disciplina. El verdadero peligro, por el contrario, se encontraba en que los políticos sean los que pretendan patrimonializar la Administración. El riesgo se fue haciendo tanto más real según se fueron constituyendo las Comunidades Autónomas, ya que, al surgir las Administraciones ex novo, el factor de pertenecer a un determinado partido o profesar la misma línea ideológica pesaba más que el mérito y la capacidad.

Dado que se ha venido produciendo un deslizamiento hacia arriba de niveles, los secretarios de Estado actuales equivalen a los directores generales de antes, y las hoy direcciones generales son las subdirecciones, cuando no las jefaturas de servicio, de los 25 o 30 años atrás. Ello debería conducir a la obligación de que al menos de director general hacia abajo todos los puestos tuviesen que cubrirse por funcionarios. En principio así está estipulado, pero como quien hace la ley hace la trampa, en el caso de los directores generales se prevé la excepción; eso sí, debidamente justificada, pero el papel lo aguanta todo, de manera que lo que teóricamente es una excepción se convierte muchas veces en la regla. Cada nuevo gobierno tiene la tentación de considerar la Administración como su propio cortijo y de realizar todo tipo de cambios. Especial importancia adquieren en esta dinámica las empresas públicas, en la mayoría de ellas han desaparecido los funcionarios y casi todos los trabajadores se han reclutado a dedo por los respectivos gobiernos, que han aprovechado estas instituciones para colocar a los afines y a los escogidos.

Si las oposiciones, al menos en la Administración Central, garantizan a los funcionarios la seguridad en el empleo, no aseguran, sin embargo, la inamovilidad del puesto de trabajo, porque la forma de proveerlos en muchos casos es la de libre designación, que comporta también la libre remoción. Ello concede al poder político una posibilidad cierta de presión, pues a menudo el cambio de puesto de trabajo repercute de modo apreciable en las retribuciones. Buen ejemplo de ello es lo ocurrido con Pedro Sánchez y los abogados del Estado.

Periódicamente surgen voces que ponen en duda el valor de las oposiciones. Lo consideran un mecanismo obsoleto y antiguo, y dirigen la mirada a aquellos métodos a través de los que el sector privado capta a su personal, que con frecuencia están condicionados por la recomendación y el tráfico de influencias. En uno de los gobiernos de Zapatero, Jordi Sevilla, que era el de las grandes ideas, el de enseñar la economía en dos días y el del tipo único en el impuesto sobre la renta, fue ministro de las administraciones públicas. Sus ocurrencias se centraron en convertir toda la Administración en agencias y en cambiar el sistema de acceso a la función pública, criticando el sistema de oposiciones y sustituyéndolo por la entrevista, y la valoración de méritos entre otros criterios; en definitiva, los procedimientos del sector privado, todos ellos de difícil cuantificación y valoración y que permiten la discrecionalidad cuando no la arbitrariedad. Menos mal que no supo, o no le dio tiempo, llevar a cabo sus propósitos...."

Un ejemplo claro de la imparcialidad de las oposiciones durante el franquismo es el caso de Angel Viñas, que sacó las oposiciones al cuerpo de técnicos comerciales del estado en el 68, y luego se ha dedicado a escribir libros de historia con una visión muy negativa del franquismo.

Un poco de seriedad...
 
Yo tengo más años que el forero que inicia el hilo, y estoy de acuerdo, con algún matiz, en todo lo que escribe salvo en lo siguiente:

EL nivel de matemáticas y ciencias naturales era a esa edad el equivalente del que se enseña ahora con una edad mucho mas avanzada. Más o menos el nivel de entonces a los 14 era como ahora a los 18.

En mi opinión y experiencia personal, es más bien al revés. Lo que hoy piden a los de 14 es lo que se pedía –en los años 60– a los 18. Especialmente en matemáticas y física, salvo por alguna rareza, como la trigonometría esférica que se enseñaba en el curso preuniversitario.
 
Pues entonces lea "La administración española", de García de Enterría.

Sigo pidiéndole un poco de seriedad...ponga dos trabajos universitarios y rigurosos que apoyen su afirmación anterior. Y que no sólo estudien los puestos de altos funcionarios. No, que también nos hablen del bajo funcionariado...

La administración franquista era corrupta igual que lo es en la actualidad. Y para mayor dolor nos dan lecciones de izquierdismo los cachorros de los franquistas. Otro ejemplo para añadir al abuelo franquista del Coletas: La extraña endogamia podemita-franquista
 
Última edición:
Sigo pidiéndole un poco de seriedad...ponga dos trabajos universitarios y rigurosos que apoyen su afirmación anterior. Y que no sólo estidien los puestos de altos funcionarios. No, que también nos hablen del bajo funcionariado...

Y una bonoloto premiada con bote, ya de paso.
 
Bueno, el Carrero Blanco se esplotó! yo no seguia la política, por ser muy joven.

