Allanacerros
Madmaxista
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Los Estados tienen dos formas de cobrar impuestos a sus ciudadanos:
A) Cobrando a través de mecanismos como IVA, IRPF, Patrimonio, Tasas, Cánones, Retenciones a cuenta (financiación), expropiaciones, confiscaciones, etc.
B) Aumentando la masa monetaria, es decir, poniendo en marcha la máquina de hacer billetes.
La primera, es más palpable para el ciudadano. En este post nos vamos a centrar en la segunda por ser más sutil, ya que la devaluación de la moneda frente al resto de las monedas del mundo, no es perceptible por todos los ciudadanos. Este método es pernicioso en determinadas circunstancias, y encierra que países muy pobres estén pagando calladamente impuestos al más rico.
El dinero que los Estados cobran en impuestos a sus ciudadanos, vuelve a ellos (corrupciones a parte) a través de transferencias: pensiones, salarios, inversiones en infraestructuras, hospitales, subvenciones, etc.
Retrocedamos unos años en nuestro país, España, al tiempo de la peseta, e imaginemos que el Estado pone en marcha la máquina de hacer billetes de 5.000 ptas y que una parte enorme de esos billetes los transfiriese a una única región, por ejemplo Galicia, a través de mejorar sus infraestructuras, servicios, subvenciones, y además que a los funcionarios se les exigiese ser gallegos. ¿Qué ocurriría? Pues es muy sencillo: que Galicia se enriquecería a costa de los demás españoles.
Imaginemos ahora una única moneda en el mundo, el dólar $, y un único país con la máquina de hacer dinero, EEUU, de tal manera que todos los países utilicen esta moneda y con la particularidad, como ocurre en realidad, que cuando EEUU pone en marcha la máquina de fabricar $ la transferencia se hace únicamente a sus ciudadanos (infraestructuras, pensiones, etc. dentro su propio territorio). Es fácil entender que EEUU puede mantener un déficit perpetuo con el exterior, es más, lo debe mantener por que con su papel puede comprar indefinidamente bienes y riqueza de su exterior. Lo contrario significaría que no aprovecha la gallina de las narices de oro que tiene en su casa.
Por ello todo Estado, como fue el caso de Argentina, que adopte como moneda el dólar $ y que no tenga la contrapartida de que EEUU le pague proporcionalmente a los dólares $ que maneja, los $ que fabrica, está condenada a la quiebra.
El pago de petróleo en dólares $, que obliga a que todos los países tengan importantes remesas de $, es sin duda la mayor industria que tiene EEUU para llevar a su terreno la riqueza generada en otras partes del mundo, muchas de ellas pobres de solemnidad.
El nacimiento de otras monedas fuertes como el Euro o el Yen podía aliviar esta carga a medida que los países productores de petróleo aceptasen estas monedas como pago de sus productos. Pero seguiría siendo una situación de injusticia para los países más pobres.
La solución más justa: Una única moneda mundial.
La implantación de esta moneda traería problemas como fijar el modo en que se reparten las transferencias a los países (por riqueza, por población, combinación de ambas, etc.) pero sería una de las armas más poderosas para luchar contra la pobreza y la desigualdad mundial.
Sin embargo, esta implantación tiene poderosos enemigos, aquellos que aumentan su riqueza y mantienen su bienestar con los impuestos de los demás y que no estén dispuestos a renunciar a esta ventaja.
Por eso, de momento, mientras el hombre no cambie, es sólo una UTOPIA.
A) Cobrando a través de mecanismos como IVA, IRPF, Patrimonio, Tasas, Cánones, Retenciones a cuenta (financiación), expropiaciones, confiscaciones, etc.
B) Aumentando la masa monetaria, es decir, poniendo en marcha la máquina de hacer billetes.
La primera, es más palpable para el ciudadano. En este post nos vamos a centrar en la segunda por ser más sutil, ya que la devaluación de la moneda frente al resto de las monedas del mundo, no es perceptible por todos los ciudadanos. Este método es pernicioso en determinadas circunstancias, y encierra que países muy pobres estén pagando calladamente impuestos al más rico.
El dinero que los Estados cobran en impuestos a sus ciudadanos, vuelve a ellos (corrupciones a parte) a través de transferencias: pensiones, salarios, inversiones en infraestructuras, hospitales, subvenciones, etc.
Retrocedamos unos años en nuestro país, España, al tiempo de la peseta, e imaginemos que el Estado pone en marcha la máquina de hacer billetes de 5.000 ptas y que una parte enorme de esos billetes los transfiriese a una única región, por ejemplo Galicia, a través de mejorar sus infraestructuras, servicios, subvenciones, y además que a los funcionarios se les exigiese ser gallegos. ¿Qué ocurriría? Pues es muy sencillo: que Galicia se enriquecería a costa de los demás españoles.
Imaginemos ahora una única moneda en el mundo, el dólar $, y un único país con la máquina de hacer dinero, EEUU, de tal manera que todos los países utilicen esta moneda y con la particularidad, como ocurre en realidad, que cuando EEUU pone en marcha la máquina de fabricar $ la transferencia se hace únicamente a sus ciudadanos (infraestructuras, pensiones, etc. dentro su propio territorio). Es fácil entender que EEUU puede mantener un déficit perpetuo con el exterior, es más, lo debe mantener por que con su papel puede comprar indefinidamente bienes y riqueza de su exterior. Lo contrario significaría que no aprovecha la gallina de las narices de oro que tiene en su casa.
Por ello todo Estado, como fue el caso de Argentina, que adopte como moneda el dólar $ y que no tenga la contrapartida de que EEUU le pague proporcionalmente a los dólares $ que maneja, los $ que fabrica, está condenada a la quiebra.
El pago de petróleo en dólares $, que obliga a que todos los países tengan importantes remesas de $, es sin duda la mayor industria que tiene EEUU para llevar a su terreno la riqueza generada en otras partes del mundo, muchas de ellas pobres de solemnidad.
El nacimiento de otras monedas fuertes como el Euro o el Yen podía aliviar esta carga a medida que los países productores de petróleo aceptasen estas monedas como pago de sus productos. Pero seguiría siendo una situación de injusticia para los países más pobres.
La solución más justa: Una única moneda mundial.
La implantación de esta moneda traería problemas como fijar el modo en que se reparten las transferencias a los países (por riqueza, por población, combinación de ambas, etc.) pero sería una de las armas más poderosas para luchar contra la pobreza y la desigualdad mundial.
Sin embargo, esta implantación tiene poderosos enemigos, aquellos que aumentan su riqueza y mantienen su bienestar con los impuestos de los demás y que no estén dispuestos a renunciar a esta ventaja.
Por eso, de momento, mientras el hombre no cambie, es sólo una UTOPIA.