Ninguna pena por lo que le pase a cualquiera de las corruptas instituciones de este corrupto Régimen. Se masca la tragedia, pero que nadie se lleve a engaño, pues no será sino el desenlace de una función que comenzó hace muchas décadas y que ha oscilado entre lo dramático y lo grotesco.
La farsa de la Transición está dando sus últimos coletazos, esto no da para más. Sistema político inviable, economía en colapso, Administración paralizada y, en dos palabras, Estado fallido.
Con todo, aún podría tener arreglo con una sociedad sana, pero el pueblo español hace muchos años que se perdió el respeto a sí mismo. Una ciudadanía perversos, que no cuestionó la infumable versión oficial del 11M, en sus dos variantes guerracivilistas e igualmente falsas (para los "gente de izquierdas" se diseñó la tesis Al Qaeda y para los "Muy de derechas" la tesis de que fueron los Jovenlandess, pero con la ayuda de la ETA).
La misma ciudadanía que presume orgullosamente de llevar cubreboca (caso único en Europa), y vitupera cualquier atisbo de discrepancia o crítica.
Ninguna pena por una Monarquía que miró para otro lado cuando en 1985 se oficializó la desaparición de la separación de poderes ("Montesquieu ha muerto") o cuando González y Aznar desmontaban poco a poco el andamiaje espiritual de la nación española, transfiriendo a las taifas la Educación.
Podemos y Sánchez no son causa de la inminente debacle, sino consecuencias de las pasadas felonías de todos y cada uno de los poderosos que han pasado por la política, las grandes empresas, la prostituída Justicia o los aún más prostituidos medios de comunicación.
El que pueda, que salga de este sitio poco agradable. Los que no podemos, aguantemos el sufrimiento al menos sabiendo de dónde y de cuándo proceden nuestras desgracias.
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