El estilo de Carrero Blanco no murió con él. En el tardofranquismo había dos filosofías. Una que abogaba por convertir España en una democracia más del bloque occidental y otra más continuista, que prefería una democracia más descafeinada con menos abanico político y más peso del Ejército, la Iglesia y las burguesías tradicionalistas. Finalmente los primeros hicieron causa común (incluso el partido comunista)

En este foro hay muchos del segundo grupo.

 
A tu padre le dieron el tratamiento habitual en esa época. Unas palos, el interrogatorio y si no había nada, a la calle.

Por donde vivían mis abuelos maternos pasó igual varias veces con varios vecinos izquierdistas, pero en una de esas les pillaron unas multicopistas done imprimían el "Mundo Obrero", que les cayeron 5 años y cumplieron la mitad.

¿Y qué opinas tú de eso?
 
Ahora que aun se puede decir, Ojala Dios nos mande otro caudillo tan sabio, valiente, generoso y buena persona como aquel. Su nacimiento fue un regalo de Dios y la profanacion de su tumba no nos va a salir gratis.

Dios te oiga...

Franco es LO MEJOR que le pasó a España en el siglo XX.
 
El estilo de Carrero Blanco no murió con él. En el tardofranquismo había dos filosofías. Una que abogaba por convertir España en una democracia más del bloque occidental y otra más continuista, que prefería una democracia más descafeinada con menos abanico político y más peso del Ejército, la Iglesia y las burguesías tradicionalistas. Finalmente los primeros hicieron causa común (incluso el partido comunista)

En este foro hay muchos del segundo grupo.





A juzgar por lo que se viene avanzando -y en consonancia con lo que era de temer-, se nos avecina una semana entera de loor y gloria a «nuestra ejemplar Transición». 30 años de las primeras elecciones democráticas. 30 años capicúas: en las del 15 de junio de 1977 también hubo partidos a los que no se les permitió presentar abiertamente sus candidaturas, lo que les obligó a disfrazarse de lo que pudieron.

Es bien conocida la cínica afirmación de Paul Joseph Goebbels: «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Buena parte de las supuestas verdades de la Transición española, que la mayoría de los españoles toma por evidencias, no son sino mentiras repetidas hasta la saciedad.

Me referiré hoy sólo a tres. Primera mentira: se da por hecho que en España se instauró la democracia porque el pueblo español decidió poner fin a la dictadura. Lo cierto es que el paso del sistema franquista al régimen parlamentario fue una decisión largamente madurada por las potencias occidentales, que necesitaban integrar plenamente a España en sus estructuras políticas, económicas y militares, lo cual exigía la homologación de su sistema político. Estudiaron cómo hacerlo por una vía que excluyera cualquier veleidad izquierdista, y se emplearon a fondo para lograrlo. Se volcaron en el respaldo político y en el apoyo económico a quienes podían materializar sus designios, y lo lograron. Son hechos que hoy están ya sobradamente documentados. En todo caso, sólo una exigua minoría del pueblo español estaba por aquel entonces dispuesta a movilizarse en pro de la democracia.

Segunda mentira: se da por hecho que, si triunfó la reforma del régimen franquista y no la ruptura, fue porque no había condiciones para proceder a la instauración ex novo de un Estado genuinamente democrático. En realidad, la ruptura fue imposible, ya para empezar, porque quienes hubieran debido promoverla renunciaron a ello. Los dirigentes de las dos fuerzas principales de la oposición democrática (el PSOE, fuerte por sus apoyos internacionales, y el PCE, por su arraigo militante) pusieron todo su empeño en acceder cuanto antes a la legalidad, como condición para aspirar a integrarse en los ámbitos del poder. Para poder, lo primero que se precisa es querer, y ellos ni lo intentaron.

Tercera mentira, no menos tópica: «el Rey fue el motor del cambio». Muy al contrario, el Rey fue una pieza clave para asegurar la continuidad reformada de buena parte de las estructuras del franquismo. En rigor, el Rey fue el freno del cambio. La Monarquía reinstaurada conforme a los planes de Franco ayudó a impedir que el cambio fuera más lejos de lo que convenía a las oligarquías locales y foráneas.

Pero da igual. Volverán a decir lo de siempre por enésima vez, con lo que las viejas mentiras se volverán todavía más verdad.

Javier Ortiz. El Mundo (11 de junio de 2007).
 
Un relato muy completo de lo que fue en realidad la transición española:

 
Leo a "Miguel Ríos" y me viene a la mente una frase de Felipe González:

"Las estatuas de Franco había que haberlas quitado con el dictador en vida".

46 años después que fácil es abrir la boca, como están haciendo los cubanos con los tiranos en vida; se llama narices! pensando: :mad
 
¿Y qué opinas tú de eso?

¿ comparado con qué?....porque si lo comparo con los tres años que se pasó mi abuela materna con tres niños chicos, uno de berza, en campos de trabajo republicanos en Alicante, comiendo raíces y cebollas, obligada a recoger almendras con las manos desnudas (las tuvo siempre hinchadas y deformes a raíz de ello), y que la subieron tres veces a un camión para fusilarla, por el mero hecho de que mi abuelo tenía barcos de pesca en Cádiz (o sea, era un capitalista explotador o así), me parece una minucia.
 
Tarragona, Colegio Sant Pau, curso 1970-1971, asignatura de catalán en 4° de EGB.

Ya buscaré las notas si hace falta
 


A juzgar por lo que se viene avanzando -y en consonancia con lo que era de temer-, se nos avecina una semana entera de loor y gloria a «nuestra ejemplar Transición». 30 años de las primeras elecciones democráticas. 30 años capicúas: en las del 15 de junio de 1977 también hubo partidos a los que no se les permitió presentar abiertamente sus candidaturas, lo que les obligó a disfrazarse de lo que pudieron.

Es bien conocida la cínica afirmación de Paul Joseph Goebbels: «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Buena parte de las supuestas verdades de la Transición española, que la mayoría de los españoles toma por evidencias, no son sino mentiras repetidas hasta la saciedad.

Me referiré hoy sólo a tres. Primera mentira: se da por hecho que en España se instauró la democracia porque el pueblo español decidió poner fin a la dictadura. Lo cierto es que el paso del sistema franquista al régimen parlamentario fue una decisión largamente madurada por las potencias occidentales, que necesitaban integrar plenamente a España en sus estructuras políticas, económicas y militares, lo cual exigía la homologación de su sistema político. Estudiaron cómo hacerlo por una vía que excluyera cualquier veleidad izquierdista, y se emplearon a fondo para lograrlo. Se volcaron en el respaldo político y en el apoyo económico a quienes podían materializar sus designios, y lo lograron. Son hechos que hoy están ya sobradamente documentados. En todo caso, sólo una exigua minoría del pueblo español estaba por aquel entonces dispuesta a movilizarse en pro de la democracia.

Segunda mentira: se da por hecho que, si triunfó la reforma del régimen franquista y no la ruptura, fue porque no había condiciones para proceder a la instauración ex novo de un Estado genuinamente democrático. En realidad, la ruptura fue imposible, ya para empezar, porque quienes hubieran debido promoverla renunciaron a ello. Los dirigentes de las dos fuerzas principales de la oposición democrática (el PSOE, fuerte por sus apoyos internacionales, y el PCE, por su arraigo militante) pusieron todo su empeño en acceder cuanto antes a la legalidad, como condición para aspirar a integrarse en los ámbitos del poder. Para poder, lo primero que se precisa es querer, y ellos ni lo intentaron.

Tercera mentira, no menos tópica: «el Rey fue el motor del cambio». Muy al contrario, el Rey fue una pieza clave para asegurar la continuidad reformada de buena parte de las estructuras del franquismo. En rigor, el Rey fue el freno del cambio. La Monarquía reinstaurada conforme a los planes de Franco ayudó a impedir que el cambio fuera más lejos de lo que convenía a las oligarquías locales y foráneas.

Pero da igual. Volverán a decir lo de siempre por enésima vez, con lo que las viejas mentiras se volverán todavía más verdad.

Javier Ortiz. El Mundo (11 de junio de 2007).

Sin pretender ser irrespetuoso con el autor de ese artículo, creo que todo es más sencillo.

1⁰: En la sociedad española había una clara voluntad de dejar atrás el "Spain is diferent" e integrarse plenamente en el bloque al que le corresponde pertenecer, lo cual no es incompatible con que los países que integran ese bloque desearan exactamente lo mismo. Por mucha preparación previa que hubiera, el resultado del referéndum por la reforma política del 77 y el constitucional del 78 son demoledores. España quería cambio, y lo quería de manera sosegada y prudente para que no se repitiera lo sucedido durante la República.

2º Hallar un equilibrio entre el tardofranquismo, en el que también estaba una parte muy importante del Ejército, los demócratas prooccidentales, los dos principales partidos de izquierda (PSOE y PCE) y los nacionalismos periféricos no era nada fácil. Todo el mundo tuvo que hacer concesiones, si no habría sido imposible. Y en esas cesiones estuvieron los socialistas y los comunistas porque podrían haberse quedado fuera perfectamente. Más que por cuotas de poder era cuestión de estar o no estar. Y obviamente en las democracias occidentales preferían una izquierda liderada por el PSOE que por el PCE. El primero, los EEUU.

3º: La restauración monarquíca era la única alternativa viable para el cambio de régimen. Una república habria sido inviable por razones obvias y un régimen de dictablanda o similar habría sonado a más de lo mismo, a continuismo remasterizado.

De hecho, no creo que hubiera mentiras. Más bien fueron matices. Importantes, pero matices.
 
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